Energía

La industria nuclear se estanca tras Fukushima

Protesta de Greenpeace en Bruselas esta semana.

Dos años después de la tragedia de Fukushima, las perspectivas que tiene ante sí la industria nuclear mundial son poco halagüeñas, lastrada por la impopularidad de la energía atómica y por su falta de competitividad económica. Con el cambio de siglo, los representantes de la industria, anunciaban el que había de ser, desde su punto de vista, un «renacimiento nuclear» imparable, dado el crecimiento mundial y la exigencia de reducir las emisiones de carbono.

Este renacimiento no se ha producido y cada vez parece más improbable, pese a lo que sería el deseo del lobby nuclear. En septiembre de 2012, con motivo de la 56ª conferencia general de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), Yukiya Amano, director del organismo,  rebajaba el habitual optimismo del discurso pronuclear: reconocía que el accidente de la central de Fukushima Daiichi presentaba «cuestiones fundamentales sobre el futuro de la energía nuclear en el mundo». Sin embargo, afirmaba que la energía nuclear «seguiría siendo una opción con un peso importante para numerosos países».

Aunque la AIEA evite los triunfalismos, continúa pronosticando un crecimiento de la energía nuclear para las próximas década. Eso sí, a un ritmo más pausado que lo que recogían las estimaciones previas. La Agencia estima que la potencia instalada en el mundo, que a día de hoy ronda los 370 gigavatios, puede pasar a ser de 456 gigavatios en 2030 (proyección mínima) o incluso a ser de 740 gigavatios, es decir, duplicar (según la proyección más elevada).

Caída importante

Esta perspectiva de crecimiento sostenido no se ve corroborada por las últimas cifras. En 2011, la electricidad nuclear distribuida en el mundo fue de 2.5418 TWh (teravatios por hora), lo que se corresponde al nivel de los datos de 2001-2003 (el récord histórico se alcanzó en 2006, con cerca de 2.661 TWh distribuidos). Esto representa algo más del 12% de la electricidad mundial y el 5,3% de la energía total consumida en el mundo. Si tenemos en cuenta la producción mundial de electricidad, en el año 1993, el 17% correspondía a la energía nuclear, lo que pone evidencia su desplomo en 20 años.

Según la Agencia internacional de la energía, el peso de la energía nuclear en los países de la OCDE ha caído entre 2011 y 2012. Se debe fundamentalmente a que la producción del parque nuclear japonés es prácticamente nula desde la primavera de 2012, puesto que solo hay activos dos reactores. Sin embargo, el estancamiento no se limita a Japón. En Francia, Alemania o Suecia, en estos momentos, la energía nuclear produce menos electricidad que en 2005; en Bélgica, Canadá, Japón y Reino Unido, hay que remontarse a los 90 para hallar el pico histórico de producción y en Italia, la producción máxima se alcanzó en los años 80.

Simbólicamente, Estados Unidos, que es con diferencia el primer productor mundial de electricidad nuclear (30% de la producción total) también ha reducido su producción. En 2011, distribuyó 790 teravatios por hora nucleares, la cifra más baja desde 2006. Los datos disponibles de los 11 primeros meses de 2012 indican que el descenso continúa.

Dicho de otra forma, el retroceso de la producción nuclear es anterior a Fukushima y afecta a numerosos países y no solo a Japón. De hecho, este país se encuentra en una situación de ambigüedad: su producción nuclear se detuvo virtualmente en 2012, pero el nuevo Gobierno de Shinzo Abe, del Partido liberaldemócrata (PLD), tradicionalmente pronuclear, quiere volver a poner en marcha las centrales.

A día de hoy no lo ha conseguido y el futuro es incierto. Esta situación de indecisión ha arrastrado a la AIEA; la Agencia había contabilizado 47 reactores nucleares japoneses a mediados de enero en estado de «parada de largo plazo», pese a que hasta ese momento estaban clasificados como «en activo». De este modo, el número de reactores activos existentes en el mundo pasó de 437 a 390, es decir, el número más bajo desde 1986, año del acccidente de Chernóbil. Este reajuste reducía la potencia disponible en el mundo a unos 330 gigavatios, por debajo de los 370 gigavatios.

Sin embargo, tan solo unos días después, la AIEA volvía a clasificar como «activos» estos 47 reactores japoneses, con lo que el número de reactores en funcionamiento volvía a ser 437. Un viraje engañoso: 46 de los 47 reactores afectados fueron apagados hace más de un año. En concreto, el último de ellos fue desconectado el 26 de marzo de 2012. Es decir, que la AIEA prefirió dejar constancia en sus estadísticas de la voluntad política del Gobierno japonés, en lugar de plasmar la realidad industrial del país.

