EL VÍDEO DE LA SEMANA

En torno al “casticismo”

Me va a permitir don Miguel (de Unamuno) que le robe el título de su recopilación de ensayos para hablar como él de los tiempos modernos, y espero que desde la tumba y su memoria pueda incluso pasar por alto que me apropie del sentido original de “castizo” como “español” por “castizo” en tanto que relativo a “la casta” para así ajustar más la melodía de estas líneas a la realidad contemporánea que pretenden comentar.

No termina de cuadrarme que quienes convocan para hoy una Marcha del cambio repitan los gastados esquemas de silencio y victimismo ante las críticas por hechos y sucesos poco compatibles con la honesta transparencia. Tengo para mí que cuando te atacan con mentiras nada hay más fácil que responder con la verdad, la misma que ha de presidir la respuesta a las preguntas por muy difíciles que sean, o ha de dignificar la asunción de responsabilidades cuando a uno le han pillado con el carrito del helado.

Se llama, como digo, transparencia y aquí se ejerce poco. Muy poco. En política, casi nada.

Y los ciudadanos tenemos la obligación de exigirla constantemente. Más aún a quienes nos están prometiendo que vienen con ideas y con ganas de cambiar las cosas. Mal empezamos si los que quieren darle la vuelta a esto se pasan de acelerón, giran 360 y hacen lo mismo que los otros antes incluso de haber pisado moqueta.

Duda dejan, desde luego.

Viene esto a cuento de que esta semana, a este ingenuo observador que sigue creyendo que hay gente que quiere y puede ser diferente, le ha sorprendido el caudal de inesperadas decisiones de gente destinada, según deseo propio e impulso ciudadano, a ser esos impulsores del cambio.

Me ha chocado también que Syriza no encontrara en Grecia ni una sola mujer más capaz que cualquiera de los miembros de su masculino gobierno para ejercer esa responsabilidad de cambio. No hablo de cuotas, sino de capacidades. Dejar a las que han subido en segunda fila, a mí me resulta inquietante. Como lo es que acuerden con ultras para formar gobierno. Entiendo el pragmatismo, pero creía que lo del gato blanco o negro era cosa de la socialdemocracia pactista. Veo que no. Quizá sea yo quien deba revisar sus criterios políticos y acaso dejarme algo de lastre convencional para entender que en los nuevos tiempos la izquierda ya no lo es y el gato pueda, como los de Bilbao, nacer y vivir por donde quiera.

Ya lo dijo la responsable de Podemos en Sevilla cuando le preguntaron si era de izquierdas: “Ciudadana normal, no me encuadro en ninguna ideología”. Debe de ser eso.

Quizá esa necesaria, y por mi parte aún no conseguida desubicación, me ayudaría a entender por qué aquí en España Podemos parece haber tomado el camino de dispararse al pie –el que quieran, no polemizaré sobre ello– y entregar bazas a sus adversarios “castizos” no sólo por reflejar sus viejos vicios y ejercer de víctimas, sino también por jugar a un sorprendente infantilismo en algunas de las últimas apariciones de Iglesias. Como algunos políticos graciosos que creen que llamando a un programa de hígado y masas o contando un chistecillo simplón van a acercarse más a la gente, el líder de Podemos se vino arriba con lo del “tic-tac” repetido en sus mítines y alcanzó la cumbre con la televisiva gracieta de “Pantuflo”.

Todo muy campechano  –con perdón– muy de andar por casa, muy popular. Pero también, creo yo, muy “castizo” en la doble acepción inventada de relativo a la casta y en la unamuniana de español hasta las cachas.

Podría quedarme con la castiza sentencia de “es lo que hay” y resignarme a aceptar que existe un gen común en la política que tarde o temprano se manifiesta resaltando mediocridades latentes en sus poseedores. Pero ni lo creo ni quiero creerlo.

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Por eso en esta tribuna me permito, además de comentar, confesar que espero que quienes exigen cambio y prometen otro mundo sepan estar a la altura y este contagio de clase sea temporal, un espejismo, y empiecen a actuar como de ellos se espera, con propuestas y debates de altura, con coraje para decir la verdad y con valentía para aceptar las críticas.

Decirle a Montoro que no se le teme es un brindis al sol de un poco más nivel que lo del tic-tac o Don Pantuflo. Decir que esto es una guerra contra ellos es apropiarse de la dialéctica “castiza”. Seguir alimentando el victimismo antes que arrojar luz y explicarse, es el camino equivocado si se quiere hacer creíble el cambio.

Si es que de verdad se quiere acabar con el “casticismo”, claro.

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