Luces Rojas

¿Qué se hizo de todo este esfuerzo formativo?

¿Qué se hizo de todo este esfuerzo formativo? El bajo rendimiento ocupacional de nuestros títulos: una mirada a la a la demanda

Luis Ortiz

En estos tiempos en los que a veces cunde el desánimo en nuestra sociedad, merece la pena mirar atrás y reparar en lo que se hizo bien en las últimas décadas. El gráfico inferior muestra la diferencia en la proporción de titulados con educación terciaria (universidad y formación profesional superior) entre los más jóvenes (25-34 años) y los más viejos (55-65 años) de aquellos en edad de trabajar dentro de una serie de países considerados en un reciente informe de la OCDE (Education at a Glance 2011).

Tal comparación es una forma estándar de medir la expansión educativa. En el gráfico se puede apreciar que la diferencia en la proporción de individuos con educación superior entre uno y otro grupo es en España de veinte puntos porcentuales, muy superior a la media de la OCDE y sólo por detrás de los países marcados en rojo.

Es un esfuerzo educativo notable, que sin duda ha contribuido al desarrollo personal de nuestra ciudadanía y a su capacidad para serlo, pues la educación dota al ciudadano de defensas frente al poder (económico, político, mediático, corporativo, profesional…) que se concentra en torno a él. En ese sentido, la educación (sobre todo, la de la clase trabajadora) garantiza una sociedad más igualitaria. Quizá no haya habido nada más efectivo para consolidar nuestra democracia.

GRÁFICO 1

Pero esperamos también de la educación una cierta rentabilidad económica. En términos individuales, se espera de ella unos ingresos y una ocupación. En términos sociales, la mejora de la productividad de nuestra economía. Desafortunadamente, en este sentido la rentabilidad del esfuerzo no ha sido proporcional al mismo.

Para los países europeos con una mayor expansión educativa en el gráfico 1, el gráfico siguiente muestra la evolución del porcentaje de titulados con educación terciaria que no trabajan en ocupaciones en las que, dada su formación, sería esperable que trabajaran.

En ningún país los titulados superiores se han visto abocados a un riesgo de infrautilización de su formación tan alto como se han visto en España. Es algo que no puede ser atribuido a la crisis económica que vivimos, pues se remonta a antes de su comienzo. Dicho sea de paso, el gráfico induce a pensar que la expansión educativa no comporta necesariamente una devaluación de los títulos, ya que países con una expansión educativa mayor que la nuestra no sufrieron el mismo subempleo.

Es más, es probable que esa expansión educativa sea en su caso una de las claves de la competitividad de sus respectivas economías. En nuestro caso no ha sido así, y es lamentable que unas expectativas individuales y familiares, y un esfuerzo social tan grande, se hayan visto tan malbaratados.

GRÁFICO 2

Cuando se analiza últimamente el rendimiento económico o laboral de nuestra educación, a menudo se atribuyen demasiadas culpas a nuestras instituciones educativas, o a las leyes o a las reformas que están detrás de ellas. Los resultados de los análisis PISA, o los más recientes del PIAAC (una suerte de PISA para adultos), han vuelto a poner el foco de atención sobre la LOGSE (aquí).

Sin embargo, los resultados de los análisis que se han llevado a cabo no son concluyentes en la atribución de culpas. Tenemos contribuciones que animan a pensar que, en efecto, hubo un claro efecto negativo (aquí y aquí), o uno no tan claro (aquí).

Es razonable pensar que buena parte del escaso logro educativo de nuestros jóvenes radica en el logro educativo de la generación que les precede, muy diferente de unas comunidades autónomas a otras, como lo son las propias puntuaciones PISA. Así lo ha apuntado José Saturnino Martinez (aquí).

Es significativo que en una reciente presentación de los resultados de PIAAC para España en la Fundación Jaume Bofill (Barcelona), William Thorn, analista senior de la OCDE, hablara al mismo tiempo de los pobres resultados de PIAAC para España y del avance que revelan en el tiempo (aquí).

El salto en logro educativo visto en el gráfico 1 queda refrendado por el salto en capacidades cognitivas reflejado, por ejemplo, por el avance en la habilidad lectora que recoge el gráfico inferior, extraído de la presentación que Thorn hizo para la Fundación Jaume Bofill.

GRÁFICO 3

No está de más, pues, mirar al otro lado del mercado de trabajo y preguntarse qué se ha hecho de esa formación que crecientemente se iba ofreciendo a nuestros empleadores, públicos o privados. He querido responder a esta pregunta para los países señalados en rojo en el gráfico inicial, y para los que están cerca de ellos.

