Crisis de los refugiados

“Tenían una vida en sus países y ahora sólo buscan un lugar donde vivir en paz”

Tensión y desesperación en los más de 50.000 refugiados atrapados en Grecia entre acuerdos y fronteras

Miguel Huertas / Miriam Puelles

La Unión Europea empezó este lunes a aplicar su plan para desalojar Grecia de demandantes de asilo. Un primer grupo de 202 personas de nacionalidad pakistaní y bangladesí fue escoltado por agentes de la Agencia de Europa para protección de fronteras (Frontex) y ya está en Turquía, después de que todos ellos fueran trasladados en dos barcos de pasajeros desde la isla griega de Lesbos a la localidad turca de Dikili. Es la puesta en marcha del acuerdo sobre refugiados.

En Lesbos se encuentra el campo de refugiados de Moria, el mayor exponente de este acuerdo. Tras la firma del pacto, de allí decidieron salir la mayoría de los trabajadores de las ONG. Denuncian que se ha convertido en una “prisión” y que su labor allí ya no tiene “ningún sentido”. Y sostienen que las autoridades les “han echado” para convertirlo en un “campo de detención”. En Moria, un campo temporal diseñañado para unas pocas cientas de personas, hay ya más de 3.000 demandantes de asilo. En total se estima que en toda Grecia hay actualmente 51.000 personas atrapadas entre fronteras y acuerdos.

El Pireo: la vida en el párking

Atenas es el destino obligado de todos los refugiados y demandantes de asilo que llegan a las islas griegas. Se han improvisado varios campos, aunque destaca el de El Pireo. Las organizaciones se vuelcan con las más de 5.000 personas que se apiñan en lo que era un antiguo aparcamiento en el que se han instalado cientos de tiendas de campaña que les dan cobijo.

Cuando los refugiados desembarcan en las costas griegas, son ubicados en alguno de los diferentes campos instalados por todo el país. En palabras de la responsable de Cruz Roja Española en el campo de refugiados de El Pireo, Fátima Caballero, “pueden pasar 24 horas, 48 horas o una semana desde que llegan a las islas y son transportados por ferry hasta la península”. Un tiempo muy variable que no les distrae de su objetivo: “Tener un sitio donde poder estar”.

Así lo recalca Caballero cuando recuerda los testimonios que ha escuchado en el Pireo. Allí, Cruz Roja Española actúa en dos de los campos para refugiados que se sitúan próximos: el del puerto –ya citado– y el de Rizona, ubicado a una hora de Atenas. Caballero cuenta a infoLibre que se ocupan de proporcionar "asistencia primaria y sanitaria" a quienes llegan al lugar, así como de realizar “talleres con los niños”. En definitiva, “funciones diferentes que van más allá de las meras tareas asistenciales que realizan nuestros compañeros que les reciben en las islas”, comenta. 

“El mensaje que nos transmiten es que tenían una vida en sus países y que ahora sólo buscan un lugar donde vivir en paz”, porque allí ya “no pueden vivir ni dormir tranquilamente porque siempre está el miedo al peligro de si seguirán vivos a la mañana siguiente”, afirma Caballero al recordar las historias del éxodo. La experta subraya que “el 50% de la población que ha llegado a Grecia son mujeres y niños” y que, pese a las órdenes de deportación acordadas entre la Unión Europea y Turquía, “a las islas siguen llegando gente”.

Un niño sale de su tienda en el campamento para refugiados del puerto de El Pireo en Grecia 

En el campo de refugiados de la capital griega también está el director general de Save The Children, Andrés Conde. Conde es testigo diario de la experiencia de las personas que cruzan miles de kilómetros para disfrutar de una oportunidad en Europa y que ahora se ven cercados en el país heleno sin posibilidad de avanzar hacia el norte. El acuerdo afecta a los refugiados que lleguen a partir de su firma –20 de marzo– por lo que, recuerda, “no afecta” a los que ahora se encuentran en la Grecia continental.

Tensión y desesperación

El mayor punto de concentración de refugiados ahora en Grecia es Idomeni, una pequeña localidad del norte convertida en punto estratégico por tener la estación de tren más cercana a territorio macedonio. Allí se encuentran, según las diferentes estimaciones, entre 12.000 y 15.000 personas. Todos en espera de poder cruzar una frontera cerrada desde hace cuatro semanas. En los últimos días ha habido rumores sobre una posible reapertura, pero hasta ahora las posiciones no cambian.

