Club de lectura

Aprender a leer

La cadena trófica, de Rafael Reig.

Abril Gómez de Enterría (Casa del Libro)

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El pasado mes de febrero debatimos con Rafael Reig sobre la historia de la literatura española e hispanoamericana a partir de sus novelas Señales de humo y La cadena trófica, los dos volúmenes que componen su Manual de literatura para caníbales donde el autor hace un repaso crítico y cargado de humor de lo que hemos estudiado y leído, y de lo que no.

El autor —escritor, articulista, profesor de literatura y, desde hace ya casi cuatro años, librero— nos ha acompañado en tertulias anteriores: hace un par de años, cuando publicó la novela sobre la Transición Un árbol caído, y el pasado verano, cuando hablamos sobre literatura erótica al hilo de Cuentos eróticos de San Valentín.

Tras publicar en la editorial Debate la primera edición del polémico Manual de literatura para caníbales —recientemente reeditado bajo el título La cadena trófica—, Rafael comenzó a publicar auténticas sentencias sobre literatura contemporánea en el suplemento El Cultural del periódico El Mundo. Estos artículos de valiente y despiadada crítica literaria, junto con otra veintena de ellos extraídos de su blog personal —presentados aquí como ejercicios prácticos—, fueron compilados por Caballo de Troya en Visto para sentencia. En el más que recomendable prólogo de dicho libro encontramos buena parte de los alegatos necesarios para la defensa del Manual de literatura para caníbales que tenemos entre manos, una crítica que va más allá de los autores u obras particulares y las entidades públicas y privadas que los encumbran o los invisibilizan, mientras que en sus sentencias la crítica se dirige incluso contra sí mismo y en los ejercicios prácticos encontramos una referencia al capítulo 31 mencionado en Señales de humo que nos resultará de lo más familiar a quienes hemos leído la novela.

 

Sin embargo, sus lecturas —y relecturas, como buen intelectual que es— de obras literarias han dado más de sí, no solo en su labor como editor de obras de Larra y Galdós o de otros autores del siglo XIX, sino al publicar una versión modernizada de las aventuras de Don Quijote a lo largo de toda la geografía española, primero por entregas en el diario 20 minutos y posteriormente en forma de libro, con las Hazañas del capitán Carpeto (Lengua de Trapo, 2005), así como a través de la novela en tres actos ¡Mio Cid! (451 Editores, 2007), con la que Javier Azpeitia, Luisgé Martín y él compartieron su particular reescritura del clásico poema épico de la literatura española.

Una vez publicados ambos, resulta difícil hablar de uno de los volúmenes del Manual de literatura para caníbales sin hacer referencia al que lo complementa, pues pese a las evidentes diferencias en el argumento y el estilo encontramos también muchos aspectos en común. Así, mientras La cadena trófica nos presentaba un recorrido por la historia de la literatura a través de seis generaciones de una familia de fracasados aspirantes a escritores, Señales de humo responde al recuerdo de los viajes en el tiempo que desde muy joven ha experimentado el profesor de literatura retirado Martín Belinchón (bisnieto de Benito Belinchón, el que fuera narrador de La cadena trófica). Los Belinchón de La cadena trófica comparten algo más que la marca de la letra "ce" sobre su nalga derecha, su gusto por la literatura y su empeño en publicar a contracorriente de la moda del momento: creen firmemente, al menos en algún momento de su vida, en la metempsicosis o transmigración de las almas tras la muerte; mientras que los viajes en el tiempo de Martín en Señales de humo se producen precisamente a través de la encarnación en personas o animales que existen de hecho en cada una de las épocas que visita, viajes que según nos cuenta el narrador se producen a raíz de que tuvo ocasión de morir “por primera vez”.

Los protagonistas de ambas novelas están en contacto directo con los autores más representativos de los distintos periodos históricos y literarios, aunque en el caso de Señales de humo Martín, en sus sucesivas "encarnaciones", cuenta con el conocimiento de todos los acontecimientos históricos y literarios que se irán sucediendo en periodos posteriores, y además lo comparte con su alumnado del presente —al que no propone los ejercicios prácticos que encontramos en La cadena trófica y en su lugar les plantea numerosas preguntas y cede la palabra a lo largo de la narración—. Los dos volúmenes tienen en común, además, la presentación explícita del conflicto que rige la historia de la literatura: la guerra entre la literatura popular y la elitista en el caso de Señales de humo, y la depredación de unas corrientes literarias por parte de sus sucesoras en La cadena trófica. Por último, observamos una diferencia significativa en cuanto al estilo y contenido más allá del argumento: en Señales de humo nos encontramos con un interesante juego de la voz narrativa con el lenguaje que, respondiendo a la evolución de nuestra lengua, se adapta en mayor medida a cada una de las épocas que en ella se narran; así como un mayor número de citas literarias, más explícitas que en La cadena trófica.