China quiere triplicar su capacidad nuclear en cuatro años

Dicho esto, tal y como ya se ha señalado, el declive de la producción nuclear se inició sin lugar a dudas antes de Fukushima y supera ampliamente el ámbito de influencia japonés. En estos momentos, 31 países producen energía nuclear y de ellos, seis, obtienen el 70% de la electricidad nuclear mundial: Alemania, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, Japón y Rusia. De estos seis países, Alemania ha anunciado que detendrá la producción nuclear de aquí al año 2022. Francia se ha comprometido a reducir el peso de su producción nuclear, EE.UU no termina de informar de sus proyectos de construcción de nuevos reactores y Japón se encuentra en la situación conocida por todos.

Hay que decir que, del conjunto de países que producen energía nuclear, también Bélgica, Suiza y Taiwán han decidido salida planificada. Italia ha abandonado el proyecto de relanzamiento nuclear, mientras que Egipto, Jordania, Kuwait y Tailandia han renunciado a entrar en el club de los explotadores de energía nuclear.

Estas decisiones se han tomado a raíz del accidente de Fukushima. Sin embargo, el rechazo que la opinión pública manifiesta a todo lo nuclear no es el único elemento en juego: la desafección al átomo de la población civil también se debe al hecho de que la industria nuclear no es atractiva desde un punto de vista económico, al menos en los países más desarrollados.

Según un análisis reciente del Wall Street Journal, el verdadero factor disuasivo de la producción nuclear tiene que ver con su coste: antes de disponer del primer kilo de combustible radioactivo, una central nuclear necesita una inversión de miles de millones. La última estimación realizada para la estación nuclear EPR de Flamanville, según Électricité de France (EDF), habla de una inversión que ronda los 85.000 millones de euros.

Aún sin tener en cuenta la competencia del gas y de las energías renovables, en pleno auge en numerosos países, el procedimiento consistente en engullir miles de millones antes de generar el primer céntimo de beneficio no resulta atractiva desde el punto de vista económico. Incluso para grupos públicos franceses como Areva o EDF, especializados en el sector nuclear. Y lo que es más, Areva acaba de perder un mercado en Filandia, al verse descartada de las empresas que optan a construir la tercera central nuclear del país. En la misma línea, EDF ha sufrido un varapalo en Reino Unido, donde el proyecto para la construcción de dos reactores EPR sufre un retraso de más de un año.

De modo general, los proyectos de nuevas construcciones nucleares chocan cada vez con mayor frecuencia con demoras interminables. De forma significativa, el World nuclear industry status report (informe sobre el estado de la industria nuclear), de fecha de julio de 2012, recogía que de los 59 reactores «en construcción», lo están desde hace diez años o más.

El mismo informe señalaba que 44 de los reactores en construcción se encuentran en los llamados países BRIC: Brasil, Rusia, India y China. Países a los que hay que añadir Corea del Sur –quinto productor mundial, por detrás de Rusia y de Alemania–, donde hay 4 reactores en construcción. Los mercados de estos países se caracterizan por el fuerte compromiso del Estado con las infraestructuras y la concesión de importantes subvenciones. Dicho de otro modo, la construcción de nuevas centrales nucleares solo es «rentable» en aquellos países en los que la política pública protege a los consumidores y a los que financian las inversiones de los costes reales. Esta no parece la situación ideal para relanzar la industria nuclear, y eso sin llegar a hablar del renacimiento de la misma.

Además, es de temer que esta hipotética rentabilidad se alcance en detrimento de la seguridad. El problema se plantea en particular en China, que debe albergar casi la mitad de los reactores en construcción del mundo. Tras Fukushima, China había congelado su programa nuclear. Acaba de relanzarlo tras 19 meses de suspensión y quiere triplicar su capacidad de producción nuclear en cuatro años, al pasar de 12,5 gigavatios instalados en 2011 a 40 gigavatios en 2015.

Une experto chino, Qiang Wang, de la Academia de las Ciencias de Urumqi, expresa sus reservas al respecto en un texto publicado en la revista británica Nature«Areva afirma que un reactor EPR puede construirse en China por 40.000 millones de dólares (30.800 millones de dólares; téngase en cuenta el dato, si se compara con la estimación de 85.000 millones de Flamanville citados)… y en 46 meses, comparado con los 71 meses que se tarda en Europa. Se trata del mismo reactor que debe hacer frente a revisiones continuas de presupuesto y que sufre importantes retrasos en Finladia y en Francia… De los cuatro EPR que hay en construcción en todo el mundo, dos de ellos se han construido en la provincia china de Guangdong».

