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Medios comunicación

Licencias de televisión: una historia marcada por afinidades y clientelismos

El anuncio esta semana de la concesión de seis nuevos canales de televisión a otros tantos operadores se ha resuelto, como siempre, con vencedores y vencidos. Con pliegos de condiciones iguales para todos, eran nueve ofertas las que cumplían los requisitos. ¿Por qué a unos sí y a otros no? parece la pregunta obligada. Y hay respuestas múltiples, varias bien razonadas, y una sospecha casi unánime: la decisión final aparece condicionada por criterios políticos de afinidad y clientelismo. Ahora (y siempre)  es, o ha sido, así.

Del ahora no tenemos datos fehacientes, por más que resulten llamativos los casos de varios de los ganadores, extraordinariamente bien relacionados con el Partido Popular. Sin embargo, la historias de la expansión de la televisión en España demuestran que el favoritismo no anida en exclusiva en la derecha o en la izquierda política, sino en todos los gobiernos, sin excepción.

La tardía llegada de las cadenas privadas

España llegó tarde a la televisión. Cuando nace, en 1956, lo hace al servicio inapelable de la dictadura de Franco y con unos medios paupérrimos en consonancia con la desconfianza que los medios de comunicación suponían para el núcleo duro del régimen. Tendría que llegar Manuel Fraga al Gobierno para que se dotara de infraestructura técnica y humana a TVE y convertirla en la más poderosa arma de propaganda.

Un uso que, con excepciones puntuales y breves, continuó tras la muerte del dictador y la aprobación de una Constitución que consagraba las libertades en su texto, pero que dejaba entre paréntesis su desarrollo en el terreno de la televisión. Tan solo en la agonía de UCD, bajo el Gobierno de Calvo-Sotelo, una sentencia del Tribunal Constitucional a favor de la demanda impulsada por el conde de Godó, a través de Antena 3 Radio, permitió que el proyecto de creación de televisiones privadas llegara a la mesa del Consejo de Ministros. Pero ministros como José Pedro Pérez Llorca, Francisco Fernández Ordóñez y José Antonio García Díez se opusieron frontalmente, y la aprobación quedó aparcada.

Tras el arrollador triunfo socialista en 1982, Felipe González pasó toda una legislatura al margen del asunto. Los socialistas situaron en TVE a José María Calviño, que se encargó (más allá de una evidente modernización técnica y de contenidos) de ponerla al servicio de la nueva mayoría sin rubor alguno, hasta el extremo de declarar públicamente que "haría todo lo que fuera necesario para que Fraga –líder de la oposición en esa época– no llegara nunca al Gobierno".

Tras revalidar la mayoría en 1986, González presta oídos al grupo de periodistas afines, que comparten con el presidente veladas de "bodeguilla" y billar, y comprende que seguir con una sola televisión da una pésima imagen en el exterior. A partir de la primavera de 1987, comienza a reunirse con responsables del mundo de la comunicación para sondear intenciones y proyectos.

El primero en ser recibido es el conde de Godó, propietario de La Vanguardia y Antena 3 Radio, al que sigue Antonio Asensio, dueño de El Periódico de Cataluña y la editorial Zeta, y Jesús de Polanco, propietario de la editorial de libros de texto Santillana y socio mayoritario de El País. Con el Ya en abierta decadencia, y el Abc anquilosado, los recibidos en Moncloa son candidatos ganadores aun antes de hacerse pública la convocatoria: la cercanía con El País es evidente; Asensio, que había puesto sobre la mesa sus diez millones de lectores entre diarios y revistas, suaviza el tono de sus críticas al PSOE, aparca las primeras revelaciones sobre el caso Juan Guerra y da entrada a algún periodista asiduo de la Moncloa; por fin, el conde de Godó, sempiterno defensor de la burguesía catalana, da muestras palpables de acomodarse al nuevo tiempo al cesar en la dirección de su periódico a Francesc Noy y sustituirle por Juan Tapia, más cercano al socialismo catalán que a Pujol.

Pero ahí, en las condiciones de la convocatoria, surge el problema: Polanco no asume ser un socio a porcentaje en el nuevo medio (tal y como marca el proyecto de ley). No acepta otro papel que el de dueño y señor, y abandona la puja.

