Plaza Pública

Sobre el tiempo de paz en Euskadi

Isabel Camacho

Durante muchos días se siguió recordando aquel estallido de júbilo: ETA anunciaba el cese definitivo de la violencia. Era el 20 de octubre de 2011. Tras el sosiego, llegaron las preguntas: y, ahora ¿qué? Las heridas se curan pero ¿y las cicatrices? ¿Y las víctimas? ¿Y la convivencia? ¿Y los presos de ETA? ¿Y ETA?…

Muchas preguntas para las que prevalecía una respuesta: por encima de todo, el reconocimiento eterno a las víctimas.

Ha transcurrido un año y medio. Pocos llevan escolta y nadie mira debajo del coche. La primera preocupación en Euskadi, como en el resto de España, es la falta de trabajo, las consecuencias del neoliberalismo que todo lo arrasa.

El terrorismo ha dejado una marca indeleble pero los vascos tienen prisa por abandonar tantos calendarios teñidos de sangre. Por volver a mirarse a la cara sin recordar. Y, eso, también asusta.

El camino es largo y el botín de pena y dolor, un fardo pesado. En Euskadi llueve con lentitud poderosa.

Pero, los vascos sabemos aquello que cantaba el visionario Bob Dylan en 'Los tiempos están cambiando': “Venid escritores y críticos que profetizáis con vuestras plumas, abrid bien los ojos, la oportunidad no se repetirá más”. Así que, en esas andamos, intentando sacar adelante el proceso de paz.

Sin embargo, una bestia negra sobrevuela como una pesadilla amenazante y no es otra que la actitud del Gobierno del PP. Su política de bloqueo total, su empeño en no dar ni un paso, que nada tiene que ver con claudicar a las exigencias de ETA, podría alterar a la parte más dura de la banda. ETA ya ha advertido de que “asistimos a un momento crucial” en su último comunicado del 2 de mayo pasado.

Y, en el largo entretanto, los vascos celebramos sorprendidos que la kale borroka se transforma en seguidora de Gandhi y practica la resistencia pasiva. Partidos con víctimas entre sus filas tienden la mano a quienes durante los años negros fueron cautivos de ETA.

La hija adolescente de Arnaldo Otegi comparte premio con la de Jesús Eguiguren. La Justicia vasca no ve delito en acompañar el féretro del dirigente etarra Francisco López 'Thierry'. Gesto por la Paz se disuelve en asamblea y en junio, el lehendakari Iñigo Urkullu presentará su 'Plan de paz, Derechos Humanos y Convivencia´.

Y ya se ha empezado a debatir La Ponencia de Paz, con la ausencia del PP, una especie de guión consensuado entre PNV, PSE y EH Bildu (la marca parlamentaria de la izquierda abertzale) que establezca las bases éticas para lograr la convivencia en Euskadi.

Aquí va una pequeña historia de algo de lo que está pasando en un País Vasco que anhela construir la paz.

Apenas tiene 13 años, pero dice que sabe lo que es sufrir y sentir miedo. Ha subido nerviosa a un escenario para contar con voz dulce y segura que los padres creen que los niños no se enteran de nada pero que ella sabe muy lo que ha pasado en Euskadi. Por eso, puede asegurar sin miedo a equivocarse que odiar es el infierno y el cielo, vivir en paz. Pide que se rece por las víctimas y que se libere a los que trabajan por la paz, como Arnaldo Otegi.

Esta niña menuda se llama María Eguiguren y junto a Garazi Otegi recogió el pasado 26 de abril, 76 aniversario del bombardeo de Gernika por la aviación nazi, el premio Gernika por la Paz y la Reconciliación otorgado este año a sus padres, Jesús Eguiguren y Arnaldo Otegi, por su aportación en la consecución de la paz en Euskadi.

Algunos se llevaron las manos a la cabeza por la imagen de las chicas, y por la concesión del premio al presidente de los socialistas vascos y a su amigo el ex dirigente de la izquierda abertzale. Pero, la gran mayoría de la ciudadanía vasca lo contempló emocionada. Como un paso más en el largo camino hasta la consecución de la paz y reconciliación después de la mortal batalla.

Otra cosa son las víctimas, limadas por el dolor. No se les puede pedir que derrumben los muros levantados para sitiar su tristeza; su aislamiento. Temen con razón que la sociedad vasca pase la página del terror. Creen, y es una creencia compartida ampliamente, que al mundo abertzale le ha salido demasiado barato tanta barbarie. De que ha pasado demasiado rápido de respaldar o justificar el terrorismo a ostentar el poder institucional; a campear a sus anchas. Pero, también la mayoría es favorable a mirar hacia adelante.

La izquierda abertzale es la segunda fuerza política en Euskadi. EH Bildu regresó al Parlamento vasco con 21 escaños, el 25% de los votos, en las últimas elecciones de 2012. 277.923 personas le dieron su apoyo. Solo superado por 384.776 seguidores del PNV, que le proporcionaron 27 representantes y el 34% del resultado final.

La máxima prioridad de ese mundo es la situación de los presos de ETA o condenados por su relación con la banda. Un asunto con el que intenta hacer victimismo de manera recurrente. Su portavoz parlamentaria, Laura Mintegi, una profesora universitaria de modales suaves, ha advertido de que sería negligente que el Ejecutivo de Mariano Rajoy dejara de lado ese asunto porque podría ser el germen conflictivo de las siguientes generaciones. “El Gobierno debería saber que la lucha armada ha terminado y que Europa no entienda que no hagan nada al respecto” ha dicho.

