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Un informe confidencial de la UE destapa la situación en la que viven los palestinos en Jerusalén

Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel

René Backmann (Mediapart)

“La expansión de los asentamientos y la exclusión política, económica y social de los palestinos, que continúa agravándose, tiene un impacto negativo en la situación de Jerusalén. La polarización y el incremento de la violencia amenazan cada vez más la viabilidad de la solución de la ciudad como capital común de dos estados. Un nivel de tensión que puede ir en aumento durante el 2017 con la celebración del quincuagésimo aniversario de la anexión de Jerusalén, teniendo en cuenta lo que preven para esta ocasión las autoridades israelíes”. Esta es la inquietante advertencia con la que se inicia el último informe confidencial de los jefes de misiones diplomáticas de la Unión Europea en Jerusalén y Ramallah, recientemente transmitido al Comité político y de seguridad del Servicio Europeo de Acción Exterior, el Ministerio de Asuntos Exteriores de la UE.

Desde que en 2005 un diplomático británico tuvo la idea, los cónsules y los cónsules generales que representan a los países de la UE en Israel y en los territorios ocupados redactan cada año para su sede en Bruselas una especie de “estado de lugares” que informa de la situación de Jerusalén Este. Año tras año, estos documentos dibujan un yugo de fuerzas urbana, jurídica, militar y burocrática que no deja de cerrarse alrededor de la población palestina en la ciudad, paralelamente junto con lo impuesto a los palestinos de Cisjordania por la ocupación y la colonización.

Desde hace ya varios años, los diplomáticos europeos lanzan, de forma cada vez más alarmante, la misma advertencia al gobierno israelí: el constante desarrollo de la colonización, tanto en Jerusalén Este como en Cisjordania, pone en peligro la “solución de los dos Estados”, la única propuesta diplomática a día de hoy para resolver, por la vía de la negociación, el conflicto palestino-israelí. Desde su vuelta al poder en 2009, decidido a preservar el statu quo que protege su aplastante superioridad militar y contando con la tolerancia ciega de la comunidad internacional, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, apoyado por una mayoría cada vez más a la derecha en el Knesset [el Parlamento del Estado de Israel] e influido por los colonos, ha hecho oídos sordos a estos avisos.

Todo lo contrario. Netanyahu lleva a cabo una política de ocupación y de desarrollo de la colonización que transforma las zonas de población palestina en islotes amenazados dentro de un área geográfica bajo el control de Israel y su ejército. Esta política, hasta ahora impune, acaba de ser condenada a finales de diciembre tras la resolución 2334 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que insta a Israel a “cesar de inmediato y totalmente toda actividad de colonización en el territorio palestino ocupado, incluido Jerusalén oriental, y cumplir con todas sus obligaciones legales en este área”.

Una resolución significativa ya que fue aprobada con el respaldo de Washington, histórico protector de Israel, que decidió, con carácter excepcional, no usar su veto. Reforzado semanas más tarde por la toma de posesión de Donald Trump y el apoyo declarado del Estado y Netanyahu al nuevo presidente, el gobierno israelí calificó la resolución de “vergonzosa” y “antisemita”.

Es la aplicación en Jerusalén Este de esta estrategia israelí de ocupación y colonización, ampliamente condenada y, sin embargo, impune hasta la fecha, la que estudia minuciosamente este informe del 2016 de los cónsules europeos, un documento confidencial y que Mediapart publica en su totalidad [leer el documento íntegro en formato PDF en inglés].

Primera conclusión: el complejo sistema de reglas, prácticas burocráticas, leyes ad hoc e imperativos de seguridad pública que implementa Israel en Jerusalén Este, auténtica máquina infernal contra una paz negociada y duradera, obedece a una elección de planificación ética tomada en 2007 por el propio ayuntamiento. La población palestina de la ciudad no supera, de hecho, el 40% de la población total del municipio.

Para cumplir con este objetivo –que debe ser aplicado en un territorio ocupado tal y como reconoce el derecho internacional– los planificadores-ocupantes han desarrollado un arsenal orwelliano que marca cada aspecto de la vida cotidiana de los habitantes de los habitantes de Jerusalen Este. Por ejemplo, el hecho de que los palestinos de Jerusalén Este cuenten con un carnet de identidad especial que les permite residir en esta zona de la ciudad y cruzar a Israel, pero que les impide votar en las elecciones legislativas. Sin embargo, los autores del informe aseguran que este documento es precario y puede ser revocado por las autoridades si consideran que Jerusalén Este no es el “centro de vida” del residente.

