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Daniel Jadue: “Una de las soluciones más radicales es aprender a mirarse como iguales”

Portada de 'Palestina, crónica de un asedio'.

Daniel Jadue es palestino, y defiende a su pueblo tanto como el que más. Solo que, en realidad, es chileno. Descendiente de palestinos emigrados tras la Segunda Guerra Mundial, este arquitecto, sociólogo, activista, escritor y alcalde por el Partido Comunista del municipio de Recoleta, de 155.000 habitantes, en la zona metropolitana de Santiago, vio cumplido el sueño de su vida, pisar la tierra de sus abuelos, hace solo unos años, en 2009.

La Oficina para las Negociaciones de la Organización para la Liberación de Palestina decidió entonces reforzar el papel de la diáspora en la construcción del Estado palestino, y le invitó a participar en un congreso para la creación de una red palestina mundial. Aquella visita tantas veces deseada, aunque nunca imaginada “porque pensaba que no iba a viajar jamás” no le enseñó sin embargo nada que no supiera antes. “Por el rol que juega la memoria colectiva y el traspaso del conocimiento ente las generaciones y los pueblos yo conocía absolutamente todo lo que viví”, explica. “Pero claro, es distinto el conocimiento teórico al conocimiento práctico”.

De ese matiz, de la diferencia entre la comprensión a través de la razón o a través de la emoción, surge su propuesta de acercamiento y posible solución al en apariencia irresoluble conflicto palestino-israelí. “Hay mucho libro de historia, que te llenan de fechas, de nombres, de eventos… que es algo muy árido para entender la realidad del pueblo palestino”, apunta Jadue, “en cambio el conocimiento a través de las sensaciones es lo que menos hay desarrollado, y te permite un ingreso más amable y también más masivo”.

Para llenar ese vacío de saber sentimental, escribió su recién publicado Palestina, crónica de un asedio (InmaterialMedia), en el que no solo recoge sus propuestas políticas, fundamentadas en el materialismo dialéctico de Engels y Marx, sino que además, lo hace a la manera de un libro de viajes en el que se cubren aspectos como la antropología, la sociología, la religión, el urbanismo, la política o incluso la gastronomía de aquella tierra, y que se acompaña de un buen número de fotografías tomadas por el propio autor. En un apéndice, el libro recoge también una breve historia de Palestina, acompañada igualmente de una narración visual.

Soluciones desde la izquierda

Como buen comunista, el remedio propuesto por Jadue, inevitablemente, debe provenir de la izquierda. “Yo soy partidario del estado multicultural, multinacional hace más de dos décadas”, señala, “porque además percibo que es la única visión que puede superar el actual estado de cosas, que está definido por una serie de identidades asesinas que afirman su existencia negando la de los demás. Tanto los fundamentalismos como los nacionalismos chovinistas se afincan en decir que son ellos la única medida de la realidad, y avanzar en eso es sumamente complejo”.

La mayor traba, en ese sentido, radica para él en el hecho de que “las izquierdas del mundo siempre han discutido la realidad política y social en la que están inmersas desde la matriz cultural de aquello que pretenden superar y no desde la matriz cultural de aquello que pretenden refundar o construir”. Como acumuladora de diferentes cosmovisiones, la izquierda (o las izquierdas) deberían poner en valor la diferencia, “que no es lo mismo que la tolerancia, que es propia del periodo de la Ilustración, pero hace rato que dejó de dar cuenta de lo que el mundo necesita”.

“De la tolerancia algunos han logrado pasar a la aceptación”, continúa Jadúe, “y yo creo que hay que pasar de la aceptación a la valoración de la diferencia, que es una etapa significativamente distinta, y mucho más progresista y de izquierdas. Y en ese sentido la religión puede jugar un rol, pero no puede jugar el rol de mínimo denominador común del pensamiento. Y uno tiene que saber diferenciar lo que es la moral pública y la moral privada, y eso implica que a futuro, tal como hace 20 años atrás quizá no era imaginable que una española fuera alcaldesa de París, uno podría ver un israelí presidente palestino o podría haber una confederación palestino-israelí”.

Soluciones desde la izquierda… verdadera

Para superar las barreras levantadas por las identidades culturales deben eliminarse, dice Jacue, “las superestructuras del capitalismo”, tanto las jurídicas como las políticas. “Europa ha avanzado mucho en eso, y en 25 años ha generado una realidad que antes era imposible pensar”, indica. “Lo que no ha cambiado es el modo de producción, la forma de organización social: los ricos siguen siendo los que tiene todo el poder, y la clase media y los pobres siguen siendo los que buscan las migajas, y eso no es distinto en ninguna parte del mundo, hay una organización social que no es distinta, que legitima todavía una forma de organización que es lo que la izquierda quiere superar. ¿Cómo Europa va a avanzar si tiene izquierdas que no se atreven a ser izquierda, y que se mueven solo dentro del marco de lo definido por el capitalismo?”.

El temor al otro, a lo distinto, está causando además lo que él llama una “esquizofrenia colectiva”, aplicable a la visión mutua de palestinos e israelíes, pero extrapolable a cualquier otra parte del mundo. “Estamos llegando a un punto de inflexión en donde el capitalismo ni siquiera necesita mano de obra, entonces parece que empieza a llegar el minuto donde las contradicciones entre las relaciones de producción del capitalismo y el modo de producción podrían llegar a ser bastante más radicales”, concluye. “También se necesitan soluciones más radicales, y una de las soluciones más radicales que uno conoce es aprender a mirarse como iguales”.

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