Muros sin Fronteras

Desafío de Al Qaeda en Irak

Los yihadistas del Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS), una franquicia de Al Qaeda que mantiene desde hace meses el control de una parte de la provincia de Anbar de Irak, ha tomado Mosul, la segunda ciudad del país, y vaciado sus cárceles. Se trata de un desafío formidable para el debilitado Gobierno de Bagdad, en manos de los partidos chiíes. Sus tropas no combatieron, se dieron a la fuga dejando expuesta a la población civil; también dejaron atrás numerosas armas entregadas por el Ejército de EEUU.

Mosul no es Faluya o Ramadi (Anbar); se trata de una ciudad de 1,8 millones de habitantes con una significativa población kurda y petróleo, es decir: fondos para financiar una guerra. No sé si los guerrilleros del ISIS saben pilotar, pero en el aeropuerto de Mosul había varias unidades de helicópteros H-60, los célebre Black Hawk, made in USA que estaban en manos del inoperante Ejército iraquí.

Nada más conocer la noticia de la llegada del ISIS se produjo la gran estampida: más de 500.000 personas huyeron de la ciudad, incluidos militares.

El desafío va más allá de Bagdad, incluye a EEUU, la región autónoma de Kurdistán e Irán. Al primero porque pone en riesgo sus intereses, y su prestigio político: ¿No había pacificado Irak?; al segundo porque le roba los pozos y al tercero porque esta guerra es parte de otra más amplia entre suníes y chiíes, que hunde sus raíces en la historia del islam.

Esta guerra se libra también en Siria (Asad es alauí, secta chií) y en Líbano. En ella participan saudíes y qataríes como financiadores y suministradores de armas. Ambos favorecen a los grupos salafistas y de alguna manera al ISIS. Irán, enemigo mortal de Arabia Saudí y de las monarquías del Golfo, sostiene al régimen de Damasco con la ayuda de Hezbolá, el partido-guerrilla libanés. Si está Hezbolá debemos meter a Israel, su principal enemigo. Estamos en un campo minado.

 

EEUU derrocó a un dictador suní, laico y nacionalista, y lo reemplazó por un grupo de partidos chiíes que debían obediencia a Irán, donde pasaron gran parte de su exilio. Son detalles que los estrategas de Washington no tuvieron en cuenta. Para ellos se trataba de una guerra fácil y en prime time. Creyeron que el derribo de la estatua de Sadam Husein en la plaza del Paraíso de Bagdad, ocurrido el 9 de abril de 2003, ante las cámaras de la CNN, representaba la imagen de la victoria, como aquella de Iwo Jima. El soldado norteamericano que se encaramó al cuello de hierro de Sadam colocó un bandera estadounidense, no una iraquí.

Ese fue el primer error grave; el segundo, no impedir los saqueos. El tercero, disolver el Ejército de Irak. Con esa medida se disolvía la unidad del país. Pero para saber este tipo de cosas hay que leer historia.

Lo que sucede ahora en Irak es una prolongación de aquella guerra mal terminada. El único que pareció entender algo fue el general norteamericano David Petraeus, que en 2007 se compró la insurgencia suní formada por los restos del Ejército sadamista y las tribus de Anbar, para que lucharan contra Al Qaeda, contra los extranjeros.

El problema es que la Al Qaeda que ha tomado esta semana Mosul es iraquí, se ha nacionalizado; ha sabido atraerse el descontento de las tribus suníes y de la población de los núcleos urbanos. El sectarismo de Maliki ha obrado milagros.

Situacion actual 

El ISIS es también fuerte en algunas zonas del norte de Siria. Son autores de algunos de los secuestros más conocidos, entre ellos el de los periodistas españoles Marc Marginedas (El Periódico), Javier Espinosa (El Mundo) y Ricardo García Vilanova (fotógrafo freelance), felizmente liberados tras seis meses de cautiverio.

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Este grupo yihadista cuenta en Siria con combatientes procedentes de Irak y de otros países islámicos, algunos de ellos yihadistas europeos. Según los servicios de espionaje, estos brigadistas pueden superar los 2.000, aunque no todos enrolados en el ISIS. Este grupo yihadista declaró su obediencia al líder de Al Qaeda, el egipcio Aymán al Zawahiri, quien les recomendó centrar la lucha en Irak, que es su cuna y donde tienen más apoyos entre las tribus suníes hartas de la política de Maliki, que consideran sectaria.

El mapa que quiere Al Qaeda

Los jefes del ISIS sostienen que su ofensiva tiene un objetivo final, además del religioso: redibujar las fronteras artificiales creadas por británicos y franceses tras el hundimiento del imperio otomano en la Primera Guerra Mundial y unificar las tierras suníes de Irak y Siria.

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