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Plaza Pública

Entre “trileros” anda el juego

Fabiola Maqueda

Esto de los cambios del criterio administrativo tiene que tener alguna lógica: si es interna, será la coherencia con el espíritu de la norma, si es externa, será política, pero, en todo caso, la gestión de la cosa pública se debería medir, si no por la ética al menos por alguna relación causa-efecto contributiva, recíproca, no unilateralmente.

Resulta que en la situación actual las medidas administrativas que rigen el día a día de los profesionales de la educación, la sanidad, la vivienda y un largo etcétera de las rutinas democráticas, las constitucionales, esas que no requieren consenso para ser reformadas, están soportadas sobre el “repentinismo” o, al menos, esa es la cara que se nos ofrece. Lo verdaderamente curioso es que se creen/crean expectativas asegurando los mejores resultados, pero sin explicar el procedimiento, vendiendo eslóganes para un nuevo juego de mesa, un perverso divertimento de despacho para yuppies de la alta política.

Vayamos al caso para que se me entienda, por ejemplo, publican en el BOCM lo siguiente: “de estas oposiciones saldrá la mejor partida de profesores de Secundaria”. ¿Y qué hay que hacer para formar parte de esta espectacular promoción?, te preguntas, después de haber concurrido a ellas en varias ocasiones, aprobándolas siempre hasta ese momento, pero sin conseguir tu plaza por décimas de punto, tal y como haría un corredor de fondo. Piensas entonces que los directivos de la Educación Secundaria en la Comunidad de Madrid son tahúres, trileros en realidad, que combinan las opciones a su antojo, incluso contrariando sus propias instrucciones de juego.

¡Vean ustedes!, esta es la carta de la experiencia profesional, esta otra, la de la formación académica y, por último, la de la nota del concurso. Pasas casi una década jugando y perdiendo, a pesar de que sacaste la carta de la nota, pero no era esa, te faltaba experiencia y formación; la acumulas, paseando el palmito por todos los destinos de la provincia de Madrid y cumples; entretanto, realizas todos los cursos, presenciales y on line, incluso completas el doctorado, lees la tesis y la publicas. Esta vez sí, te dices, aunque cuatro años después de la última partida, porque crees que estás preparada para formar parte de los excelentes, ¡Dios mío qué vacío de significado está ese vocablo hoy!

La nueva oportunidad lo es sólo escasamente, pues apenas han convocado 20 plazas de Lengua y Literatura en un territorio de seis millones y medio de habitantes, pero tu baremo no es malo: 6/10, así que hay que intentar ganar al trilero. Pero no, porque este verano es la carta de la nota la que sentencia al “mejor profesor”, así que hacen desaparecer las viejas listas, las de los que no son excelentes, y desaparecen por ensalmo 8 años de esfuerzo continuado, tus derechos adquiridos a golpe de cumplimiento de las normas vigentes hasta ese instante, y en las nuevas, el profesor es un aspirante que ha aprobado, sí, pero cuyos méritos y experiencia se miden en decimales. ¡Hasta nueva orden!

Se trata de decisiones caprichosas, crueles, que dejan en la calle a miles de profesionales, es, en definitiva, el sapo que un director general debe tragarse por obedecer ciegamente al que le nombró, un miope que cree que con la rutina de su agenda atiende las necesidades de la nuestra, que, paradójicamente, no coinciden, aun a pesar de que son nuestros objetivos los que justifican su ejercicio en el cargo. Cábalas, porque quizás tiene sentido común y lo sabe, sin embargo en ese contrato de servicios no conocemos su móvil ni su mail, ni nos podemos reunir en su oficina o tomarnos un café para discutir su gestión, ni despedirlo si no nos conviene, pues la carta de despido no cabe por la ranura de una urna. En los contratos civiles, las partes cumplen lo estipulado, de no ser así, se rompe el vínculo, además, el oficio de trilero está perseguido por la Ley, así que no debería estar en sus manos el futuro de los ciudadanos. ¿Quién arbitrará este dilema? ¿Europa? Pues nada, hablaremos con el parlamento europeo para que no cese el papeleo. Igual funciona.

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Fabiola Maqueda es profesora y periodista

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