Siria

Un día en el infierno de Kobane

Un día en el infierno de Kobane._0

Matthieu Delmas | Kobane (Siria)

Los combatientes kurdos, respaldados por los bombardeos aéreos por parte de la coalición liderada por Estados Unidos, consiguieron este lunes recuperar el control total de la localidad siria de Kobane –cerca de la frontera con Turquía– de manos de milicianos de Estado Islámico, según informó el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos.La localidad se ha convertido en un símbolo en la lucha contra el Estado Islámico, cuyos milicianos se han hecho con amplias franjas de territorio tanto en Siria como en Irak. La organización terrorista lanzó su campaña para hacerse con Kobane el pasado verano.Este reportaje de recuperar el control total de la localidad siria de Kobane

símbolo en la lucha contra el Estado Islámico

infoLibre narra un día de combate en Kobane.

Son las dos de la mañana del 11 de enero. La camioneta repleta con unos veinte combatientes kurdos se aproxima desde la frontera siria con todas las luces apagadas. Todos los teléfonos se guardan en una bolsa. La luz de una pantalla podría ser una señal para las patrullas turcas. El grupo continúa a pie el camino a través de los olivares cubiertos de nieve.

La salida se efectúa entre dos pasajes de blindados. Una plancha de madera permite pasar a través de las dos barreras de púas. Los soldados turcos disparan al aire. El grupo no se detiene. Falta atravesar una enorme zanja. Un ataque aéreo rompe de repente la calma aparente con un ruido ensordecedor. “Bienvenidos a Kobane”, se entusiasma Mustafá, un joven voluntario de las Unidades de Protección Popular (YPG) –principal milicia kurda del país– de apenas 18 años.

Un vehículo recoge a los combatientes y los lleva a una habitación llena de humo. Un joven ofrece té y cigarrillos. Nurhak, combatiente kurdo de 49 años, se presenta en francés. “Vivo en Francia desde hace 24 años, volví para contribuir a liberar mi pueblo. Estoy dispuesto a pagar con mi vida esta lucha porque no puedo dejar morir a mis hermanos sin hacer nada”, explica. Kurdo, originario de Turquía, Nurhak ha dejado atrás a su mujer y cuatro hijos. “Uno de mis hijos de 22 años ha querido venir a combatir junto a mí, pero me opuse”.

Hace apenas un mes, Nurhak era albañil en Toulouse. “No acepto los ataques de DAESH –acrónimo árabe con el que se conoce al Estado Islámico– contra nuestro pueblo. Luchamos por la libertad. Queremos instaurar una sociedad democrática para que los árabes, los kurdos y los judíos puedan vivir juntos y en paz. Me quedaré el tiempo necesario hasta la victoria”, asevera.

El té se termina, los cigarrillos también. Todos se duermen, pero en el cielo el ruido de los drones y aviones de la coalición resuenan en la noche. Son las 3 de la mañana. La guerra nunca termina.

Un aire a Stalingrado

Amanece en Kobane, el canto de los gallos se alterna con el sonido de morteros y Kalashnikovs. En la plaza de la Libertad, frente al puesto fronterizo de Mutsipinar, los bombardeos de la coalición han arrasado los edificios existentes.

Hace tres semanas, el Estado Islámico controlaba todavía esa parte de la ciudad. Cuerpos de yihadistas en descomposición tapizan el suelo. El olor es insoportable e impregna la ropa. Un paisaje lunar que recuerda el sitio de Stalingrado. En una casa burguesa completamente destruida, un calendario marca el 21 de septiembre recordando que aquí la vida se detuvo hace cuatro meses. Algunas chaquetas permanecen colgadas en el perchero. En el suelo, yace un conejo polvoriento. Parece que, de forma repentina, los habitantes huyeron llevando consigo lo poco que pudieron.

A la vuelta de la esquina, una familia aprovecha algunos rayos de sol. Fawziya junta sus cuatro hijos y nos interpela. “¡Miren! Han quemado a nuestros hijos. Cuando DAESH entró en la ciudad, sus milicianos nos dispararon y un gas extraño se propagó alrededor de nuestra casa. Eso es lo que quemó la cara de mi hijo. Algunos niños perdieron la vista. Intentamos huir cruzando la frontera pero los turcos no nos dejaron pasar”, asegura.

“Es urgente establecer un corredor humanitario”

En el hospital, el doctor Alif está desbordado de trabajo. “En solo una mañana hubo tres coches bomba. Son los que causan mas destrucción. Hemos perdido cinco combatientes y tenemos ocho heridos”, apunta.