Para terminar, cabe mencionar algunos cambios que Reig ha introducido en La cadena trófica en esta reciente reedición de Tusquets: alguna nueva mención a Javier Marías y un mayor ensañamiento con Arturo Pérez-Reverte —que no alcanza sin embargo al que sufre Azorín—, la inclusión de autores contemporáneos como Ricardo Gómez —atención a la dedicatoria de Señales de humo, en la que incluye esta vez a "los amigos carpinteros"—, el enriquecimiento de los apartados "Para saber más" y el añadido de nuevos "Ejercicios prácticos" en casi todos los capítulos o temas. Entre estos nuevos ejercicios prácticos quiero destacar uno que se refiere a uno de los asuntos que hemos tratado muchas veces en nuestras tertulias, en torno al cual profundizamos en mayor medida en aquella que mantuvimos con Daniel Bernabé en torno a Trayecto en noche cerrada:

 

5. Considere cualquier novela contemporánea y hágase estas preguntas: ¿de qué vive el protagonista? ¿Cuánto gana al mes? ¿Qué trabajo desempeña? ¿Con qué ahorros cuenta? Lea después a Galdós y explique por qué la literatura dejó de ser realista para volverse experimental a partir de los planes de desarrollo del franquismo.

Antes de comentar el debate que se generó durante la tertulia, no quiero dejar de mencionar dos publicaciones recientes que son atípicas historias de la literatura narradas en clave de humor. Se trata del cómic sobre la historia de la literatura francesa La comedia literaria. De Roldán a Boris Vian de Catherine Maurisse y 20 buenísimas razones para no leer nunca más, de Pierre Ménard y con ilustraciones de Ana Flecha, que nos explica los perjuicios que ocasiona la lectura a través de numerosas anécdotas y curiosidades en torno a destacadas obras y autores de la literatura universal.

Rafael comenzó explicándonos que este Manual trata sobre el placer de la lectura, y no tanto de la escritura. Le interesa la ficción narrativa, la forma en que nos contamos cómo vivimos a través del relato construido en novelas, películas, poemas... El autor mantiene la teoría compartida por muchas de las participantes en el club de que nos educan a través de estas historias, lo cual es una responsabilidad para el autor pero también para el lector, que ha de decidir si quiere que el relato de nuestra historia reciente sea obra de Cela o bien de otros autores como Iturralde o Rodoreda, cuya literatura (experimental y difícil) nos recomendó. Al hilo de esto, recordó cómo hace un par de décadas, cuando él trabajaba en una oficina, se puso de moda en las empresas regalar el libro ¿Quién se ha llevado mi queso?, cuyo relato viene a decir al lector, con todo el cinismo y los intereses que caracterizan a las grandes empresas: "Mira este despido como una oportunidad". Más adelante, nos recordó que el 10% de la población española acumula más del 50% de la riqueza, y después nos contó la anécdota recogida por Gibbon acerca de la posibilidad de uniformar a los esclavos para tenerlos identificados ante las revueltas contra el Imperio Romano, que entrañaba el riesgo de que al verse así se dieran cuenta de cuántos son —anécdota vigente y que nos ayuda a entender el empeño de las grandes compañías para promover el individualismo—. Reig explicó que no quiere morir cabreado, que es como se siente cada mañana cuando lee el periódico, y esta es una de las razones que le llevan a construir relatos alternativos.