En Francia, harían falta 11 EPR de aquí a 2022 para mantener la industria nuclear en los niveles actuales

Hay que decir que China también construye reactores de tercera generación AP 1000, modelo concebido por Westinghouse. «China es el laboratorio vivo de la industria nuclear en lo que se refiere a la concepción y a la construcción de reactores de tercera generación», resume Qiang Wang. Para el experto, esta situación debería suponer para China la obligación de disponer de la autoridad de regulación nuclear más rigurosa del mundo.

«Sin embargo, las reglas en vigor en el país acumulan un retraso de una década y no hay un sistema legal y coherente que gobierne el uso de la energía nuclear», explica Qiang Wang, para quien «además, China no ha tomado ninguna medida efectiva para reformar y reforzar su regulación nuclear ni tampoco sus organismos de control tras el accidente de Fukushima. Los fallos de control en Japón hicieron que el accidente de Fukushima derivara en una crisis grave. Ahora bien, el sistema chino es igual de malo, si no peor».

En palabras de Qiang Wang, las autoridades reguladoras chinas tienen menos peso político que los operadores de la industria nuclear. De ahí que no sorprenda que la industria nuclear encuentre en China un nuevo eldorado… A costa, eso sí de la seguridad.

En 1998, los chinos debieron reconstruir un reactor en Qinshan por defectos de fabricación. Afortunadamente todavía no se había puesto en funcionamiento. Es evidente la inquietud que despierta pensar qué sucedería si los reactores se construyeran y pusieran en marcha sin ser sometidos a los suficientes controles.

Desde luego, si los chinos reforzaran su regulación, se traducir´ un sobrecoste a la hora de construir las centrales, con lo que el reactor EPR chino sería un proyecto mucho menos factible de lo que es hoy en día.

Incluso si China mantiene sus ambiciosos objectivos nucleares, también desarrolla las energías renovables, con una potencia eólica se ha visto multiplicada por 50 entre 2007 y 2012 y que hoy equivale a la potencia nuclear francesa. Como consecuencia de ello no parece probable que la alternativa nuclear china alcance un peso importante, con el que a día de hoy no se cuenta.

Además, la expansión china no resolverá el problema de la renovación del parque nuclear de los países occidentales. De los 58 reactores actualmente en marcha en Francia, 22 alcanzarán el umbral de los 40 años en funcionamiento de aquí a 2022. El tribunal de cuentas francés calcula que si se quiere mantener el peso de la energía nuclear a los niveles actuales, harían falta 11 reactores EPR para sustituirlos. Esto implicaría un ritmo de construcción similar al de los chinos…

Las únicas posibilidades pasan por prolongar la duración de los reactores más allá de los 40 años de vida útil, lo que choca con las nuevas exigencias de seguridad; o reducir el peso de la energía nuclear en el mix energético, lo que parece la solución más lógica pero que, una vez más, no favorece el «renacimiento» nuclear.

En la UE, la capacidad nuclear ha bajado 14 gigavatios entre 2000 y 2012, mientras que se han generado 142 gigavatios procedentes de nuevas fuentes de energías renovables. La producción de electricidad mediante las energías renovables en Alemania equivalía el año pasado al 29% de la producción de electricidad nuclear francesa. Aun cuando ésta última representa casi la mitad de la electricidad nuclear de toda la UE.

Por su parte, EE.UU no encuentra ventajas económicas a la hora de construir nuevas centrales nucleares, entre el recurso al gas de esquisto, por un lado, y el desarrollo de la energía solar y fotovoltaica, por otro. Según algunas estimaciones, las diferencias en las preferencias entre la electricidad de origen fotovoltaico y de origen nuclear debería desaparecer en EEUU en los próximos años.

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Si bien es demasiado pronto para enterrar a la industria nuclear, el escenario más probable parece ser, en los países más desarrollados, la optimización del uso de las instalaciones existentes, con una reducción progresiva del peso. En los países emergentes, especialmente en los países BRIC, la industria nuclear puede pasar a desempeñar un papel más importante, en un contexto de crecimiento y de intervención fuerte por parte de los estados. Sin embargo, y aún en las condiciones más favorables, la industria nuclear chocaría de plano con la competencia de las energía renovables y fósiles. Y no sería más competitiva, salvo que bajaran los niveles de seguridad por debajo del umbral de lo aceptable.

En definitiva, la industria nuclear mundial parece más bien que sufre un parón en lugar de encontrarse en situación de expansión. De hecho, las expectativas de crecimiento de la AIEA serán probablemente revisadas a la baja en los próximos años.

Traducción: Mariola Moreno

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