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Y un enorme abismo entre dos mundos

La Organización Mundial de la Salud alerta sobre la mortal extensión del ébola y nos pone ante lo vulnerable de nuestra condición. Sobre todo si eres pobre y más aún si en tu país no hay una organización administrativa capaz de gestionar una emergencia. Liberia, Sierra Leona, Guinea Conakry y Nigeria –el país más poblado de África– han declarado el estado de emergencia que ya proclamó internacional esta semana la propia OMS. Sólo en los últimos dos días han muerto en esos cuatro países de África Occidental 30 personas. Casi mil desde el comienzo del brote hace meses, y según la Organización Mundial de la Salud son cerca de 1.800 los casos de enfermos confirmados o sospechosos de estarlo.

De nuevo llega de África noticia de un sobresalto sanitario mortal y me temo que su gravedad no va a ser suficiente para que se rompa la relajada rutina veraniega de esta parte blanca del planeta. En España el Gobierno anuncia que se hará cargo de los gastos de la repatriación del religioso Miguel Pajares y la monja Juliana Bonohá. Pero ni siquiera el hecho de que un español esté infectado y su tratamiento haga necesario desalojar dos plantas de un hospital de Madrid, un traslado de espectacular estética desate polémica sobre quién lo paga y por qué, Sanidad Exterior vigile cada movimiento de cada pasajero en los vuelos de Iberia desde Nigeria, o la Policía española haya reforzado los protocolos de protección en las fronteras según ha confirmado su director general, ni siquiera todo esto hace que la señora ministra de Sanidad, Ana Mato, tenga a bien abandonar su merecido descanso estival para emitir algún tipo de mensaje que ponga las cosas en su sitio o resulte tranquilizador.

Fallece en Liberia una de las religiosas infectadas por ébola que no viajó a España

Fallece en Liberia una de las religiosas infectadas por ébola que no viajó a España

Aunque visto lo visto y a la luz de la aparente lejanía con que los ciudadanos contemplamos esta realidad que nos toca de refilón pero mata sólo en África, quizá no sea extraño ese silencio. Quizá hasta sería peor que apareciera la señora Mato, no fuera a ser que tomáramos conciencia de la durísima realidad de pobreza, abandono y desesperanza que dejó Europa en África como herencia de la época colonial después de haber diezmado su población al principio, aprovechado bien sus riquezas después y dejado en el poder político a unas élites corruptas e ineficaces que todavía siguen mandando y en el económico a corporaciones que ejercen con solvencia una suerte de empobrecedor neocolonialismo.

Dice la OMS que sólo la acción decidida y solidaria del mundo desarrollado puede amortiguar los efectos devastadores de este nuevo brote de ébola, pero no creo que haya muchas esperanzas de que se produzca la necesaria movilización. Estamos demasiado lejos, tenemos nuestras propias crisis y probablemente ni siquiera la exhibición en los medios del horror del virus, sus consecuencias y su devastadora extensión que no parecemos temer que vaya a traspasar las fronteras africanas, harán que cambiemos nuestra injusta manera de mirar el mundo, de creer que nuestro mayor desarrollo es fruto del orden de las cosas y no de lo injusto de nuestras acciones.

Al otro lado de las verjas armadas de cuchillas existen la enfermedad, la pobreza, la humillación o la desesperación. Y un enorme abismo entre dos mundos.

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