Los libros

‘Un lector llamado Federico García Lorca’

'Un lector llamado Federico García Lorca', de Luis García Montero.

Mònica Vidiella

Un lector llamado Federico García LorcaLuis García MonteroTaurusMadrid2016

“Convertirnos en un espacio, en un yo y en un nosotros, nos obliga de manera inmediata a ser tiempo. Meditar sobre esto fue la tarea a la que se dedicó Federico García Lorca como lector y como escritor en una época en la que los libros eran un ámbito propicio para negociar con la experiencia y definir la propia identidad”. Estas palabras de Luis García Montero (Granada, 1958) en el magnífico prólogo a su último libro Un lector llamado Federico García Lorca, publicado por la editorial Taurus, resume algunos de los objetivos que el poeta persigue con este nuevo ensayo.

García Montero nos acompaña en el deseo de Lorca de descubrirse a través de sus lecturas: “somos aquello que hemos leído”, afirma el autor, y nos sitúa en una posición de lectores privilegiados de un hombre que buscó entender su mundo a través de las palabras, porque “decir yo siempre ha sido un asunto complicado cuando se toma en serio la palabra yo. Y tomarse en serio la palabra yo es la mejor forma de tomar en serio las palabras, todas las palabras”. La lucidez de Luis García Montero va hilvanando un recorrido por la experiencia lectora del poeta que desemboca en un individuo en conflicto con su propia intimidad y en el escritor que toma una u otra decisión en su obra, consciente de sus herencias literarias. Como nos dice Montero, hablando de la tensión de la modernidad que transpira el universo lorquiano, “la poesía no fue nunca un ámbito de autosuficiencia para alcanzar la plenitud, sino un modo de asumir y bregar de manera ética con las contradicciones de la vida.”

En los primeros apartados del libro, se nos enmarca espacial y temporalmente la realidad con la que el joven Lorca deberá entenderse, una realidad que lo hará habitar “sus libros para negociar consigo mismo y con el mundo su propia identidad”. En los capítulos siguientes, cuyos títulos nos remiten siempre a palabras del propio poeta, sin olvidar la música o la cultura popular tan importantes su formación, el autor nos sumerge en las lecturas personales que Lorca hizo de ciertos autores que, de esta manera, se erigieron en precursores privilegiados de su posición. Asistimos a través de este recorrido a la búsqueda del escritor para encontrar su propia voz.

El ensayo reivindica la figura de un García Lorca con una formación literaria muy sólida y para ello visita la intimidad del poeta, el catálogo de su biblioteca, sus cartas o los recuerdos de sus amigos y familiares; y adentrándose, y adentrándonos, en la biografía del joven lector, nos traslada a una época, a un tiempo en el que los libros y la cultura marcaban la esperanza de un futuro mejor, civilizado y feliz. Y este deseo, explicitado por el autor desde la primera página, este homenaje a los libros como búsqueda del yo y del nosotros —“sentir es el verbo en el que se fundan las sociedades”— nos permite acercarnos a Lorca para buscarnos, para ordenar nuestro mundo y tender puentes entre el conflicto social y nuestra propia intimidad, como él se acercó a los clásicos, a Shakespeare, a Victor Hugo, a Wilde, a Verlaine, a Rubén Darío, a Juan Ramón Jiménez o a Unamuno, entre tantos otros.

García Montero nos recuerda las palabras de García Lorca en “La alocución al pueblo de Fuente Vaqueros” (1931): “¡Libros! ¡libros! He aquí una palabra mágica que equivale a decir: 'amor, amor', y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras”. Y a través de esas palabras, leemos el amor de García Montero por los libros, su manera de entender la literatura como búsqueda de la intimidad, como territorio desde el que construir la identidad del individuo, pero también de la necesidad de indagar en la propia intimidad como un territorio elaborado por la historia, un espacio de conocimiento individual que implica una vinculación social.

A propósito de Góngora y de la calificación que García Lorca hace de él como apasionado de los mitos clásicos, dice García Montero: “En pocos autores se cumple tanto como en García Lorca esa máxima de que un escritor en realidad habla de sí mismo cuando analiza la obra de los demás”. Y en este ensayo, leyendo con los ojos de Lorca, a Lorca y sobre Lorca, leemos con los ojos de Luis García Montero y a Luis García Montero. Leemos con el entusiasmo del adolescente que un día se quedó deslumbrado ante el volumen de las obras completas del poeta de Fuente Vaqueros, y con la pasión del lector que sigue entendiendo los libros como factor de transformación social, como esperanza de una sociedad más justa , y con la inteligencia del poeta que, como Lorca, se sabe heredero de una tradición, y que entiende que debe rehacerla con su obra, reordenando el pasado con un cambio de perspectiva.

Irene Escolar da cuerpo a la palabra de Lorca

Irene Escolar da cuerpo a la palabra de Lorca

Luis García Montero cierra este libro con el poema “Huerta de San Vicente” de su poemario Vista cansada (2008), este poema es un homenaje a García Lorca, un homenaje a la ciudad, y al mundo, que quiso buscar a través del poeta, pero también un homenaje a todos aquellos lectores que entendemos la memoria como parte imprescindible de nuestra identidad.

*Mònica Vidiella es profesora de Literatura.Mònica Vidiella

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