Además de la ficción narrativa, a Rafael le interesa cómo leer. Afirma que quien no sabe leer —es decir, interpretar aquello que lee— está indefenso, y por eso pretende desmontar al leer para derribar el mito. Esta idea se materializó hace unos años en el taller cultural La Carpintería con el proyecto Desmontar el juguete. La triple C: Chejov, Cortázar y Carver, que se desarrolló en la casa rural Peña Pintada de Cercedilla donde Rafael coordina junto con Pedro Sáez una estupenda tertulia literaria, y donde se organizan con frecuencia encuentros poéticos, tertulias literarias de estudiantes del instituto público de la localidad y tardes de domingo de ajedrez. Rafael cree necesario construir una ficción alternativa al escribir, aquella que nos permita construir mitos alternativos, y su Manual de literatura para caníbales es una buena muestra de ello. Una lectora preguntó cómo se lee mejor, a lo que Rafael respondió que con un lápiz y tomando notas; una lectura activa que nos permita destacar aspectos y mantener una postura crítica ante lo que leemos, pues considera que debemos estar siempre alerta, ser críticos y relativizar. Además, recomienda una aproximación desacralizada a los clásicos y promueve la reacción a través de una mejor lectura —lectura que ha de ser a un tiempo a la defensiva y en defensa propia—, así como a través de la exigencia por parte de los lectores de que quienes escriben lo hagan mejor, construyendo nuevos relatos.El autor considera que necesitamos la ficción porque da sentido a nuestra vida, no como capricho ni como entretenimiento, sino como forma de articular en la narración una experiencia que no existe como tal. Así, a la manera del Archivo General de Emociones de Señales de humo, la literatura nos dice cómo debemos sentirnos y actuar ante sucesos cotidianos como un divorcio, el fallecimiento de un ser querido o una relación de pareja. Y el autor se pregunta: ¿qué sentido tendría si no el éxito en ventas de fenómenos literarios como Cincuenta sombras de Grey, que refuerzan la idea de la sumisión de la mujer ante el hombre? Debatimos después acerca de la idea de que las emociones se aprenden, y Reig puso como ejemplo la idea del amor que representa don Quijote, incomprensible para Sancho que sí está casado y sin embargo no acierta a entender esas locas ideas de don Quijote, consecuencia de su lectura de novelas. Hablamos también de los libros que nos llegan y los que no —como sucede con las Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos, de Lope de Vega—, de cómo se han perdido importantes tratados sobre la comedia y cómo esto está relacionado con el hecho de que tenemos dos formas de defendernos del miedo -los dioses y la risa-, y se ha preferido una cosa y no la otra. Preguntado por la relación entre la inseguridad de que lo que vivimos no sea real y el mito de la caverna de Platón, Rafael, desde su postura marxista que dirige su atención a las condiciones materiales frente a la belleza de las ideas, considera que la ficción es importante precisamente para interpretar las condiciones materiales.Una vez abierto completamente el debate a las lectoras, surgieron diversas preguntas y reflexiones en torno a las novelas. Hubo quien afirmó que en ellas tiene mayor fuerza el poder ensayístico que el narrativo —no es casual que a menudo estas novelas sean catalogadas en librerías y bibliotecas como estudios literarios en lugar de como ficción— y el autor admitió que la trama es en ocasiones la tramoya que da espectacularidad a la obra. Después Reig explicó que la novela contemporánea se caracteriza precisamente por cuestionar la propia novela y habló de la necesidad de seducir y contar las cosas de forma que atraigan, refiriéndose a su experiencia como profesor. También se comentó la sorpresa del lector al encontrar representadas en dicha trama obras destacadas como el Lazarillo o Fortunata y Jacinta, o al comprender que no se ajusta a la realidad la idea que algunas nos habíamos formado sobre la ausencia de Calderón en Señales de humo, pues está representado en la narración sobre Carlos, el primer hijo de Felipe II, a quien el autor convirtió en materia filosófica barroca en La vida es sueño. Hubo también quien alabó de este Manual que despierta las ganas de leer, así como sus puntos cómicos y el empleo de la ironía. A continuación, Rafael nos explicó la necesidad de cambiar la trama en Señales de humo con respecto a la de La cadena trófica, pues un periodo mucho más largo no podía ser presentado a través de diversas generaciones, y le pareció una buena idea recluir a su protagonista en un manicomio, que tal y como mantiene el escritor es donde