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El no también existe

Tengo para mí que lo de Escocia es mucho más que la frustración de los trazadores de fronteras y la alegría de los amigos del que me quede como esté. Un referéndum democrático en fondo y contenido, es decir, amparado por la legalidad, con una pregunta clara y mayoritariamente participado por los llamados a votar, ha arrojado un resultado que no esperaban quienes lo impulsaron y tranquiliza a los que lo temían.

El No de Escocia detiene o aplaza un proceso en el que otros habían puesto esperanzas propias, pero también demuestra que la realidad de la democracia se impone sobre la ficción del sueño político por muy legítimo y comprensible que éste sea. Ese es su valor, y esa es hoy la enseñanza de Escocia.

Hay unas cuantas diferencias entre lo de Escocia y la convocatoria catalana, y una no menor es la actitud o, si se prefiere, el planteamiento político previo de los convocantes. Eso tan nuestro de o conmigo o contra mí está presente en la política española como parte esencial de su mapa genético. Confundimos adversario con enemigo y aliado con alineado y el que rompa el dibujo o no sale en la foto o se le echa de la banda.

Los británicos, escoceses incluidos, lo viven de otra forma. Cuando hace más de un cuarto de siglo llegué por primera vez a la Cadena SER, me encargaron entrevistar por teléfono al actor Sean Connery. En un momento de la entrevista, y ante una referencia a la reina de Inglaterra, ese hombre de ademanes elegantes y voz poderosa me dijo suave pero contundentemente: "Disculpe, caballero, pero esa señora no es mi reina". Desconocedor entonces de su filiación política, le pregunté si tenía algo contra ella: "Absolutamente nada" e insistió: "sólo que no es la reina de Escocia". Distancia, no enemistad; nada contra ella, simplemente no la reconozco.

La forma en que los nacionalistas escoceses se han tomado el NO tiene mucho que ver con un músculo envidiablemente democrático que aquí tenemos menos consolidado.

En más de una ocasión he defendido aquí el derecho a una consulta en Cataluña. Lo reitero ahora. Y añado que si me tocara votar, en caso de celebrarse, que no lo veo claro por mucho que ayer el Parlament avanzase en el camino, lo haría por el NO. Pues bien, esta opción perfectamente democrática y desde mi punto de vista absolutamente coherente, es considerada contradictoria por los dos bandos enfrentados ante el referéndum catalán. Desde el nacionalismo se contempla esta posición como anticatalanista por oponerse a la independencia, y antiespañola desde el gobierno central o los grandes partidos por dar valor de consulta democrática a un referéndum pro independencia.

Y hay una razón muy clara para ello: unos y otros sólo piensan en el SÍ. No contemplan otra posibilidad igual que ante unas generales nunca contemplan la derrota. Porque en realidad unos y otros utilizan la consulta como excusa: los primeros para avanzar en la separación y los de enfrente para no cambiar las cosas.

El miedo y la esperanza se apoyan en el SÍ

Pero en Escocia ha salido NO. Y ese resultado es una verdadera afirmación democrática por lo que tiene de verdad real, de opinión popular incuestionable y legitimadora. Y debiera ser una lección de realismo y valor para quienes aquí son incapaces de salirse del carril a contemplar un mundo y una gente que puede que no sean tan simples y lineales como ellos creen. O como ellos mismos se presentan.

Otro mundo es posible: el NO también existe.

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