Entre 1967 y 2015, 14.500 palestinos perdieron así su derecho de residencia. Además, este documento de residencia permanente, ya difícil de conservar, no se aplica de forma automática, en caso de matrimonio, al cónyuge del residente o a los niños. Y el procedimiento de “unificación de familias” es necesario para intentar resolver una situación larga y costosa. Según el ministerio de Interior israelí, cerca de 8.000 palestinos vivían así en 2015 en Jerusalén, con un simple permiso de residencia temporal. Es decir, que eran expulsables de la noche a la mañana. Gran parte de ellos eran niños con uno de sus padres con un carnet de identidad de residente en Jerusalén Este y el otro documento de Cisjordania. Tal y como recuerdan los autores del informe, Benjamin Netanyahu admitió públicamente en octubre de 2015 que la revocación de los derechos de residencia es una de las medidas que se pueden tomar como castigo o disuasión en caso de una escalada de violencia.

El tranvía, "un detonador de tensiones"

Otro obstáculo diario a la libertad de movimiento de los palestinos: el muro o la barrera de separación construido por Israel en Cisjordania, oficialmente por razones de seguridad, pero en realidad levantado para anexionar de facto a Israel una gran parte del territorio palestino, en particular en aquellos lugares donde se encuentran los principales bloques de asentamientos. Sobre el comercio y el empleo, el daño causado a la economía palestina es evaluado por el informe en unos 200 millones de dólares anuales. “El muro y el régimen de permisos asociados a él -escriben los diplomáticos europeos- continúan teniendo un impacto muy negativo en lo social, humanitario y económico sobre Jerusalén Este y la zona de influencia palestina. Desconecta a Jerusalén Este y a Cisjordania, y también separa físicamente a las comunidades palestinas en el seno de Jerusalén Este. Y, al mismo tiempo, incorpora asentamientos israelíes situados más allá de la Línea Verde de 1967 [el límite de Cisjordania]”.

Según este documento, al menos 70.000 palestinos que residen en Jerusalén Este y que viven en zonas rechazadas de Cisjordania por los meandros científicos del muro ahora tienen que cruzar un punto de control para ir a su trabajo o tener acceso a los servicios sanitarios o educativos a los que tienen derecho por su condición de residentes y contribuyentes de Jerusalén. Para los palestinos que no tienen permisos de residencia en Jerusalén Este, es decir los de Cisjordania, la vida todavía es más complicada, según señalan los diplomáticos. Ellos deben tener un permiso, muy difícil de obtener porque está sujeto a multitud de condiciones. No se les permite entrar en Jerusalén en coche y pasar allí la noche. Y solo pueden entrar por 4 de cada 16 check-points que rodean la ciudad.

Mientras que los 316.000 palestinos de Jerusalén Este representan cerca del 37% de la población de la ciudad, la parte del presupuesto municipal destinado a sus barrios no sobrepasa el 10%. Esto da lugar a una falta grave escuelas, servicios médicos de emergencia, oficinas de correos, vehículos y personal para la recogida de basura. En materia de educación, el informe denuncia que en Jerusalén Este faltan 2.672 clases. En lugar de poner en marcha nuevos colegios, el ayuntamiento de Jerusalén se limitó a, para contener el descontento, alquilar 800 locales, en su mayoría mal adaptados para la enseñanza.

Y la situación está lejos de solucionarse: la planificación urbana israelí para la construcción de edificios públicos solo afecta al 2,6% de la superficie de Jerusalén Este. A esta falta de espacio para colegios, como para los seis hospitales de esta zona de la ciudad, se añade un importante problema de libertad de circulación del personal. Entre el 70 y el 80% del personal de estos hospitales necesita un permiso -renovable cada seis meses- para entrar en la ciudad. Y los empleados de la cuota de Cisjordania, que es variable, se notifica verbalmente a los directores de los hospitales. Un centenar de médicos están autorizados a entrar en Jerusalén en coche, mientras que enfermeras y el resto del personal debe atravesar a pie los puestos de control.