acaba mucha gente sensata ante la dificultad de ser sensato en los tiempos que corren.Hablamos de la manía que el autor manifiesta en sus novelas hacia los intelectuales y Rafael argumentó que la cultura popular ya no existe —nos han despojado de ella—, ha sido perseguida, silenciada y borrada, y ahora lo popular es lo que nos imponen grandes empresas —una cultura dirigida al pueblo pero que no procede de éste—; y se refirió a Chavs. La demonización de la clase obrera, de Owen Jones. Hablamos también de cómo interpreta el pueblo la alta cultura y lo relacionamos con el consumismo y la inmediatez, la globalización y la universalización, ante aquello que requiere reflexión y, por lo tanto, un tiempo que poder dedicarle. Otro lector se preguntó si la cultura creada desde abajo existió realmente en otros tiempos, ante lo que Rafael respondió con un rotundo "sí": hasta la aparición de la autoría, que abrió una brecha que se amplió en el Renacimiento —estaba presente en el Lazarillo, por ejemplo—; y pasamos a debatir en torno a la idea mantenida por Reig de que la cultura juvenil es "facha", lo cual se refleja en la mayor parte de series televisivas dirigidas a adolescentes. Hablamos de la cultura de la inmediatez, de la sociedad informatizada y de la lectura de los chavales, ¿supone una mejora o un empeoramiento?, y después Rafael explicó que no está de acuerdo con la idea de que ahora se lee menos. Reflexionamos en torno al concepto de cultura y al plantearla nuestro lector como "transmisión de conocimientos", Rafael llamó nuestra atención sobre dos huelgas que se están manteniendo en estos días, asunto que dio lugar a un encendido debate: la huelga de los maquinistas de metro y la de los estibadores, de las cuales no se nos informa sobre sus causas y motivos sino sobre los perjuicios que presuntamente ocasionan al resto de la población, respondiendo a una estrategia de desinformación y criminalización de la protesta que pretende deslegitimarla y dividir a todos estos no uniformados que formamos el 90% de la población, quienes no atesoramos la mayor parte de la riqueza.Para finalizar, alguien preguntó a Rafael si está escribiendo algo y nos explicó que está con varias posibilidades abiertas pero aún no sabe cuál o cuáles de ellas cuajarán, por lo que prefiere no contar nada aún. Después le preguntaron si no va a continuar esta serie de novelas y él planteó que para ello tendría que imaginar el futuro; al mencionar alguien la posibilidad de continuarla con una manual de literatura universal, él habló de la imposibilidad de esa empresa que resulta inabarcable. A continuación, pregunté ingenuamente qué pasa con las mujeres escritoras, por qué apenas aparecen más allá del último capítulo de La cadena trófica —que se refiere a la creación literaria actual—, y Rafael nos describió las dificultades que encontró cuando se le exigió la inclusión de al menos una escritora en un curso que preparaba para una universidad estadounidense sobre la literatura hispanoamericana del siglo XIX. Comentamos esa misma dificultad en otras áreas de conocimiento como la ciencia, donde parece que la referencia a mujeres es forzada porque ni siquiera las propias científicas actuales las conocen, y una lectora hizo un estupendo resumen de las condiciones con las que se ha encontrado la mujer a lo largo de la historia, a quien no se le permitía tener siquiera la ambición de escribir o de investigar. Esta lectora finalizó su intervención con un reto: hacer que ahora las mujeres sí consigan compartir ese espacio que tradicionalmente se ha reservado a los hombres.Rafael había venido a nuestra tertulia leyendo La cena, de Herman Koch, novela cuya lectura nos recomendó. A continuación, uno de nuestros lectores nos invitó a conocer la obra de Stephen Dixon, de quien la editorial argentina Eterna cadencia ha publicado recientemente la sugerente Interestatal. Nos quedamos con ganas de seguir leyendo, y seguro que trataremos de hacerlo de la mejor manera posible.#dts iframe {display:none!important;} #dts #txt iframe, #dts .col8-f1 iframe {display:block!important;} ChejovCortázar CarverPedro Sáezuna estupenda tertulia literariaManual de literatura para caníbales

Señales de humoCincuenta sombras de GreyRimas humanas y divinas del licenciado Tomé de BurguillosLope de Vega—Platón

LazarilloFortunata y JacintaCalderón Señales de humoFelipe IILa vida es sueñoManualSeñales de humoLa cadena trófica

Chavs. La demonización de la clase obreraOwen JonesLazarillo

La cadena trófica

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La cenaHerman KochStephen DixonInterestatal

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