¡Queda una licencia libre!, ya que el editor de Cambio 16, Juan Tomás de Salas, carece de músculo financiero para optar seriamente a ella. Ante el problema, Alfonso Guerra acude a su fiel escudero José María Calviño, quien, con una discreción absoluta, implica a Miguel Durán, presidente de la ONCE, a Silvio Berlusconi (apadrinado entonces por el líder del socialismo italiano, Betino Craxi) y al máximo competidor editorial de Polanco, Germán Sánchez Ruipérez, (propietario de Anaya, y que había resucitado el histórico diario El Sol), a los que se suman (dado que ningún socio puede superar el 25 por ciento) un par de constructores que, en realidad, son meros testaferros de la ONCE. El nombre con el que acuden es Tele 5.

Quedan así, de nuevo, tres opciones: la citada de Tele 5; Antena 3, encabezada por el conde de Godó y un grupo de 35 periódicos regionales, la Caja de Ahorros de Zaragoza, la banca Rotschild y media docena de empresas españolas; y Univisión, con el grupo Zeta y el magnate de la prensa británica, Rupert Murdoch, el presidente de Ha Capital, Jacques Hachuel, y los bancos Central (presidido por Alfonso Escámez) y Banesto, a cuyo mando figuraba Mario Conde.

"No hay cojones de dejarme a mí sin televisión"

Sin embargo, en abril de 1989, Jesús de Polanco anunció que volvía a optar a una licencia con una nueva empresa denominada Canal Plus España, en la que, junto a él, figuraban Canal Plus Francia, comandada por André Rousselet, ex jefe de gabinete del entonces presidente de la República Francesa, François Mitterrand, y el Banco Bilbao Vizcaya y Bankinter. Polanco encarga el estudio de viabilidad a Enrique Sarasola, amigo íntimo de González y busca el favor del propio Mitterand, a través de sus socios franceses.

Mientras, en la Moncloa se veía con desconfianza a los socios de Asensio: Murdoch, por su cercanía a la primera ministra británica Margaret Tacher; y los banqueros, por su oposición frontal al PSOE. Es en esos días cuando, reunido con mandos de su empresa, Jesús de Polanco pronuncia la conocida frase: "No hay cojones para negarme a mí una televisión". Tras un par de meses de titubeos y dudas, el 20 de agosto Felipe González recibe en la Moncloa al presidente francés. Cinco días después, el Consejo de Ministros aprueba un canal para Tele 5, otro para Antena 3, y un tercero (¡y de pago!) para Canal Plus. Asensio había sido sacrificado.

Aznar y la guerra digital

Cuando José María Aznar llega al poder en 1996, el panorama televisivo permanecía tal y como se había establecido en 1988. La única variación era de carácter técnico con la implantación de las emisiones vía satélite dominadas por empresas instrumentales de Prisa, que ofrecía sus emisiones a través del satélite Astra, y se acogía a la Ley de Televisión por Satélite, aprobada al final del mandato socialista, ya que permitía la emisión con una simple autorización televisiva.

Ante una situación desfavorable, Aznar aprovecha la oleada de privatizaciones de empresas públicas para situar al frente de Telefónica a su compañero de estudios Juan Villalonga, que se encarga de tomar la mayoría en Antena 3 y crea en septiembre de 1997 Vía Digital para competir con la Sogecable de Polanco.

Aunque una y otra distribuyen diversos canales temáticos, el enfrentamiento se sitúa en el terreno de las transmisiones de fútbol, que en su mayoría está en manos de la filial de Prisa. En esos momentos, se hace evidente para los conocedores del negocio que la competencia afecta seriamente a la rentabilidad de ambas. De hecho, cuando el director general de Telemadrid, Juan Ruiz de Gauna, es nombrado presidente de Vía Digital, responde a la pregunta de si le gustaría unir ambas empresas: "Si puedo, sí". Y se limita a sonreír cuando se le insiste: "¿Si puedes o si te dejan?".

En realidad, la plataforma creada por Villalonga se surte del manantial de ingresos diarios que reporta Telefónica, y tiene a su lado al gobierno del PP, que llega a producir episodios tan grotescos como el protagonizado por el ministro Álvarez Cascos, al señalar como "de interés general" determinados partidos de fútbol para sustraer a Sogecable los ingresos por la transmisión. Cuando en 2002, ya con César Alierta al frente de Telefónica, se acuerda la absorción por Sogecable de Vía Digital y la posterior denominación de la empresa resultante como Digital+, tienen ya dos millones y medio de abonados, pero ha contribuido peligrosamente a la cuenta de resultados de Prisa.

