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Punto final a cinco años que han fracturado a la izquierda

François Hollande y el  ex primer ministro Manuel Valls.

El espectáculo es lamentable. Desolador, patético y mediocre, parafraseando las palabras pronunciadas este miércoles por algunos socialistas después de que el socialista Manuel Valls anunciase su apoyo al centrista Emmanuel Macron. También es la deriva lógica de un quinquenio que ha fracturado gravemente a la izquierda, dirigida por un presidente de la República que ha dado la espalda a gran parte de la mayoría electoral que lo eligió en 2012.

La decisión del ex primer ministro se veía venir desde hacía varios días. En realidad, nunca llegó a aceptar su derrota en las primarias del pasado 29 de enero y, desde entonces, ha sembrado la duda continuamente hasta publicar un artículo muy crítico contra Benoît Hamon [candidato socialista a la presidenciales], el día de su mitin central celebrado en Bercy. Fue ante los micrófonos de RMC y BFM TV donde Valls oficializaba el miércoles su apoyo al que fuera su ministro de Economía Emmanuel Macron, que el martes por la tarde se anticipó y compareció en rueda de prensa con la intención de mantener las distancias ante posibles apoyos incómodos.

El respaldo de Valls a Macron se suma al de varios parlamentarios socialistas o ministros, como Richard Ferrand, Gérard Collomb o Arnaud Leroy, implicados desde hace tiempo en la campaña de Macron; o a los apoyos más recientes de Jean-Yves Le Drian, Barbara Pompili o Thierry Braillard. Valls también es el segundo candidato en las primarias socialistas que incumple el compromiso alcanzado con los electores y con la Alta Autoridad: el de apoyar al vencedor de las elecciones.

Nunca antes, en la historia del Partido Socialista, un candidato a las presidenciales había sido tan traicionado por los suyos. En 2007, Ségolène Royal sufrió las iras de los dinosaurios y no dudó en quejarse públicamente e incluso optó por promover un movimiento paralelo al PS, Désirs d’avenir [Deseos de futuro]. Sin embargo, ningún dirigente socialista (salvo Éric Besson) se pronunció a favor de otro candidato, aunque también ella competía con un candidato centrista, François Bayrou (quien actualmente apoya a Macron). “Chirriaba, pero no tiene ni punto de comparación”, decía la semana pasada, tras conocerse el apoyo de Le Drian, Gwenegan Bui, candidato a las legislativas por Bretaña, y que ha conocido las dos campañas presidenciales. “A día de hoy, la gente está dejando el PS y hay que sacar conclusiones de ello”, señala molesto el director de campaña de Benoît Hamon, Mathieu Hanotin.

El estallido del apoyo socialista en las presidenciales hace presagiar también, sin duda, la explosión del partido. Nadie puede predecir a día de hoy como será dicha implosión, ni cuándo se producirá, ni siquiera quién va a recoger los restos del aparato: todo dependerá del resultado de la primera vuelta de las presidenciales, después de los de las legislativas. En un partido de candidatos electos y de colaboradores de electos, las elecciones tienen mucho peso. Lo que es seguro es que el ala más a la derecha, la de Manuel Valls, y el ala izquierda del PS, la de Benoît Hamon, ahora lo van a tener muy difícil para cohabitar ahora en el seno de la misma formación.

Más allá de la anécdota de una campaña decididamente desestructurada, y de la ecuación personal de un Manuel Valls que carece de salidas políticas, su decisión pone lógicamente punto y final al mandato de François Hollande; desde determinado punto de vista, la campaña de Benoît Hamon y las sucesivas traiciones son un buen balance del quinquenio.

En primer lugar, porque Manuel Valls debe su promoción y su ascenso al jefe del Estado. A pesar de que apenas había cosechado el 5% en las primarias de 2011, tres años después de que Martine Aubry lo amenazase con la exclusión del PS, Valls salió poco a poco de su aislamiento político gracias a François Hollande, convirtiéndose en su director de Comunicación durante la campaña; más tarde fue su ministro del Interior y después su primer ministro. La promoción de Valls y de su línea política ha ido acompañado de un apoyo cada vez menor de la base política, y por lo tanto social, del presidente.