La propia ETA hace un llamamiento a la “presión popular” en su último comunicado. Y, el lehendakari Iñigo Urkullu no dejó pasar la oportunidad de pedir al presidente Rajoy, en la reunión que mantuvieron el 10 de abril, un plan para acercar los presos etarras a las cárceles vascas o próximas a Euskadi. Le demandó que abra la mano con la concesión de terceros grados y de libertades a los presos enfermos de gravedad.

De momento, continúa un bloqueo fatal para el tan deseado avance en el proceso de paz.

El presidente del Gobierno español hace oídos sordos y su inmovilismo no solo no gusta a la mayoría de la ciudadanía vasca sino que es utilizado a su favor por Sortu y EH Bildu: las dos marcas de la izquierda abertzale. Y, por la propia ETA, lo que es más peligroso.

La situación puede dar un giro en las próximas semanas. Es muy probable que varias decenas de presos de ETA salgan a la calle inmediatamente. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos decidirá sobre el recurso contra la aplicación de la llamada doctrina Parot que obliga a que las redenciones y beneficios penitenciarios se apliquen sobre cada una de las condenas. De modo que extinguida una pena, comienza el cumplimiento de la siguiente.

Nadie duda de que Estrasburgo decidirá su derogación. En julio pasado, ya obligó al Estado español a dejar en libertad a Inés del Río Prada, miembro de comando Madrid, condenada a más de 3.000 años de cárcel, aduciendo que la doctrina vulnera los derechos humanos.

Sería un momento de inflexión en estos nuevos tiempos. El abogado sudafricano experto en derechos humanos Brian Currin, que lleva participando activamente en el proceso de pacificación vasco, ya ha avisado de que la integración de los presos es siempre un reto complejo. Pero que, en el caso vasco, se verá agravada por los altos índices de desempleo que azotan Europa y España.

Arnaldo Otegi no está en esa circunstancia, pero su caso es visto como uno de los más escandalosos. El ex portavoz de Batasuna lleva cumplida más de la mitad de sus seis años de condena en la cárcel de Logroño y su recurso ante el Tribunal Constitucional está pendiente de que el alto organismo se reúna para tomar una decisión que se prorroga en el tiempo y que, con toda seguridad será absolutoria. Muy pocos creen en Euskadi que Otegi siguió las órdenes de ETA en su intento de recomponer Batasuna, como dictaron los jueces en el llamado “caso Bateragune”. "La vuelta de ETA a la violencia sería un suicidio político para la izquierda abertzale"; a la izquierda abertzale la violencia de ETA "le sobra y estorba", sostuvo en su juicio. Y defendió "el cese definitivo de la violencia armada y el desmantelamiento de la estructura militar". Sus palabras no convencieron al tribunal y lo condenaron por su relación con ETA. Paradójicamente, acaba de recibir un premio por su trabajo para lograr la paz en Euskadi.

En este mosaico que es Euskadi, están los que creen, como el PSE-EE y PP y, en menor medida, el PNV, que algunas actuaciones de la izquierda abertzale recuerdan tiempos pasados. Son actos como el reciente homenaje póstumo tributado a 'Thierry', ex jefe de ETA y responsable del atentado contra la T4, y a quien Jesús Eguiguren llegó a describir como “bipolar”. O cuando Laura Mintegi dijo en el Parlamento vasco que las acciones de ETA habían sido políticas y se podían haber evitado.

La que fuera candidata a lehendakari aclaró en su blog que su bisoñez le había jugado una mala pasada. Ella se refería al origen de la violencia, y en eso hay poco desacuerdo. El Tribunal Superior de Justicia del País Vasco no ha visto delito alguno en ambos casos. Eso sí, ha aprovechado su resolución para reseñar el uso interesado que el mundo abertzale hace del lenguaje, como cuando hablan de “presos políticos vascos” para referirse a los presos terroristas.

Ya no se queman cajeros o autobuses pero algunos nostálgicos siguen pintando palabras insultantes para expresar su desacuerdo. El objetivo: el PSE-EE y el PP. Llenaron las calles de la Parte Vieja donostiarra tras conocerse la sentencia del Tribunal Supremo que confirma la condena a seis años de cárcel a ocho miembros de la ilegalizada Segi por un delito de pertenencia a banda armada.

Otros eligen para sus ataques con pintura varios batzokis del PNV. Y un concejal donostiarra de este partido tampoco se ha librado de los insultos, tan habituales en tiempos pasados. Actos todos que sugieren que ahí siguen los de siempre. Que no han cambiado. Que aún les falta mucho para respetar las normas democráticas. “El tufo a pasado es insoportable” se quejaba un conocido periodista naci onalista tras los ataques a las sedes.

Ya hemos dicho que el camino es largo y sinuoso. Tantas décadas teñidas de terror y odio dejan marca. Pero, los vascos quieren dejar el pasado atrás. Convertir su país en un santuario donde la violencia no pueda herirles más. Donde todas las víctimas sean reconocidas. En el que las pistolas de ETA formen parte de la pesadilla que sufrió Euskadi durante 40 años. ETA todavía dispone de armamento pero una escisión parece improbable. Sería su ruina y la de la izquierda abertzale. Pero también, la del pueblo vasco. “ETA is not going to shoot another bullet”, sentenció Brian Curri poco después de aquel glorioso 20 de noviembre.

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