El vídeo de la semana

De discursos, identidad y sensibilidades

Propongo un ejercicio de observación político-antropológicapolítico-antropológica muy útil para determinar el valor de alguna institución puesta en solfa últimamente.

Esta misma semana en que la Justicia española ha hecho historia sentando en el banquillo a una infanta de España que aún no se ha apartado de lo que se llama línea de sucesión, hemos visto y oído dirigirse a la ciudadanía al rey Felipe VI y al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

Vaya por delante la anotación de la obviedad: gobernar entraña una responsabilidad y unas liturgias que no son precisamente las de la Jefatura del Estado, del mismo modo que dirigirse a la ciudadanía siendo gobernante o siendo rey no son la misma cosa en una monarquía parlamentaria. Y un mensaje navideño tampoco es una rueda de prensa.

Pero en todos los territorios de la vida pública, sobre todo cuando uno se dirige a un auditorio tan amplio y heterogéneo, hay que exigirle al emisor del mensaje una cierta sensibilidad en la búsqueda de empatía, un cierto conocimiento de la realidad en la que viven los destinatarios de su mensaje. Ayer viernes, Rajoy volvió a insistir en que el año 2015 va a ser el del despegue económico, un año “muy bueno” para la economía española, que la reactivación ya es una realidad que se palpa y se siente, que los parados –“nuestra prioridad”– pueden empezar a ser optimistas, que frente a la corrupción ya se ha hecho mucho, que el fin del bipartidismo es el caos y que pase lo que pase en Cataluña, no se piensa mover.

Dos días antes, el rey Felipe VI, en su primer discurso navideño como tal, llamaba a una “profunda regeneración” de la vida pública en la que no deben existir “tratos de favor”, apuntaba también la mejora de las cifras macroeconómicas, pero recordando lo inaceptable de los índices de paro que nuestra economía “no ha sido capaz de resolver”, volvía a poner en valor la necesidad de un “impulso moral colectivo”, otorgaba también importancia a la “fractura emocional” con Cataluña, hablaba de “nuevos tiempos” y se despedía como “el primer servidor de los españoles”.

Cierto es, insisto, que su responsabilidad ante los ciudadanos no es la misma que la del gobernante, que la Corona puede hacer brindis al sol porque nadie le va a exigir que cumpla un programa, que su papel no es el de gestionar la cosa pública, sino representar y construir país desde la neutralidad política. Pero así y todo resulta llamativa la distancia entre el rey y Rajoy a la hora de medir la voluntad de cercanía con los ciudadanos y su actitud anímica frente a los problemas que siguen sufriendo.

Podemos confía en que Rajoy tenga que “hacer las maletas” en 2015

Podemos confía en que Rajoy tenga que “hacer las maletas” en 2015

No dijo nada el rey de su hermana, lo que hubiera sido un detalle de arrojo sorprendente y feliz, y se puede –y se debe– lamentar que su primer discurso apenas se distanciara en lo estético de los de su padre –cambio de decorado, realización algo diferenciada, pero poco más…– y se perdiera por tanto la oportunidad de ofrecer algo más acorde con los tiempos y el carácter que quiere imprimir a la monarquía. Incluso se puede discutir sobre la pertinencia o no de la institución monárquica en este país en este momento –no seré yo quien la cuestione ahora, más bien al contrario como en más de una ocasión he dejado escrito aquí– pero tras lo visto ayer, se acrecienta mi impresión de que hay pocas dudas sobre la solvencia y las ganas de compromiso del jefe del Estado. Como tampoco las hay sobre la incapacidad del Gobierno presente –de cuya voluntad de arreglar las cosas tampoco tengo por qué dudar– para entender la calle, conectar con la gente y comprometer a los ciudadanos en un esfuerzo común que nos saque de esta situación en la que también ellos tienen responsabilidad. Mucha responsabilidad.

No sabe, o no quiere Rajoy aprender lecciones –“No sería yo” si cambiara de posición sobre Cataluña, dijo ayer– pero acaso debiera echar un vistazo crítico al discurso del rey para entender que aunque lo de uno sea reinar y lo de otro gobernar, quizá en ese asunto de la sensibilidad hacia los problemas de verdad de las personas, el joven monarca pueda enseñarle algo al no tan joven político. Pero, claro, eso quizá privaría de identidad y carácter a algo tan importante como su Gobierno.

Si escuchara, atendiera y comprendiera “no sería él”.

Más sobre este tema
stats