Plaza Pública

Derecho a tener derechos

Mercedes Domenech

“Es bueno que la mujer tenga el freno de la Iglesia”, dijo un republicano de agudo sentido liberal a Clara Campoamor. La realización [política] de la mujer siempre se ha visto sometida a numerosas y férreas barreras impuestas a lo largo y ancho del camino de las libertades. El anteproyecto de reforma de la Ley del aborto es una muestra más del misoginismo que latiga a una mujer que no se contenta con ejercer de manera sumisa el rol esposa-madre.

“La mujer siempre es víctima”, sostiene Gallardón. El lenguaje no es inocente. A esta afirmación del ministro de Justicia le acompaña una potente infantilización. E insiste: “No cabe depender de la exclusiva voluntad de la mujer embarazada”. El sexo débil, el incapaz, se debe proteger frente a una violencia que le obliga a abortar. Bajo las actuales circunstancias, el derecho se convierte en “una falsedad como un templo” que permite practicar abortos que en realidad son “asesinatos”, defiende Aguirre.

El anteproyecto aprobado el pasado viernes hunde sus raíces en la imagen bíblica de Eva, que surge, pertenece y depende de Adán. En el caso que nos atañe, dependerá de varios, pues tendrá que justificar el motivo por el que ha decidido abortar y esperar dictamen y autorización de distintos médicos. El derecho pasa, pues, a convertirse en delito regulado. A pesar de su fundamentalismo, el texto ha contentado parcialmente al núcleo duro de la Iglesia, que sostiene que es lo menos que se puede hacer. Retroceder a 1985 sabe a poco.

"No entiendo que se desproteja al concebido, permitiendo el aborto, por el hecho de que tenga algún tipo de minusvalía o de malformación. Es éticamente inconcebible", dijo Gallardón el pasado verano. Éticamente inconcebible es que se obligue a una mujer a mantener en su vientre a un feto con anomalías congénitas que está condenado a una muerte segura en sus primeros años de vida.

No olvidemos que en paralelo a esta incursión ideológica el Gobierno recorta sin escrúpulos en materia de dependencia, lo que implica que miles de personas mayores y con discapacidad vean mermada de manera decisiva su autonomía. Vivos y condenados a ser ciudadanos de segunda. Pero ese es otro problema…

Este viernes el Gobierno emprendió una marcha que le llevará a cumplir por primera vez una de sus promesas electorales. Dos años después de llegar al poder y tras muchas cavilaciones. Supondrá apisonar conquistas sociales, mancillar los derechos de las mujeres y criminalizar una práctica que debiera considerarse un problema de salud pública. Ya avisó Gallardón: “Defender el derecho a la vida es lo más progresista que he hecho en política”.

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Mercedes  Domenech es periodista. 

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