Los libros

La imagen que transfunde

Portada de Sangre seca, de Josep M. Rodríguez.

Mònica Vidiella

Sangre secaJosep M. RodríguezHiperiónMadrid2017Sangre seca

 

“Cae la nieve/ sobre la realidad, modificándola./ Exactamente igual que mi mirada./No dejo de ser yo/en todo lo que veo.” Cada poeta es una forma de mirar y la mirada de Josep M. Rodríguez (Súria, Barcelona, 1976)  nos alcanza a través de poderosísimas imágenes que muestran no solamente aquello que vemos, sino que trascienden la realidad con una fuerza que nos invita a adentrarnos en las profundidades, a desvelar lo inefable, como solo pueden hacer los grandes poetas.

Sangre seca, que ha recibido el XXIV Premio de Poesía Ciudad de Córdoba Ricardo Molina y que publica la editorial Hiperión, es un libro en el que, como dice Joan Margarit en su epílogo, “la escritura avanza con la misma intensidad en dos ámbitos a la vez, el de la historia personal y el de la colectiva”. Y ahí reside la importancia de la poesía, en esa capacidad de construir la identidad e indagar en una subjetividad que enlace la mirada personal a la mirada global, que nos interpele a modular nuestra intimidad en relación a los valores comunes. Es Sangre seca un poemario intimista, que va de lo individual a lo global, creciendo hacia dentro.

Josep M. Rodríguez es autor de los poemarios Las deudas del viajero (1998), Frío (2002), La caja negra (Premio de Poesía Emilio Prados, 2004), Raíz (Premio de Poesía Emilio Alarcos, 2008) y Arquitectura yo (Premio de Poesía Generación del 27, 2012), recogidos todos ellos en la antología Ecosistema (2015). La construcción del yo, la conciencia de lo fugitivo, el desasosiego ante el paso del tiempo —“Me reconozco en lo que está incompleto./ ¿Qué más puedo decir?/ Mi corazón es una cuenta atrás”—, la oscilación entre lo inmediato y lo eterno, la poesía como refugio, como misterio —“Han pasado los años/ y aquel ruido/me ha despertado muchas otras noches: sé que es el mismo tren/ y sé que está más cerca”—,  la fragilidad del amor —“cuando a prendí a nadar/te llevaste la orilla”—, o la contundencia de la muerte —“los recuerdos son olas/siempre vuelven./Y la muerte deshace./ Antes y después”— son algunos de los temas capitales en su poesía y nos golpean de nuevo en los poemas que componen Sangre seca.

Hay un tema, sin embargo, que recorre los versos de este poemario, interpelándonos: la memoria. “Frente al paisaje inmóvil/la memoria es la chica que da vueltas/ esperando al que lanza los cuchillos.” Y la necesidad de ser conscientes de que la memoria es y nos hace vulnerables: “Y el cielo se parece a la memoria,/sabes que sigue ahí a cada instante/aunque su ir/ y venir/ nunca te pertenezca”. Una memoria que devuelve al yo poético a la infancia en maravillosas composiciones como “Material infancia”, “Historia natural” que se nos ofrece en versión bilingüe, “Cada vez más”  o “Preparativos para el viaje”

Los poemas de Sangre seca son de una gran altura poética, nos hallamos ante la búsqueda, y el logro, de un elevado nivel de precisión, ante una expresión poética muy consciente, concisa, condensada, centrada en el verso corto, en la definición, a veces casi en el aforismo. Josep M. Rodríguez es un poeta con una voz propia muy potente, que de manera magistral encuentra el equilibrio en la fragmentación, en la combinación de los diferentes planos de la realidad, en el extrañamiento, en los espacios en blanco, en las elipsis, en silencios que se cargan de significación en unos versos que nos sorprenden, que nos sugieren, que nos adentran en un mundo heterogéneo e incierto y nos convocan —a nosotros, lectores, artífices también del acto poético— a interpretar, a buscarnos en ese espacio que nos brinda el poema.

Sangre seca respeta al lector y respeta a la tradición. Es un poemario culturalista en el que encontramos citas literales o referencias explícitas a autores que han formado parte de la educación sentimental o de la mirada del poeta: Lorca, Eliot, Rimbaud, Baudelaire, Silvia Plath... Pero como muy dice Margaritcolocadas en una relación muy profunda con los propios versos, y que acaba formando parte del poema final”. El autor de Sangre seca parte de una tradición literaria pero sabe que tiene la responsabilidad de construir la tradición en su propia obra a través de su talento poético. Y lo hace.

Josep M. Rodríguez es sin duda uno de los poetas actuales más sobresalientes y su nuevo libro así lo constata. Para el poeta catalán la poesía es ”sangre seca” y para nosotros, sus lectores, su poesía es también sangre, una sangre que nos transfunde y nos vivifica, que nos ayuda a entender el mundo y a entendernos, a construirlo y a construirnos.

*Mònica Vidiella es profesora de Literatura. Mònica Vidiella

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