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Aurora ultra en Europa

El matonismo de ultraderecha se está convirtiendo en una grave amenaza de raíz política e ideológica a la seguridad ciudadana de Europa. Desde la matanza del neonazi noruego Anders Breivick del verano de 2011 al asesinato esta semana de un rapero por un fanático del Amanecer Dorado griego, pasando por el asalto a la sede madrileña de la Generalitat perpetrado el pasado 11 de septiembre por una banda de falangistas, las agresiones ultraderechistas contra rojos, gais, artistas, inmigrantes y demás “enemigos de la civilización blanca y cristiana” se multiplican en el continente. Lo hacen al amparo de una amplia tolerancia de las autoridades y los medios de comunicación europeos, en su gran mayoría conservadores.

Para la derecha que gobierna Europa, la ultraderecha es tan solo un pariente ligeramente descarriado. Una y otra comparten un ideario básico: patrioterismo nacionalista, sustitución del antiguo antisemitismo por la contemporánea islamofobia, profundo rechazo del inmigrante de piel oscura, aversión a la igualdad de derechos de las minorías y a la libertad de costumbres promovidas por los movimientos de los años 1960, satanización tanto de los sindicatos obreros tradicionales como de los nuevos movimientos juveniles de protesta... En realidad, puesto que el grueso de la ultraderecha europea no lleva ahora uniformes nazis y fascistas y proclama su aceptación formal de la democracia, y puesto que la derecha gobernante se ha ido alejando del centro democristiano para defender la ley de la jungla, las diferencias entre una y otra ala de la familia ya no son tan profundas como en las décadas que siguieron a la II Guerra Mundial.

Es muy significativo que la derecha política y mediática gobernante jamás estigmatice a la ultraderecha como “terrorista”. Breivick, que mató a tiros y bombazos a 77 personas, era tan solo un “individuo aislado y perturbado”, poco importaba que la Policía descubriera que, vía Internet, estaba en estrecho contacto ideológico y técnico con una nebulosa de tipos como él. Para esa derecha gobernante, el calificativo de “terrorista” sólo es aplicable a organizaciones criminales de raíz y palabrería izquierdistas -como IRA y ETA-, y a individuos, células y redes vinculados con interpretaciones yihadistas del islam.

No comparto ese doble rasero, pienso que terrorismo es sembrar el terror a través de una acción brutal. En solitario u organizadamente, cegado por ideas ultraderechistas o ultraizquierdistas, en nombre de cualquier dios, sea cristiano, judío, musulmán o hinduista. Terroristas fueron los atentados yihadistas del 11-S en Estados Unidos y el 11-M en Madrid, y terrorista fue la matanza de jóvenes socialdemócratas de Breivick en Noruega. Y si la violencia callejera que practicaban los partidarios de ETA era tildada de “kale borroka”, ¿por qué no llamar del mismo modo al reciente asalto falangista a la sede madrileña de la Generalitat?

En los últimos años, cada vez que un partido ultraderechista obtenía buenos resultados en las urnas de Holanda, Francia, Austria, Hungría, Italia, Finlandia o Grecia, la escasa prensa europea de centroizquierda editorializaba un día sobre el asunto, para pasar pronto a otras cosas. Por supuesto, el fenómeno, real, tangible, contabilizable, de la progresión electoral de las ideas populistas, demagógicas, xenófobas y racistas de ultraderecha ni tan siquiera merecía ese modesto tratamiento en la mayoritaria prensa conservadora. Pues bien, ya hemos pasado de la fase de la respetabilidad electoral y parlamentaria a la del matonismo abierto. En ese sentido, Amanecer Dorado (o Aurora Dorada) ser considerado hoy la vanguardia de la ultraderecha continental.

Antoni Samaras , el primer ministro conservador griego, ha dicho hoy que no piensa consentir que Amanecer Dorado “mine la democracia”. A buenas horas mangas verdes. Este partido -el ultraderechista con presencia parlamentaria que más abiertamente exhibe simpatías neonazis en Europa- ya es la tercera fuerza política en su país. Su discurso exaltado, sus ataques verbales y físicos a inmigrantes, su violencia en los platós de televisión, sus campañas de asistencia social “solo para griegos”, han sido ampliamente permitidos en los últimos años. Sectores de la Policía griega simpatizan abiertamente con Amanecer Dorado e informan a los denunciantes de que el modo más efectivo de conseguir ayuda contra robos es solicitarla a sus matones.

Ahí se ha gestado el asesinato a puñaladas en las cercanías de Atenas de Pavlos Fyssas, un rapero de 34 años de nombre artístico Killah P. y muy activo en los movimientos antifascistas y antirracistas, Un militante de Amanecer Dorado es el presunto autor del crimen.

En cuanto a España, eso de que este país está vacunado contra la ultraderecha es otro de los mitos piadosos de la Transición. Cientos de miles de españoles son ultras, aunque muchos de ellos prefieran la camisa blanca a la azul, algo que ya ocurría en los últimos tiempos del franquismo, y voten al PP, al que cabe reconocerle el mérito de haber aunado a toda la familia españolista. No obstante, también hay algunos de ellos que proclaman sin complejos su nostalgia del Caudillo y sus simpatías fascistas. Cada vez son más y cada vez son más osados. En noviembre de 2007, uno de ellos, militante de un grupúsculo llamado Democracia Nacional, apuñaló mortalmente en un metro a Carlos Palomino.

Pero para el PP español todo aquel que discrepa de su política, incluidos los desahuciados, es nazi… menos los nazis.

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