Nacido en los 50

Que todo cambie para que todo siga igual

El Gran Wyoming

Cuando uno lee los sondeos de opinión sobre intención de voto observa que, en las grandes capitales, la hecatombe que hemos sufrido los ciudadanos al constatar de forma oficial que estamos regidos por la delincuencia institucional no afecta excesivamente a los votantes del sector conservador. Un partido residual, que ya existía, sin hacer cambios sustanciales y basado en la figura de una sola persona, Albert Rivera, recoge la mayoría de la disidencia del tradicional embalse de la España de siempre, que monopolizaba el PP y que encumbró a los nuevos dioses de la política llamada liberal, cuyas caras visibles fueron Aznar, el gobernante que se sentó en el rancho de Bush fumándose un puro con los pies en la mesa; Rodrigo Rato, el artífice del milagro económico que nos llevó a la burbuja inmobiliaria; Esperanza Aguirre, para la que los ciudadanos son chusma; Rajoy, que cual líder numantino sacrificó a su pueblo para que la élite viva mejor; Álvarez-Cascos, cacique tradicional que cual apisonadora se pasaba por el forro esta convención que llamamos democracia, y una larga lista de mitos que, según afirma la actual candidata al Ayuntamiento de Madrid por el PP, cobraban sobresueldos en sus correspondientes sobres.

Existe un problema al margen de la judicialización de la política, que por su rango y dimensión acaba en los tribunales superiores cuya cúpula es nombrada por el propio Gobierno, y es que tras esta catarsis todo volverá a su cauce reglamentario, donde el reloj dará la hora perfecta y estos desmanes difícilmente volverán a tener consecuencias, porque el Partido Popular se ha encargado de acotar el tiempo de la instrucción de los grandes casos de corrupción de manera que, en la práctica, según afirman los jueces, se hará imposible terminar su instrucción en el tiempo que marca la nueva ley. La excusa del Gobierno para procurarse impunidad es que los ciudadanos tienen derecho a una justicia rápida, ocultando en esa misma exposición que han sido ellos, precisamente, los que reclaman rapidez, los encargados de entorpecer todos los casos en los que estaban inmersos, incluso siendo expulsados de alguno, como el llamado Gürtel, por utilizar la acusación particular como excusa para llevar adelante la defensa de Luis Bárcenas, según dictaba el auto que en su día emitieron los jueces encargados del susodicho entramado de corrupción.

Sí, en su día quisieron salvar el pellejo de aquel que decían que les había robado. Era un argumento complicado ya que al mismo tiempo sostenían que la contabilidad B del PP era una falacia inventada por funcionarios para hundir la reputación del partido. Esa fue la primera estrategia que encabezó en su día el presidente de la nación, que sigue al frente una vez demostrado que todo era cierto y que incluso él mismo se nutría de aquella circulación interna de dinero ilegal. Spain is diferent. Los ojos se me pusieron como huevos fritos cuando este fin de semana escuché a Esperanza Aguirre contar en La Sexta que en Inglaterra a los que mienten se les aparta de la política. Presume de ser sexagenaria, pero cuando habla parece una octogenaria que no se ha tomado las gotas, da la impresión de que habla en serio, que cree en lo que dice. No parece saber quién es. No es consciente de que si aquí se adoptaran tales filtros, ella tendría restringida la entrada en lugares oficiales hasta para enviar una carta certificada.

Era complicado el argumento, decía, puesto que sostenían que la única contabilidad real del PP era la oficial, la A y, por tanto, Bárcenas difícilmente les podía robar un dinero inexistente. Les da igual, saben, como todos sabemos, que no va a pasar nada y que, además, ese voto de los suyos que creen que lo están haciendo mal, porque les han pillado, no por otra cosa, no desaparece sino que se queda en la caja de seguridad de Ciudadanos, donde ellos pueden ingresar en cuanto el agua supere el nivel de flotación de la nave atracada en Génova, y valga el doble sentido del verbo.

Aquella defensa que llevaba entonces el PP, que en su día recibió severas contestaciones de diferentes audiencias por la agresividad y el elevado tono de los adjetivos que resultaban amenazantes para los magistrados, estaba coordinada por don Federico Trillo, que cobraba miles de euros de empresas energéticas por tomar café y hablar de cosas interesantes, de alto nivel, según reconocen los que pagan, y que cobró del partido otros cuantos miles de euros por llevar la defensa “coordinada” de todos los implicados del PP en este gigantesco caso de corrupción, del que luego se empeñan en decir que no hay trama, que son casos aislados.

Entonces, ¿por qué se implica la cúpula del partido en la defensa de los “presuntos”? ¿Por qué una defensa única de todos? La mejor manera de no parecer Los Soprano es no comportarse como Los Soprano, porque uno es lo que hace, no lo que dice.

No están los tiempos para medias tintas, se pongan como se pongan. Urge un nuevo modelo, que alguien garantice que los ciudadanos van a tener garantizados los derechos elementales. No es mucho pedir, por eso debe ser una exigencia que pasa, para empezar, por la abolición de la llamada reforma laboral, que no es tal, sino la aniquilación de los derechos de los trabajadores. Hay que emprender Reformas Estructurales Profundas, con la misma osadía con la que ellos las imponen, pero en la dirección contraria, esto es, a favor de los ciudadanos. Estos actos son los que definen las políticas y apuntan el camino a seguir. Sin complejos, tal y como en su día los defendieron y lucharon por ellos los que nos trajeron hasta aquí. Los que consiguieron que los hijos de los obreros, esclavos de hecho, fueran a la escuela y a la universidad, llegando a sentar en el banquillo a los que todavía siguen robando desde el poder. Son dinastías, nunca les han parado los pies.

No tocan tiempos de maquillaje.

Escucho, decía, a Esperanza Aguirre en la televisión diciendo que si ganan los de Podemos implantarán un régimen bolivariano o castrista, y acabarán con las televisiones, pretendiendo asustar, supongo, al presentador. Cualquier profesional de los medios debería temblar ante la posibilidad de que esta señora, auténtica exterminadora de la libertad de expresión, que humilló, como no se recordaba desde hacía muchos años, a los profesionales de la información ante la mirada neutral de la mayoría de sus compañeros, llegue a presidir de nuevo, con energía renovada ante la legitimación de su política liberticida, una institución pública.

La vieja España, la que calcinó nuestros campos y nuestra inteligencia, continúa intacta, y sus valedores, con diferentes disfraces, los seguirán aupando, apuntalando y sentando en el poder.

No son tiempos de coyuntura. Los parias, los desgraciados, los pestilentes parados hijos de la codicia están ahí, es su casas, hacinados, aterrados, esperando que un día toquen a su puerta. Los amos siguen afirmando que el salario mínimo de seiscientos treinta euros es un freno para la economía.

El incremento de los beneficios que obtienen las grandes empresas, que marcan el índice de la recuperación, sale de la reducción de los costes salariales. Ante un modelo que propone la recuperación pasando por la pobreza de la ciudadanía no caben medias tintas. Se trata de tenerlo tan claro como ellos, en eso verán que sois radicales, intransigentes, serios.

Hay que generar un sistema que contemple a los ciudadanos en los Presupuestos. Hay que poner coto a la deriva del patrimonio construido con el trabajo de todos hacia el bolsillo de sus amigos, de sus hijos, de sus semejantes.

Hay que apostar de manera decidida por que llegue el día de los miserables.

Como decía Ovidi Montllor: “Ya no nos alimentan las migas, queremos el pan entero”.

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