También durante el Gobierno de Aznar se pone en marcha la Televisión Digital Terrestre (TDT), que marcaría el futuro de las emisiones. A las dos licencias previstas se presentaron Net TV, Veo, Horizonte (La Vanguardia de Godó y Luis del Olmo, apoyada por Jordi Pujol), Cope y Telecomunicaciones. El Ejecutivo otorgó una a Veo, liderada por Unidad Editorial (El Mundo) y Recoletos (Marca y Expansión); la otra fue obtenida por Net, en el que se agrupaban Prensa Española (Abc), Globomedia, el estudio Telson, Europroducciones e Intereconomía. Con todo, la ausencia de descodificadores y televisores adaptados a esa tecnología lastró a las ganadoras, que tuvieron que retrasar el comienzo de sus emisiones.

Nacen Cuatro y La Sexta

Ya con Rodriguez Zapatero en el Gobierno, se aprueba el nuevo Plan Técnico Nacional de la Televisión Digital Terrestre y el Reglamento para la prestación del servicio de TDT, y se avisa del final de las emisiones analógicas para 2010. Cumpliendo con las normativas previstas y el relanzamiento de la TDT, se permite a Prisa TV abrir sin límite su canal codificado Cuatro, que pasa a emitirse en abierto.

En paralelo, abre concurso para una nueva licencia, a la que optan Blas Herrero, dueño de Kiss FM, y un conglomerado de productoras de contenidos audiovisuales que negocian hasta el último minuto con Grupo Zeta para acudir juntos pero que finalmente lo harán con la participación de los mexicanos de Televisa. Dentro de este segundo grupo, bajo la denominación final de Gestora de Inversiones Audiovisuales La Sexta, hay algunos profesionales de la comunicación cercanos al entonces secretario de Estado de Comunicación, Miguel Barroso, que recibe duras críticas (especialmente desde el grupo Prisa) cuando el Gobierno adjudica la licencia que da lugar al nacimiento de La Sexta, proyecto que compite en un espacio progresista monopolizado hasta entonces por grupo de Polanco. Ese mismo día (25 de noviembre de 2005), el Gobierno repartía entre todas las televisiones privadas de ámbito nacional las licencias de TDT.

Sin concurso digno de tal nombre, se daba titularidad a las emisiones de las empresas preexistentes sin posibilidad alguna para nuevos competidores. Así los múltiplex –que permiten la emisión de varios canales– quedaban en manos de TVE, Telecinco, Antena 3, Cuatro, La Sexta, Veo, y Net. Posteriormente, en julio de 2010, se conceden 17 nuevos canales, también sin concurso, ya que, según explicó el Gobierno entonces, se trataba de "ampliación de las licencias ya existentes".

Tras la posterior absorción de Cuatro por Mediaset, y de La Sexta por Atresmedia, el mapa de la TDT en España quedó así establecido:

TVE: La 1, La 2, 24 Horas, Clan, Teledeporte y TVE-HD.Atresmedia: Antena 3, La Sexta, Neox, Nova, Nitro, Antena 3 HD, La Sexta HD, La Sexta 3, Xplora y Gol TV .Mediaset: Telecinco, Cuatro, FDF, Diviniti, Energy, Boing, Telecinco HD, Cuatro HD, La Siete y Nueve .Net: Disney Channel Paramount Channel, MTV e Intereconomía.Veo: 13 TV, Discovery Max, AXN y Marca TV.

Atresmedia:

Mediaset:

Net:

Veo:

Sin embargo, y por fallo del Tribunal Supremo, a demanda de la empresa Infraestructura y Gestión 2002, han desaparecido Nitro, Xplora, y la Sexta 3 (Atresmedia), La Siete y Nueve (Mediaset), MTV e Intereconomía (Net), y AXN y Marca TV (Veo).

Al mapa antes expresado se sumarán los seis canales anunciados este miércoles y que han correspondido a Mediaset, Atresmedia, Real Madrid, Kiss FM, 13 TV, y Secuoya. Además de los dos grandes grupos existentes, los ganadores son Florentino Pérez, los obispos, el peculiar empresario asturiano Blas Herrero y una productora de indisimulada afinidad al Partido Popular. Mientras, en curiosa paradoja, Movistar (Telefónica) ha absorbido a Canal +, dejando la principal cadena de pago en manos del mismo César Alierta que había vendido Vía Digital a Prisa.

A falta de auténticos organismos reguladores independientes, la historia de la expansión de la televisión en España sigue sujeta a los intereses partidistas de los sucesivos gobiernos. Una realidad que se ha trasladado mimética e interesadamente a las realizadas por comunidades autónomas y ayuntamientos.

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