“Los refugiados siguen en movimiento en el norte porque no hay una información oficial”, explica Conde. El “propósito” del Gobierno griego es llevarlos a campos, dice, “con mejores condiciones”. Una opinión compartida por Emmanuel Massart, coordinador sobre el terreno en Idomeni de Médicos Sin Fronteras. “Ahora Grecia no está ofreciendo mucha ayuda, lo que sí hacen es abrir nuevos campos para refugiados y quieren vaciar Idomeni para llevarlos allí”, asegura. “Tenemos constancia de que al menos 600 personas se han marchado ya hacia otros puntos del país. Grecia está poniendo mucho empeño en que sean trasladados”, insiste Massart, también en conversación con este diario.

A pesar de los intentos del Gobierno liderado por Alexis Tsipras, los refugiados “no quieren ir a otros campos”, explica Conde. “Vinculan las deportaciones con movimientos sobre el terreno y tienen la esperanza de que se abra la frontera”. A esta idea suma la conciencia colectiva que están tomando los grupos de migrantes estacionados en Idomeni. “Saben que 12.000 personas juntas son fuertes”, dice el experto. En este tiempo, cuenta, “vivimos dos manifestaciones dentro del propio campo” en las que, asegura, hubo “tensión”.

Conde destaca en que los refugiados son “gente pacífica” pero con muy poco que perder. “Nos lo cuentan los refugiados que están en Lesbos. Ellos son el enemigo en su país y muchos están dispuestos a tirarse al agua si los meten en un barco”. Con sus propios ojos ha podido ver cómo un adolescente trató de prenderse fuego delante de ellos en Idomeni. Ahora describe la situación en El Pireo como “tranquila”, pero mantiene cierta desconfianza: “Hay tensión y en cualquier momento una noticia puede hacer que esto explote”, advierte.

Grupo de refugiados alrededor de una hoguera en Idomeni 

Con el acuerdo en marcha, ¿ahora qué?

El responsable de Save The Children señala que en Moria, donde se encuentran buena parte de los refugiados llegados después del 20 de marzo, hay actualmente 3.300 personas. Un campo diseñado de forma temporal por la crisis y que tiene capacidad, apunta, sólo para “algunos cientos de personas”. Muchas organizaciones han decidido marcharse de allí al haber tomado el control el ejército griego, que es ahora el gestor del campo y quien reparte los recursos.

“Quienes están allí saben que hay un riesgo importante de ser deportados y muchos insisten en que no pueden volver”, explica Andrés Conde. A los refugiados de Lesbos hay que sumar los que están en otras islas del Egeo como Xíos, Samos o Lemnos. Ellos son los que corren el peligro de ser devueltos a Turquía.

En el país otomano viven 2,7 millones de personas con estatuto de refugiado. Una suma enorme en comparación con los 72.000 que entrarían a través del acuerdo con la UE. Una situación, según Conde, que “no es fácil aunque cuenten con reconocimiento”. “No pueden trabajar formalmente y lo hacen –puntualiza– de forma informal”. Algo que, para 2,7 millones de personas, no cree que sea un panorama “sostenible”. Además, en lo que a la labor de Save The Children corresponde, alerta del “crecimiento del trabajo infantil”. Familias enteras están oficialmente fuera del mercado laboral, los salarios son de miseria y, para sobrevivir, todos se ven obligados a aportar lo que pueden.

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Al mismo tiempo, subraya la dificultad de encontrar vías alternativas para que los refugiados entren a Europa. "La gente de las mafías dice que quiere establecer nuevas rutas que puedan pasar por Albania o Italia, algo que sería altamente peligroso", señala Conde. Europa también ha explorado estas opciones entre sus ministros de Interior, pero hasta ahora no hay ningún plan establecido.

Emmanuel Massart va más allá y se muestra convencido de que el acuerdo establecido por los poderes políticos en Europa no tiene muchas opciones de salir adelante. “No creo mucho en la posibilidad de que tantos refugiados puedan ser deportados de este modo”. “Es un tema muy complicado de gestionar –advierte–. El acuerdo 1:1 no es la forma adecuada de tratarlos”. Una postura ante la que, en cualquier caso, asegura no verse sorprendido. “Representa la actitud tomada por Europa desde el comienzo de esta crisis. Una política que la experiencia demuestra que no funciona”, lamenta Massart.

Un pacto con Erdogan que no dice ni una sola palabra sobre estos 51.000 refugiados que un día llegaron a Grecia y que ahora se encuentran entre la espada y la pared repartidos por los diferentes puntos del territorio heleno. Muchos, después de un viaje de meses, sin dinero, recursos ni nada que perder. Ahora una cuarta parte espera en Idomeni que se abran las puertas. Otro tanto suspira por no ser expulsado en las islas. En medio, la supervivencia.

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