Se supone que, en tales condiciones, la economía de Jerusalén Este, basada principalmente en una red de pequeñas o muy pequeñas empresas, atraviesa tiempos complicados, sobre todo porque “el sector del turismo palestino recibe sólo una modesta parte de los ingresos generados por el turismo internacional”. Debido a su aislamiento y su estricto sistema de permisos israelíes, la ciudad ha dejado en gran parte de ser un centro económico y comercial, según comprueban los diplomáticos. Lo más importante es que la contribución global de Jerusalén Este al PIB ha disminuido del 15% de antes de los Acuerdos de Oslo a menos del 7% en la actualidad. La tasa de desempleo es casi el 35% entre los jóvenes y el 19,9% en las mujeres. Y la tasa de pobreza aumentó entre 2006 y 2016 del 64 al 75%.

En cuanto a las infraestructuras de transporte, sirven, sobre todo y según comprueba el informe, para “fortalecer el control de Israel sobre Jerusalén Este”. “El tranvía ilustra la política israelí que consiste en unir las colonias israelíes de Jerusalén Este con el centro de la ciudad en Jerusalén Oeste”, afirma el documento. A excepción de algunas estaciones en Shu’afat y Beit Hanina, el tranvía no sirve para las zonas palestinos. El ayuntamiento de Jerusalén prevé doblar prácticamente la longitud de la línea de tranvía existente hasta Neve Yaakov, para conectar otros asentamientos (Neve Yaakov, Gilo y Ramot) con Jerusalén Oeste. Otras infraestructuras, particularmente los proyectos del teleférico urbano y de las carreteras en construcción, ilustran la intención israelí, según el informe, de “consolidar el enlace” entre los principales asentamientos israelíes y Jerusalén.

Esta estrategia es ahora tan clara que “las estructuras que contribuyen a la política de colonización (o al ‘esquema de unificación’) se perciben cada vez más por los palestinos como un instrumento de ocupación y, por lo tanto, son a menudo consideradas como un blanco legítimo, cuyo valor es equivalente al de los propios asentamientos. Es por eso que, a pesar del descenso de los actos de violencia desde mediados del año 2016, el tranvía sigue siendo un detonador de tensiones”. Tensiones que los responsables palestinos tiene cada vez más difícil de controlar. Especialmente cuando la ausencia de una autoridad palestina ha sido organizada por Israel. El cierre por parte del gobierno israelí de las principales instituciones palestinas de la ciudad -la Casa de Oriente, sede de la OLP, o la Cámara de Comercio-, como el acoso del que son víctimas las instituciones culturales y la represión contra toda forma de vida política palestina en Jerusalén Este han contribuido “de manera significativa a la fragmentación de la sociedad palestina, el aislamiento de las comunidades locales palestinas y el debilitamiento de la identidad colectiva”.

Después de recordar que para la UE “los asentamientos son ilegales según el derecho internacional y constituyen un obstáculo para la solución de dos Estados y la paz”, y que 211.000 colonos, de los aproximadamente 600.000 residentes en territorios ocupados, viven hoy en Jerusalén Este, junto a 316.000 palestinos, los autores del informe analizan las diferentes estrategias empleadas por Israel para ampliar las cifras de población judía en Jerusalén Este. Y esto, separando los barrios palestinos unos de otros por asentamientos urbanos que bloquean la extensión del hábitat palestino y que cortan la ciudad de Cisjordania por un rosario de colonias periféricas que impiden el desarrollo palestino hacia norte, este y sur. Actualmente, y según señala el documento, 2.500 colonos viven en “enclaves” en el corazón de los distritos palestinos de Jerusalén Este.

Tres israelíes y 26 palestinos asesinados en Jerusalén en 2016

Una de las estrategias que más se ha usado durante el 2016, según este informe europeo, fue la “recuperación” por parte de los colonos de edificios o terrenos que habían pertenecido a judíos antes de la creación del Estado de Israel en 1948. Esto permitió aumentar significativamente el número de enclaves coloniales israelíes en los barrios palestinos. “Tengan en cuenta -indican los autores del informe- que no existe, sin embargo, ninguna ley que permita a los palestinos recuperar los bienes que poseían antes de 1948”.

En algunos barrios, como Silwan, al pie de las murallas de la Ciudad Vieja y de la Explanada de las Mezquitas, donde las organizaciones privadas de colonización, como El’ad o Ataret Cohanim, son particularmente activas, estas “recuperaciones” de propiedades dieron lugar a un número cada vez mayor de desalojos de residentes palestinos. Según el informe, cerca de 500 israelíes viven hoy bajo alta protección militar entre los 10.000 palestinos en la zona de Silwan, donde el número de colonos se ha cuadruplicado en menos de dos años.