Sin embargo, en el PS siempre ha contado con varias corrientes internas y la síntesis no tenía vocación de ser el extintor de estas divergencias, sino un compromiso político entre actores convencidos de un pilar de valores comunes. Sin embargo, desde su elección, Hollande ha rechazado alcanzar alianzas, incluso con textos puntuales, con los diputados comunistas. A continuación optó por apartar a los ecologistas nombrando a Valls como primer ministro y después a varias corrientes del PS, favorables a un reequilibrio de la política económica. Cinco meses después de la llegada de Valls a Matignon, Arnaud Montebourg, Benoît Hamon y Aurélie Filippetti salían del Gobierno por invitación del hombre con el que creían tener una alianza generacional. No olvidemos que el primero fue sustituido en el cargo por un tal... Emmanuel Macron.

El candidato centrista de En Marcha, aunque lo niega, también es producto del hollandismohollandismo; también él debe su ascenso al presidente saliente, del que fue secretario general adjunto en el Elíseo durante dos años, antes de formar parte del Gobierno, que abandonó para lanzar su propio movimiento político. Macron, en opinión de numerosos socialistas, ha sido el otro rostro, junto con Valls en el menor apoyo político de la mayoria.

Esta decisión fue sancionada sistemáticamente en las urnas en todas las elecciones de mitad de mandato, de las municipales de 2014 a las regionales de 2015. También lo ha sido en la Asamblea Nacional con la denominada “revuelta” de una parte del grupo socialista, que se negó a votar algunos textos, ante la ausencia de compromiso en las enmiendas. Hollande, lo único que ha hecho es aumentar la brecha que lo separa de una gran parte del electorado, que le aupó al poder el 6 de mayo de 2012, haciendo suya la propuesta del FN, de retirar la nacionalidad a los binacionales condenados por terrorismo, y con la aprobación de la reforma laboral. Este mismo FN que Hollande quería contener gracias a su supuesta baza llamada Manuel Valls, el hombre de la izquierda que habla sin rodeos y preocupado por la seguridad. En 2012, Marine Le Pen conseguía el 18%. Desde entonces, los últimos escrutinios otogaron al FN más del 30%.

Al término de este quinquenio en ruinas, sólo queda un electorado desorientado que se ha desmovilizado mucho durante cinco años, que no sabe ya si la política puede cambiar algo a su día a día y si la izquierda tiene todavía sentido; un partido, el PS, sin vitalidad ninguna; izquierdas finalmente “irreconciliables”, según palabras y buenos deseos de Manuel Valls, e incluso un presidente tan impopular que renunció a presentarse, que fue invitado a marcharse por dos hombres a los que él ascendió, Macron y Valls.

También han generado odios mutuos y provocado heridas personales; militantes que han distribuido panfletos y pegado carteles, de forma voluntaria y que se sienten pisoteados; colaboradores que han tenido la sensación de trabajar para nada o casi y de haber sido maltratados con el paso de los meses; miembros destacados  del PS que se desprecian.

Las gruesas palabras pronunciadas entre socialistas han ganado en violencia durante el quinquenio. También en la Asamblea Nacional, donde el presidente del grupo PS de entonces, Bruno Le Roux, amenazaba con la expulsión y la sanción, y donde los frentistas acabaron por firmar mociones de censura contra su propio Gobierno. Por si fuese poco, la reunión del grupo, celebrada el año pasado, durante la cual el primer ministro Manuel Valls señaló que alcanzar un acuerdo con el muy legitimista Olivier Faure era un “compromiso”, anticipada ya sin duda la descomposición que estaba por llegar.

En el fondo, quizás sea mejor así, puesto que la confusión ideológica en la izquierda es peligrosa políticamente, en un país donde el 25% del electorado vota por el FN en cada convocatoria. ¡Por fin, la clarificación tan esperada!, dicen algunos socialistas del equipo de Benoît Hamon. Sin embargo a corto plazo, a tres semanas de la primera vuelta, y sin que vaya acompañada de una dinámica popular, representa uno de los rostros más feos de la política y sólo puede contribuir a hastiar aún más al electorado. ___________

Un sondeo apunta al candidato izquierdista Jean-Luc Mélenchon como el ganador del 'gran debate' en Francia

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Traducción: Mariola Moreno

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