Para ello he recurrido a varias fuentes, entre las que están los datos elaborados por el Observatorio de las Actividades Basadas en el Conocimiento (ABACO), un proyecto conjunto del Instituto de Investigaciones Económicas (IVIE), la Fundación para la Innovación Tecnológica (COTEC) y la Universidad de Valencia para evaluar y reflexionar sobre el peso del conocimiento en nuestra economía. ABACO clasifica las actividades económicas como intensivas en conocimiento en función del capital físico (maquinaria, equipo y tecnologías de la información y la comunicación, TIC) o capital humano que requieren (aquí).

Sabiendo que Irlanda sufrió también los efectos del pinchazo de una burbuja inmobiliaria, y dada su posición cercana a España en el gráfico 2, podríamos estar tentados a atribuir el subempleo de estos dos países al sobredimensionamiento del sector de la construcción. Yo creo que la historia no acaba ahí.

Para los países del gráfico 1 seleccionados en función de su mayor expansión educativa, los dos gráficos siguientes muestran la evolución del empleo en la industria y los servicios de alta tecnología, como porcentaje del empleo en el total de la industria y los servicios, respectivamente. La construcción no está incluida de los servicios. El empleo de la industria española de alta tecnología está por detrás de los países con los que se compara, y por detrás de la media de la Unión Europea. Lo mismo ocurre con los servicios de alta tecnología, aunque en este caso se observa una tendencia positiva.

GRÁFICO 4

GRÁFICO 5

Hay quien podría argumentar que un exceso de cualificación en el mercado de trabajo es un potencial a disposición de las empresas, para que evolucionen hacia segmentos de cada vez mayor valor añadido dentro de sus respectivos sectores. Que ello sea así en buena medida depende del propio nivel educativo de los empresarios.

Desafortunadamente, el nivel educativo de nuestros emprendedores es alarmantemente bajo. Como vemos en el siguiente gráfico, más de un 40% de los empleadores españoles tenían un nivel de educación elemental en el 2011; de nuevo, muy distante del de otros países que también experimentaron una fuerte expansión educativa en las últimas décadas. No anima a pensar que consideren el exceso de cualificación en sus plantillas como un potencial, sino como un mero sobrante o exceso.

GRÁFICO 6

El indicador del gráfico anterior sólo es apropiado para las pequeñas empresas. Para aproximarme al valor que las grandes empresas de nuestro país pueden conceder al eventual exceso de capital humano a disposición en sus respectivas plantillas, he recurrido a su inversión en I+D. El siguiente gráfico muestra el esfuerzo en investigación y desarrollo como porcentaje del PIB que han realizado las empresas de la serie de países a los que estoy prestando más atención.

Aquí dispongo de nuevo de datos para Corea del Sur y Japón, que hablan por sí mismos, como habla por sí mismo el muy escaso esfuerzo de las empresas españolas, sólo equivalente al caso de Polonia, donde, al fin al cabo, como hemos visto antes, los emprendedores están infinitamente mejor educados que los españoles.

GRÁFICO 7

Ciertamente, el marco laboral existente no ha fomentado que las empresas valoren y fomenten el capital humano disponible en sus empresas. Por el contrario la precariedad del empleo actúa como una barrera para que esto sea así: ni los empresarios están interesados en invertir en formación específica, ni lo están tampoco los empleados, si la relación contractual puede romperse con facilidad. A ello apunta un reciente análisis que pone en relación la temporalidad, la formación en la empresa y las habilidades cognitivas realizado por Antonio Cabrales, Dolado y Mora (aquí).

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Por mucho éxito que nuestro sistema educativo hubiera tenido en elevar el rendimiento educativo y las habilidades cognitivas de la población española, es difícil que toda esa mejora se hubiera visto reflejada en un mercado de trabajo caracterizado por el bajo crecimiento del empleo en los sectores de alta intensidad tecnológica, la baja formación de nuestros empleadores o la relativamente reducida inversión en investigación y desarrollo, en un mercado de trabajo donde, además, la elevada temporalidad en el empleo no actúa como acicate para la formación específica, ni por parte de los empleadores ni de los empleados.

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Luis Ortiz es profesor agregado en el Departament de Ciències Polítiques i Socials de la Universitat Pompeu Fabra. Su investigación aborda las relaciones laborales en perspectiva comparada, los cambios la organización del trabajo, la transición de la educación al empleo y la sobreeducación

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