Luces Rojas

El enigma de Ucrania al descubierto: las protestas en su contexto

Decenas de miles de ucranianos proeuropeos se manifiestan en las calles de Kiev a favor de la dimisión del presidente, Víktor Yanukóvich, el pasado 8 de diciembre.

Leonid Peisakhin

El tratamiento de las protestas en Ucrania por parte de los medios ha consistido, en la mayor parte de los casos, en presentar una nación que de forma casi universal aspira a establecer lazos más estrechos con Europa, lo que le hace entrar en conflicto con unos líderes que intentan restablecer el pasado soviético y desarrollar relaciones más sólidas con Rusia. Esta descripción de la situación no es solo una caricatura de lo que verdaderamente está ocurriendo, sino que además constituye un engaño peligroso que terminará perjudicando a Ucrania en el largo plazo al posponer un diálogo nacional más que necesario sobre las aspiraciones políticas, económicas y culturales de este país.

Ucrania es uno de los países más jóvenes del mundo: en agosto de 2013 cumplió 22 años. Antes del colapso de la Unión Soviética en 1991, Ucrania nunca había existido como Estado independiente en las fronteras actuales. Algunas partes del país experimentaron la independencia a mediados del siglo XVII y, más recientemente, en el periodo 1918-1920; pero estos episodios fueron muy breves y acabaron en todos los casos de forma traumática, siendo suprimidos por los vecinos del Este y del Oeste. El propio nombre del país, que en antiguo eslavo significa “en la frontera”, se refiere a una característica geográfica y no a una tradición cultural o a un origen étnico común.

Si hay algún elemento histórico que defina la evolución de Ucrania, es la división: división entre la república polaco-lituana y Rusia en 1569-1795, entre los imperios austriaco y ruso en 1795-1917, y entre las Iglesias ortodoxas griega y rusa desde 1596 hasta hoy día. Ucrania puede reclamar con pleno derecho tanto a figuras señeras de la cultura rusa (como Nikolai Gogol y Mikhail Bulgakov, ambos nacidos en Ucrania) como de la cultura occidental (el gran científico social Joseph Schumpeter trabajó en la Universidad de Czernowitz). Ucrania nunca ha sido una unidad nacional coherente: le ha faltado una historia compartida y un conjunto de aspiraciones políticas aceptadas por todos.

Dada la historia desgraciada y tortuosa de Ucrania, así como su breve experiencia como Estado propio, no debería sorprender demasiado que el país se encuentre internamente fracturado: dicha fractura es visible en muchos ámbitos, desde la política exterior hasta el debate sobre el pasado, pasando por la política económica.

Los datos de encuesta que proporciona uno de los principales institutos de opinión públicos en Ucrania, el Centro Razumkov, demuestra que los ucranianos están muy divididos en cuanto a si Ucrania debería avanzar en su integración con Europa o si debería regresar al área de influencia rusa:

Evolución de las preferencias en política exterior, 2011-2013

Como muestra el gráfico, un 42% son partidarios de estrechar lazos con Europa y un 31% cree que Ucrania estaría mejor formando parte de una Unión Aduanera dominada por Rusia en la que se incluyera a exrepúblicas soviéticas como Kazajstán y Bielorrusia. Este patrón en las preferencias públicas es estable a lo largo del tiempo y muestra que es incorrecto afirmar que haya una mayoría abrumadora de ciudadanos partidarios de la integración europea, si bien es cierto que la opción proeuropea es algo más popular.

Resultan especialmente llamativas las profundas diferencias regionales en los apoyos a Europa y a Rusia. A continuación se muestran algunos datos regionales sobre los beneficios económicos que la gente percibe de la asociación con la UE y de la Unión Aduanera con Rusia (la fuente es una encuesta realizada por el Razumkov Center a 2.010 ciudadanos en abril de 2013). Mientras que en el total nacional la UE aventaja a Rusia por diez puntos porcentuales, en el sur y el este de Ucrania, donde se concentra la base industrial del país, la Unión Aduanera se asocia con mayores beneficios que la UE.

La historia tiene un peso fuerte en Ucrania. En un libro que estoy terminando, titulado The Long Shadow of the Past: Persistence of Political Identities in Ukraine, muestro que las identidades políticas que se forjaron bajo los imperios austriaco y ruso durante el siglo XIX y comienzos del XX tienen todavía hoy una fuerte influencia sobre la política de Ucrania. Gracias a una muestra representativa de municipios situados a 25 kilómetros de la hoy ya extinta frontera entre los imperios austriaco y ruso, he descubierto que el apoyo a relaciones más estrechas con Rusia se incrementa en 28 puntos porcentuales cuando se pasa del lado austriaco al ruso de la antigua frontera imperial (véase el siguiente gráfico). Aunque dicha frontera desapareció hace casi cien años, su legado político permanece vivo.

El futuro de Ucrania debe ser con Rusia

Nada de lo que dicho hasta el momento, sin embargo, puede servir de excusa o justificación a las preocupantes tendencias autoritarias que está exhibiendo el presidente Yanukovych; lo mismo puede decirse sobre el uso excesivo de la fuerza para reprimir las protestas pacíficas. Con todo, es fundamental separar la insatisfacción comprensible con el régimen actual y la cuestión, mucho más compleja y delicada, del futuro geopolítico de Ucrania. Cualquier solución que venga impuesta (ya sea por quienes protestan en la calle, por las élites que apoyan el régimen, o por políticos rusos o europeos) está condenada al fracaso.

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Lo que Ucrania necesita es una conversación nacional en la que participen todas las regiones y en la que se aborde el pasado, presente y futuro del país, conversación que debería culminar en un referéndum. No nos olvidemos que Estados Unidos sufrió una guerra civil como consecuencia de las diferencias sobre asuntos morales y económicos que a punto estuvo de partir el país en dos: los efectos de aquel conflicto son aún visibles en muchos ámbitos de la vida norteamericana.

Las divisiones históricas en Ucrania vienen de más atrás que en el caso de EEUU y no son menos serias que las que sacudieron a este país 90 años después de su constitución. Parece llegado el momento de reconocer la complejidad de la encrucijada en la que se encuentra Ucrania: es preciso buscar soluciones basadas en la reconciliación nacional y no en la imposición de una política por quienquiera que se encuentre en la cúspide del poder. _________________________________

Leonid Peisakhin es Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Yale. En la actualidad trabaja como investigador en el Instituto Carlos III-Juan March de Ciencias Sociales de la Universidad Carlos III.

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