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Siria: otros manejan la historia

Hace tiempo que tengo la impresión de que la guerra en Siria nos preocupa más bien poco. Más de dos años de fuego y matanzas parecen seguir resbalando sobre nuestras conciencias como se suceden las noticias en los informativos: hay presencia y cierta continuidad, pero no llega a calarnos en el alma hasta afectar a nuestro ánimo. Así me parece verlo, al menos en lo que leo y en quienes trato o sigo. Siria está ahí y molesta, pero esa guerra no va a movilizar a un mundo en crisis que bastante tiene con no desmoronarse para siempre. Al menos hasta ahora.

Sabido es que la toma de conciencia que cambia las cosas se mueve por territorios caprichosos: es como el gusto, que no tiene normas, que cada uno tiene el suyo y cuando coinciden unos cuantos en algo, eso triunfa; pero no hay medidas ni certezas.

Siria se me antoja como una guerra injustamente relegada a la leve rutina informativa, quizá porque su vida interior ha sufrido la sombra de un régimen oscuro y cerrado, aliado de los soviéticos que no quiso ni pudo cambiar cuando lo hizo Rusia, que tampoco parecía muy interesada en su evolución. Siria estaba lejos y era desconocida. Hoy sabemos que todos los días hay dolor y muerte, pero ha seguido estando lejos.

Tampoco el mundo occidental, en lo que tiene de retazos de conciencia democrática universal, parecía demasiado dispuesto a agendarlo como urgente, quizá por el decidido apoyo político de China y Rusia; no pasamos de las palabras de condena y las inspecciones de resultado desconocido : ¿para qué, si lo van a vetar?. De esa forma, el régimen de dictadura hereditaria, que además esta acostumbrado a hacer y deshacer en la región, sigue adelante su plan de supervivencia a sangre y fuego sin que le queme una conciencia que no tiene ni le moleste un reproche internacional que le resbala.

Pero parece que ahora ha llegado el momento. Y tenemos el argumento: han rebasado una frontera en lo intocable con el uso de armas químicas con los niños como víctimas. Lo primero le sirve de excusa a los gobiernos, lo segundo, de razón a la opinión pública. Coinciden informaciones y nos llegan imágenes, como las que podemos ver más arriba, que agitan ambos y resultan insoportables.

Estados Unidos y la ONU empiezan a cambiar su tono y su acción ante el uso probable de armas químicas y sus opiniones públicas pueden entenderlo o hasta apoyarlo, ante el argumento del sufrimiento infantil.

Puede que no sea la primera ocasión, puede que en los dos años hayan sucedido cosas más atroces, pero se diría que llegó el aquí y el ahora. Con el inestimable apoyo de la cruel torpeza del régimen, pero no marcado por los acontecimientos, sino más bien al revés, con los acontecimientos marcados para su justificación.

Me parece necesario que se intervenga con determinación contra Siria y creo que la decisión de dar un paso más es un acto de obligada solidaridad hacia la machacada población siria, pero me pregunto por qué no antes, y cual es la verdadera razón del aquí y ahora.

No soy asiduo a las tentaciones de conspiración internacional, pero me malicio que tampoco esta partida se está jugando a la vista, y que cuanto más se sabe peor quedamos los ciudadanos.

Por mucho que apoyemos una intervención más decidida, por mucho que aplaudamos a la caballería al rescate aunque llegue algo tarde, vuelvo a tener la sensación de que otros manejan la historia, los argumentos, y hasta el orden de las cosas.

Y eso no termina de gustarme del todo, no me resulta, como ciudadano, nada tranquilizador.

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