Alif vive en Túnez y se expresa en un francés perfecto. “Soy originario de Kobane y he vuelto porque mi pueblo me necesita. Soy el único radiólogo de la ciudad. Nos falta de todo, medicamentos, material, equipamiento, etc. Hago lo que puedo y doy lo mejor de mí”, cuenta.

El hospital ha cambiado tres veces de ubicación por los bombardeos del Estado Islámico. “Actualmente hemos instalado el hospital en un subsuelo para protegernos de los morteros. Hago un llamamiento a la comunidad internacional para que nos ayude. Se debe establecer un corredor humanitario para la evacuación de los heridos, el suministro de medicamentos y alimentos ", insiste.

Alrededor del hospital improvisado se cavaron grandes zanjas para impedir el paso de los coches bomba y se extendieron sábanas por las calles para evitar francotiradores.

En los subsuelos la vida continúa

En un espacio subterráneo, Shavin Mahmoud, la ministra de comunicación de Kobane, ha creado una escuela. Las condiciones son humildes pero cubre las necesidades básicas. Una pizarra, cuadernos y cojines se pueden ver alrededor de la habitación. Hoy, los niños aprenden el alfabeto kurmanji y recitan felices las letras a viva voz.

Un bombardeo de la coalición interrumpe a los alumnos. La reverberación hace temblar la habitación, pero enseguida los niños siguen pronunciando la letra siguiente. “Al inicio de la guerra, los chicos lloraban apenas explotaba un mortero o una bomba, pero ahora están acostumbrados. Incluso en estos tiempos, los niños aprenden rápido", explica orgullosa la joven maestra.

“Somos dos profesores para seis grupos de niños. Cada grupo tiene seis cursos por semana. Soy ingeniera en comunicación y el otro profesor es economista. Antes, nadie aprendía a escribir el kurmanji en la escuela. El kurmanji se mezcló con otras lenguas, el turco, el árabe y el persa, por lo cual debemos recuperar y preservar nuestro idioma” explica.

“Una guerrilla urbana”

En la línea del frente oriental, los combatientes del YPG y la Unidad de Protección de Mujeres (YPJ) –milicia kurda femenina– se esconden entre los escombros. Kawa, un combatiente YPG de 26 años muestra con orgullo su lanzacohetes y quiere expresarse. "Aquí estamos en la primera línea del frente. Sufrimos el invierno, pero mantenemos nuestra posición. Avanzamos casa por casa, porque no queremos poner en riesgo la vida de nuestros combatientes. A veces avanzamos 100 metros, a veces nos quedamos cinco días en el mismo lugar", cuenta.

Mientras cocina unos huevos en una estufa de queroseno, asegura que "la moral del Estado Islámico es muy baja. Su estrategia está basada en ataques suicidas y francotiradores". Con su espeso bigote perfectamente recortado, Kawa tiene 10 hombres bajo su mando. Asegura que Turquía ofrece apoyo logístico al Estado Islámico y les da información. "Hay fotos en las que vemos soldados turcos hablando con los yihadistas. Ellos se abastecen en Turquía", denuncia.

La preparación de la comida se interrumpe con el impacto de cinco morteros. Las paredes vibran, el polvo cae en la tortilla. Todo el mundo vuelve a su posición detrás de los sacos de arena.

Los jóvenes combatientes envían ráfagas de Kalashnikov hacia un edificio ocupado por el Estado Islámico a 50 metros. Vuelve la calma. La tortilla se quema.

El gran triunfo del pueblo kurdo en Kobane

El gran triunfo del pueblo kurdo en Kobane

"Esta lucha no es solo de los kurdos, es de la humanidad"

Anochece. Enwer Muslim, primer ministro de Kobane, nos recibe en su casa. "Lo más importante para nosotros es mostrar que la resistencia kurda contra el Estado Islámico debe ser una preocupación mundial. El ataque contra Charlie Hebdo en París es la prueba. Es un deber como periodista mostrar al mundo nuestra lucha ", dice antes de agregar: "Nuestros combatientes están dispuestos a todo para ganar. El peligro sigue presente, pero estoy seguro de que vamos a liberar nuestra ciudad para el año nuevo kurdo, el 21 de marzo. Kobane será un símbolo de la resistencia frente al terrorismo. Hacemos un llamamiento a todas las naciones para que nos ayuden a luchar contra el Estado Islámico que mata a nuestros niños y esclaviza a nuestras mujeres. Esta lucha no es de los kurdos. Es de la humanidad".

Son las 17 horas. Una tormenta de nieve golpea Kobane y los combatientes se calientan alrededor de una estufa de queroseno. El sol se oculta.

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