Luces Rojas

Países del sur de Europa... ¡Uníos!

A pesar de que algunos comentaristas, como Paul Krugman, nos invitan a participar de una visión más positiva sobre el drama que se está viviendo en la negociación entre Grecia y la UE, relativa a su rescate, lo cierto es que hay pocos, muy pocos, motivos para el optimismo. Baste con recordar que Syriza ganó las elecciones prometiendo el fin del rescate en este país y, consecuentemente, de las políticas de austeridad.

Pues bien, Europa 1, Grecia 0. Los compromisos políticos que Grecia ha tenido que dejar a un lado para que la UE libere la última parte de su rescate son prácticamente todos: seguirá habiendo austeridad; seguirá habiendo privatizaciones sin sentido; e incluso se está hablando ya de un tercer rescate, que Grecia probablemente no podrá dejar de pedir. Lo que Grecia tendrá que ofrecer a cambio de este tercer rescate ya lo sabemos: austeridad, todo lo atenuada, matizada, complementada y edulcorada que se quiera, pero austeridad.

Grecia lo tiene realmente muy mal como país. Sus opciones son, en realidad, ninguna. Al tratarse de un país pequeño, con una democracia frágil, por ser suaves, y de un país solamente relativamente rico, por ser suaves también, no puede salirse del euro; ello es así, al menos, si hacemos caso del interesantísimo estudio de Andrew Rose, según el cual el análisis de la historia de las salidas de uniones monetarias (o arreglos cambiarios similares) permite concluir que son los países más ricos, más grandes y más democráticos los que se salen con más frecuencia de este tipo de instituciones, cuando les viene bien.

A los demás solamente les cabe una cosa: comulgar con ruedas de molino. Es el caso de Grecia, que no resistiría ni un minuto fuera del euro. Y dentro de la eurozona, a este país le pasa algo muy parecido a lo que le ocurre a la protagonista de la película Suavemente me mata (Killing Me Softly, 2001): Grecia no puede vivir sin la UE, a pesar de lo cual en realidad la UE lo que le está haciendo a este maravilloso país es romperle el espinazo día tras día.

Al final Grecia no resistirá. No lo hará, al menos, por sí sola. Otra cosa es que se produzca una alianza de países del sur de Europa con el objetivo de plantear de manera común y negociada con el resto de los países de la Unión Europea una salida al problema de su deuda. Empecemos dando unos cuantos datos para darnos cuenta de que de lo que estamos hablando ahora no es de Grecia, sino en realidad de todo el sur de Europa.

La deuda acumulada de Grecia, España, Italia, Francia y Portugal es de unos cinco billones y medio de euros (Eurostat, 2013). Es decir, estamos hablando de algo más de la mitad de toda la deuda soberana de la eurozona (unos 9 billones de euros) y algo menos de la mitad de toda la deuda soberana de la UE (unos 11 billones de euros). Si lo de cinco billones les parece una cantidad pequeña, por ser solamente de un dígito, pásenlo entonces a pesetas: estamos hablando de algo más de 830 billones de pesetas. Enorme, ¿verdad? Dicho de otra manera: los países del sur de la UE tienen un grave problema. O Europa tiene un grave problema con los países del sur. O Europa tiene un grave problema: y punto.

Esta deuda –la deuda de los países del sur– es, como reconocen por activa y por pasiva economistas que no se circunscriben precisamente a la tradición heterodoxa de esta disciplina, insostenible de todo punto. No se podrá pagar. Habrá un día en el que alguien tendrá que hacer algo con ella: ampliar los plazos de su devolución para que sea más sostenible y realizar quitas. No hay vuelta de hoja. Y hay que asumirlo cuanto antes, lo contrario no es más que un ejercicio en procrastinización (es decir, una pérdida de tiempo, no querer llamar a las cosas por su nombre, o intentar retrasar lo más posible lo inevitable).

¿Cuáles son las opciones para que esta santa alianza de los países deudores del sur se produzca? Solamente hay una opción: que se materialice un vuelco electoral en la península ibérica y tanto Portugal como, sobre todo, España se unan a esta alianza. Todos los demás países que he mencionado antes están aproximadamente a favor de una renegociación de la deuda. Con respecto a Portugal, el Partido Socialista (con opciones de victoria en las elecciones de 2015) tiene en estos momentos un nuevo líder (Antonio Costa) que mantiene una posición mucho más beligerante con Europa y reclama al menos abrir un debate nacional sobre la renegociación de la deuda. La clave está, por tanto, en España.

Me cuenta una persona muy cercana al actual presidente de la República Francesa –cuyo nombre no me está autorizado revelar– que cuando éste llegó al poder, una de las primeras cosas que hizo fue hablar con Rajoy para intentar generar la alianza a la que me estoy refiriendo en este artículo y procurar forzar la mano a Alemania. La respuesta de Rajoy fue contundente: más vale arrimarse al árbol que dirige los destinos de Europa, aunque proyecte una sombra gélida y terrorífica, que iniciar aventuras. Y ahí acabo todo. Pena para España. Pena para los países del sur de Europa. Y pena para la propia Unión Europea.

La postura española de cara a la negociación de Grecia con la UE está siendo realmente obscena. Las declaraciones de Margallo, primero, y de De Guindos, después, dando cifras directamente falsas (y distintas) sobre el dinero que Grecia “le debe” a España son aterradoras. Ilustran perfectamente lo poco de Unión que queda en Europa. Dichas declaraciones solamente caben en la mente confundida de un miope que no quiere darse cuenta de que lo que le está pasando a la persona que tiene al lado le va a ocurrir a él mismo dentro de nada. Cuando hablamos de Grecia en España no estamos hablando de Grecia, solamente: estamos hablando de España, estamos hablando de todos los países del sur de Europa. Se puede decir más alto, pero no más claro.

Europa, la Europa del sur, pero también la Europa comunitaria, necesita por tanto un vuelco electoral en España. Que entren partidos con plataformas que permitan, sí, que los países del Sur se unan para alentar la renegociación de una deuda que todo el mundo sabe que no pueden pagar. Países del sur de Europa, uníos, tenéis mucho que ganar y ya casi nada que perder: dentro de poco solamente os quedarán vuestras cadenas.

Antonio Estella es Catedrático Jean Monnet “ad personam” de Gobernanza Económica Global y Europea en la Universidad Carlos III de Madrid. Ha publicado recientemente 'España y Europa. Hacia una nueva relación' (Tirant Ediciones, 2014).

  

 

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