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A la carga

Ciudadanos, ¡suscribíos!

Ahora que se inicia el año 2014 y todos nos fijamos buenos propósitos, nada mejor que suscribirse y apoyar a los nuevos medios que están surgiendo en el espacio progresista y de izquierdas de este país. En mi familia, afortunadamente, no hemos sufrido apenas el golpe de la crisis, lo que nos permite estar suscritos o comprar regularmente infoLibre y tintaLibre, eldiario.es, Alternativas Económicas, La Marea, Mongolia y alguno más. Cualquier iniciativa que surge en esta dirección la apoyamos con entusiasmo.

Nos hemos quejado amargamente de que no hubiera medios progresistas en España. Ahora hay multitud de ellos, pero necesitan que los ciudadanos den el paso de respaldarlos con pequeñas contribuciones económicas. El capital de los bancos y de las grandes empresas no va a invertir en ellos y la publicidad ya no es suficiente para sostenerlos. Su única forma de sobrevivir consiste en el compromiso ciudadano.

Durante muchísimos años, el único periódico que tenía alguna complicidad con los valores de progreso era El País. Mientras que en la derecha había multitud de medios (ABC, La Razón, El Mundo, La Vanguardia, la inmensa mayoría de los periódicos regionales), en el centro izquierda sólo se encontraba El País (y El Periódico en Cataluña), no existiendo nada a la izquierda de El País. Por los motivos que sean, que no entro a valorar, el caso es que El País comenzó a virar de forma cada vez más ostensible hacia posiciones liberales, muy alejadas ya de la socialdemocracia, a la vez que surgía un competidor por la izquierda, Público. Desgraciadamente, la crisis se llevó por delante a Público, justo cuando empezaba a cobrar más fuerza y se hacía con un número importante de lectores. Puede decirse sin exageración alguna que hoy por hoy no existe ningún periódico de izquierdas que se publique en papel. Con las televisiones la situación es aún peor, pues todas ellas son cadenas claramente derechistas, con la excepción solitaria de La Sexta, hoy en manos del grupo Planeta y cuya supervivencia en la línea actual no está en absoluto garantizada.

Los medios tradicionales han perdido buena parte de su credibilidad. A causa de la caída de los ingresos publicitarios y de las enormes deudas que arrastran, muchos de ellos han terminado en manos de bancos y de fondos de inversión. Esa dependencia compromete su independencia y los hace serviles hacia ciertos poderes e intereses financieros (recomiendo vivamente la lectura de Papel Mojado. La crisis de la prensa y el fracaso de los periódicos en España, escrito por el equipo de Mongolia y publicado en Debate en 2013).

Esta asimetría política en los medios resulta un tanto paradójica, pues en España la posición ideológica dominante en la opinión pública está escorada a la izquierda. Son mayoría los ciudadanos que se sitúan en el centro izquierda y hay mucha más gente que se declara abiertamente de izquierdas que gente que se reconozca de derechas. Sin embargo, los medios españoles tienen un claro sesgo derechista. Es como si hubiera un gran hiato entre la oferta y la demanda. Los ciudadanos progresistas han estado durante mucho tiempo huérfanos de medios con análisis y opinión de izquierdas: medios que hablen de los aumentos de la desigualdad, de los abusos de la banca y las grandes empresas, del amiguismo y el enchufismo que impera en las élites españolas, medios, en definitiva, libres de ataduras y sin pelos en la lengua.

Con la crisis y su impacto brutal sobre los medios tradicionales, se ha producido una fragmentación del sector de la comunicación. Como señalé al principio de este artículo, hay en estos momentos multitud de iniciativas que vale la pena apoyar. Pero estas iniciativas no pueden prosperar solamente a base de publicidad, por dos razones. Primero, porque la tarta publicitaria ha disminuido mucho de tamaño. Segundo, porque la publicidad también genera servidumbres: algunas grandes empresas invierten en los medios no porque les compense hacerlo desde un punto de vista estrictamente empresarial, sino para callar la boca a los periodistas.

Lo lógico es que se establezca una relación directa entre los ciudadanos y los medios progresistas. Que los ciudadanos contribuyan con una pequeña cantidad al mes, el equivalente a dos o tres cañas un día cualquiera en un bar. En España hay varios millones de personas que se declaran de izquierdas. Muchos de ellos tienen un elevado interés por la política. Es verdad que habrá gente que esté pasando un mal momento y no pueda asumir ni siquiera una pequeña carga como esta, pero otros sí podrán hacerlo. Hoy quiero apelar a todos ellos pidiéndoles que se animen a colaborar con el proyecto que, de los varios que hay, les resulte más atractivo. Y si pueden ayudar a más de uno, tanto mejor. Es absolutamente esencial que lo hagan si queremos tener información independiente que trate los temas que la prensa tradicional silencia o trata de forma superficial.

Déjenme terminar con una nota algo más personal, explicándoles por qué yo he apostado especialmente por infoLibre. En 1998 comencé a publicar artículos de opinión en el diario El País. En ese periódico siempre me trataron con gran generosidad y publicaron prácticamente todo lo que les envié. No tengo más que gratitud hacia El País. Sin embargo, tras más de quince años colaborando ininterrumpidamente con ese periódico, no dudé lo más mínimo en empezar a escribir para infoLibre, aun si eso suponía menos “prestigio social” y llegar a un número más limitado de lectores. Conozco a Jesús Maraña y a Manuel Rico, director editorial y director de infoLibre, y los tengo por dos de los mejores periodistas que hay en España. Hacen el tipo de periodismo que admiro: valiente pero riguroso, progresista sin ser doctrinario y sin ningún tipo de complacencia ideológica. Además, se han rodeado de un equipo excepcional, que en los últimos meses nos ha dado exclusivas muy importantes, baste recordar el papel de infoLibre en el escándalo de los correos de Blesa. En fin, que como diría la princesa del pueblo, “yo, por infoLibre, ¡mato!”. Ciudadanos, ¡suscribíos!

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