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Desde la tramoya

La estrategia de no decir nada

La política discurre al ritmo de las historias que cuenta la gente en las tabernas. De los relatos que circulan inmateriales en las conversaciones de café. Esas historias son casi siempre simples en extremo. “Urdangarín se forró a cuenta del dinero público, aprovechando su posición”. “Su mujer lo sabía”. “Vaya con el chalecito que se construyeron en Pedralbes”. “Ahora el muy listo se exilia en Catar con la ayuda de su suegro…” Letales son esas historias –por simples, contundentes y simbólicas– cuando vienen en tu contra.

Alberto Núñez Feijóo, el presidente gallego, apostó por una historia que era en principio verosímil y más o menos defendible en la sobremesa. “Si se pegó un paseo en barca con un delincuente cuando tenía treintaytantos… bueno… está feo… pero en fin… ”. Feijóo podía esgrimir ese relato hasta el miércoles, momento en el que su comparecencia en el parlamento gallego, le situó en un nuevo escenario, una nueva narrativa. Azuzado por la oposición, especialmente agresiva, el presidente de la Xunta terminó por admitir que había habido más viajes, más pagos, más contactos, que el tal Dorado se llevó contratos de la Xunta, y que la relación con él fue “un error”. La historia entonces abre nuevas hipótesis de taberna: “¿Será que el tipo se estaba dejando ayudar por un narcotraficante en la financiación de sus campañas?” “¿Estarían ambos ayudándose mutuamente como parece que hacían “el bigotes” con Camps o algunos empresarios de postín con Bárcenas y el PP”?

La estrategia de “máxima transparencia” (full disclosure dicen con tino los anglosajones) es lo que tiene: abre puertas en las narrativas, pone a tus adversarios a dar versiones alternativas, mantiene vivos finales de la historia que tú no deseas. También lo ha notado esta semana el presidente de la Junta de Andalucía, que aún tiene por cerrar el final de la narración del caso de los EREs fraudulentos.

Rajoy, que es un hombre mentalmente resistente a las especulaciones, se resiste a dejar que se le vayan las historias de las manos. Por eso no quiere comparecencias arriesgadas. Si alguien supone o certifica otros argumentos, que no sea porque él da pie a que se imaginen. Rajoy adopta la estrategia contraria a sus homólogos gallego o andaluz: “que supongan lo que quieran, pero no será porque yo diga nada. Ya veremos quién gana”. Estrategia de “cierre total”, podríamos llamarla (full closure, diríamos en inglés). Será interesante ver quién resiste más. Por supuesto, eso no dependerá sólo de la estrategia de apertura o cierre adoptada, sino también de lo que realmente ocurrió en cada caso, del devenir de otros acontecimientos paralelos, de la fortaleza de la oposición, de la complicidad de los medios de comunicación y de la forma en que cada presidente defienda su relato. Pero como sabe cualquier político que lleve unos meses en esto, la decisión sobre la estrategia tiene también importancia.

Por si interesa en algo mi opinión, siento decir que aunque Feijóo y Griñán, cada uno en su escenario, me parecen más valientes, audaces y sinceros en su voluntad de explicarlo todo, me da la sensación de que la estrategia cerrada y cicatera de Rajoy, terminará por darle más réditos electorales. Es curioso, pero por mucho que hayan explicado a sus parlamentos y a sus opiniones públicas Griñán o Feijoo, no están mucho más fuertes que el adusto y silencioso “presidente de plasma”.

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