Refugiados políticos

Del Sáhara a Galicia: caramelos al servicio del derecho de asilo

Cuando el 'merchandising' queda al servicio del derecho de asilo

Asilo para Hassana Aalia. Es el mensaje que se puede leer en cada caramelo, libreta, bolígrafo, calendario, bolsa de cuerdas e incluso camiseta que la plataforma Solidariedade Galega co Pobo Saharaui (Sogaps) ha creado con el propósito de difundir y denunciar la situación que vive actualmente Hassana Aalia, el activista saharaui condenado a cadena perpetua por Marruecos y ahora residente en España en espera de que le sea concedido el derecho de asilo.

"Había que hacer algo. Algo que que hiciera a la gente ver con sus propios ojos el problema de Hassana", cuenta a infoLibre Maite Isla, presidenta de Sogaps y promotora de esta iniciativa, que nació hace cinco meses y ya ha sido "todo un éxito", según relata ella misma. Todo surgió en el mes de octubre tras la detención y orden de expulsión que emitió la Policia Nacional hacia Hassana cuando se dirigía en tren de Galicia a Euskadi y que posteriormente, tras la presentación del recurso, fue paralizada por la Audiencia Nacional.

Aunque para conocer los hechos hace falta remontarse hasta 2010 cuando en el Sáhara Occidental se dio lo que Noam Chomsky considera como el verdadero inicio de la Primavera Árabe: las protestas de Gdeim Izik –el campamento Solidaridad–, donde participó como activista Hassana Aalia con tan solo 22 años. Unos hechos por los que, según explica él mismo, "ha sido juzgado dos veces: la primera por un tribunal civil y la segunda por uno militar". En la última se le condenó a cadena perpetua.

"Fueron unas protestas pacíficas donde 20.000 personas nos organizamos en un campamento con haimas y decidimos no volver hasta que no se cumplieran nuestros derechos", relata. Una concentración que se inició en octubre y que se mantuvo durante un mes, el tiempo exacto que tardó Rabat en desmantelar la protesta por la fuerza.

Hassana Aalia recuerda que "fue a las 6.30 de la mañana del 8 de noviembre cuando entraron los militares [marroquíes] armados, matando entonces a un niño de 14 años y después a mucha más gente". Narra en conversación con este periódico como "más de 200 personas fueron detenidas y 24 activistas condenados". Él, como otros ocho, a cadena perpetua. Al resto, a entre 30 y 20 años de prisión. En este momento, todos, excepto él, residente en España, se encuentran cumpliendo condena.

Fueron llevados cuatro meses a prisión para después poder salir y estar en sitios como Argelia, Senegal y también Bilbao, donde llegó en octubre de 2011 por un curso para tres meses. Fue solo treinta días más tarde cuando se dictó una orden de búsqueda y captura y, casi año y medio después, el 17 de febrero de 2013, el día en el que se celebró el tribunal que impuso las extremas condenas a él y el resto de compañeros.

Una situación perpleja que le obligó a tomar una decisión: "¿Me quedo o me vuelvo?", se preguntó. Al final, como sabemos hoy, Hassana decidió quedarse en España y pedir asilo político. Una condición de la que aún está pendiente, ya que aunque el Ministerio del Interior le dijo no, él presentó un recurso con la ayuda de Cear Euskadi ante la Audiencia Nacional y con el aval de de informes de Aministía Internacional, Human Rights Watch y Acnur –dependiente de Naciones Unidas– que obligó a paralizar lo que ya era una salida obligatoria. Circunstancias que, en cualquier caso, le impiden hacer vida normal. "No puedo estudiar ni trabajar. Mi único documento es la tarjeta sanitaria", explica.

Su detención y orden de expulsión, el detonante

Aunque uno de los capítulos más complicados de su vida en España lo vivió hace solo unos meses cuando la Policía Nacional le detuvo durante un trayecto en tren de Galicia a Euskadi y trataron de deportarle. "Se fueron hacia mí y me pidieron los papeles, que siempre los llevo conmigo –matiza–, y al no tener asilo decidieron abrirme un expediente sancionador que podía terminar en expulsión del país". Un caso que terminó archivado tras nuevos recursos pero que fue el detonante de la campaña de sensibilización conducida por Maite Isla y la organización Sogaps.

"Estaba el tema muy caliente y era necesario hacer más visible su problema. Así que decidimos iniciar esta campaña de lo que sí, vendría a ser merchandising", explica la presidenta de la asociación que promovió esta iniciativa, radicada en Galicia. "Se lo comentamos al anterior delegado [del Frente Polisario para España], Baddadi Benamar, y le encantó la idea, a partir de ahí empezamos a hacer pruebas y terminó resultando muy, muy bien".

Cartel de los 24 presos de Gdeim Izik y el 'mercandising' por Hassana Aalia 

Isla recorrió con su campaña de sensibilización, primero, su comunidad. "En cada pueblo que visitamos la gente se acercaba a nuestras mesas y gracias a ello podía conocer su caso". Recuerda como, durante los últimos meses, "muchísimos ayuntamientos han llevado a cabo mociones y apoyos en favor de la causa saharaui".

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Después, en noviembre, decidieron llevar su idea la Conferencia Internacional de Apoyo y Solidaridad con el Pueblo Saharaui (Eucoco), que se celebra en Madrid. "Gente de muchos países pudo vernos y, claro, todos querían llevarse cosas. Lo cierto es que no dábamos a basto", rememora. Aún así, confirma que "siguen repartiendo porque aún les quedan muchas cosas". Recientemente el Parlamento de Galicia acogió la reunión Paz y Libertad para el Pueblo Saharaui de intergrupos parlamentarios, y allí también estuvieron presentes tratando de hacer más fuerte el mensaje de asilo para Aalia.

Una labor acompañada, del objetivo último de los saharauis, su independencia y liberación de la ocupación marroquí, de la que se cumple ahora el 40 aniversario. "Los saharauis están cansados esperando a la comunidad internacional", señala Aalia, que dice no sentirse aludido, a pesar de sus 27 años, cuando la delegada del Polisario en España, Jira Bulahi Bad, dice que les toca atemperar a los jóvenes para que lleguen a la violencia. "Yo no comparto la guerra en ningún caso", afirma. "Ya hemos sufrido la guerra durante años y han pasado muchas por la historia de este mundo y sabemos cómo acaba: miles de víctimas civiles y beneficios para las multinacionales de las armas", razón a la que añade que espera ver "pronto" una "solución al conflicto". Y niega, en cualquier caso, el regreso a las armas.

Un conflicto que vivió su último capítulo en la reciente visita del secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, a los territorios ocupados y los campamentos de refugiados, como el de Tinduf –sede del Frente Polisario–, que le valió duras críticas por parte del Estado marroquí. Unos hecho que, en cualquier caso, no hacen cambiar la visión de Hassana Aalia sobre Naciones Unidas, con la que se muestra muy crítico: "No confío mucho en la ONU. Desde que existe Naciones Unidas en el Sáhara nunca ha hecho nada ante las graves violaciones de Derechos Humanos que allí se producen". La misión de la ONU en el país, Minurso, advierte Hassana, "es la única en todo el mundo que no vigila las violaciones de Derechos Humanos. "¿Qué hace la ONU?", se pregunta con desesperación. "¿Tomar el té? ¿Tomar el sol? Deben empezar ya a tomar medidas y hacer el trabajo que se les encomendó hace 25 años".

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