Entre otros procedimientos utilizados por los planificadores de la colonización para contener e impedir el desarrollo de barrios palestinos expandiendo la presencia judía en Jerusalén Este, el informe examina en detalle el creciente número de parques nacionales y de áreas arqueológicas que además sirven para establecer una “narrativa histórica nacional” destinada a exaltar “la continuidad de la presencia judía en la zona en detrimento de otras religiones y culturas”. El beneficio para las autoridades israelíes es que, en esos casos, la autoridad se transfiere del ayuntamiento de Jerusalén a la Autoridad de Parques y Reservas Naturales, que no tienen ninguna obligación y que provoca, por lo tanto, que los habitantes palestinos no obtengan indemnización en la expropiación y provoque su posterior desalojo.

“La planificación urbana del Ayuntamiento de Jerusalén sigue siendo un motivo de inquietud para la UE. Se utiliza para impedir el desarrollo urbano palestino instaurando restricciones y prohibiciones en las actividades de construcción haciendo caso omiso de las necesidades derivadas del crecimiento natural de la población, creando así faltas graves de infraestructuras básicas y escasez de viviendas para los residentes palestinos”, escriben los cónsules europeos. La consecuencia lógica de estas opciones son que, en cinco años, solo el 14% de las licencias de construcción en Jerusalén fueron concedidas a palestinos.

Esto crea una situación en la que muchos palestinos construyen sin obtener previamente el permiso del ayuntamiento, exponiéndose de esta forma al riesgo de ser expulsados. Hoy, según el informe, el número de construcciones palestinas en peligro de demolición por una orden administrativa, judicial o militar asciende a 24.000, lo que coloca a 144.000 palestinos en riesgo de expulsión.

En esta acumulación de desigualdades, injusticias, abuso y humillaciones, que genera frustración y rebelión, se añade una serie de iniciativas y declaraciones, en relación a la gestión de judíos y musulmanes, que pretenden modificar un statu quo de dos siglos y que favorecieron el incremento de las tensiones. Con la presión de los judíos extremistas y los colonos, que ejercen una influencia cada vez mayor en su mayoría parlamentaria, Benjamin Netanyahu mostró una “mayor tolerancia” con respecto a los que piensan modificar el régimen de acceso a los lugares santos, para el único beneficio de los fieles judíos.

“Teniendo en cuenta la importancia de la Explanada de las Mezquitas para los judíos y los musulmanes, toda amenaza o percepción de amenaza sobre su integridad o el statu quo no solo podría socavar cualquier reanudación del proceso de paz sino que también tiene el potencial para desestabilizar la región y provocar reacciones en todo el planeta, exagerando la dimensión religiosa del conflicto”, asegura en el informe.

Esta política israelí, según este documento, ha contribuido en gran medida al fortalecimiento de la polarización y a un incremento de la violencia. Entre principios de año y comienzos de diciembre, señalan los cónsules, tres israelíes y 26 palestinos han sido asesinados en Jerusalén. Como represalia, algunos palestinos, autores de ataques individuales, han muerto en situaciones donde no representaban ya una amenaza. Mientras tanto, las autoridades de Israel han reavivado la práctica de las demoliciones punitiva de casas de palestinos acusados de atentados. Aprobada por el Tribunal Supremo, esta técnica de disuasión ha enfadado a los palestinos ya que la consideran unilateral: no se aplicó, de hecho, sobre los tres israelíes que mataron a un joven palestino en julio de 2014.

'Jerusalén, la ciudad imposible. Claves para comprender la ocupación israelí'

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Señal preocupante del estancamiento de la situación sobre el terreno, incluso de su degradación en detrimento de los palestinos, los autores del informe no encontraron ningún progreso notable desde el año pasado, todo lo contrario. Comprobaron una empeoramiento en varios campos y repiten simplemente, en el anexo, sus recomendaciones del año precedente. Recuerdan particularmente que corresponde a los Estados miembros de la UE aplicar las medidas que permiten distinguir claramente los productos fabricados en Israel y los procedentes de los territorios ocupados. Han ocurrido cosas más atrevidas. Pero, ¿podemos esperar más de la Unión Europea?Traducido por: Alba Precedo.

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