Desde la tramoya

Por qué es improbable que Hillary sea presidenta

A los americanos no les gustan los frontrunners: esos corredores que salen demasiado rápido, parecen mantener buena ventaja sobre el resto y se desfondan irremediablemente a mitad de la carrera. Hillary Clinton lo sabe muy bien, porque ella misma era la favorita en las primarias demócratas de 2007 y terminó dejándolo a favor de Obama. Lo sabe bien también su esposo, que no era el favorito en 1992, pero logró imponerse a quien sí lo era, Paul Tsongas. La pareja se formó políticamente en la batalla de McGovern, que ganó al favorito Muskie. En 2004 le pasó también a Lieberman, que siendo el favorito al comienzo, terminó perdiendo estrepitosamente frente a John Kerry. Los demócratas son especialmente testarudos en esa tradición: prácticamente ninguno de los candidatos que eran favoritos un año antes de la elección presidencial terminó ganando las primarias. Gore fue una notable excepción.

Entre los republicanos sucede también pero menos a menudo. En 2007, el superalcalde de Nueva York Giuliani era el claro favorito en principio, pero perdió a favor de McCain. En 2011 Romney se impuso frente al favorito Perry.

Hillary está notando ya el desfonde. Aún saca 21 puntos a su siguiente competidor, pero está muy lejos de los 60 que tenía hace medio año. Quien está acortando la distancia es Bernie Sanders, el muy poco carismático senador y exalcalde judío de 74 años, que se proclama socialista (¡socialista en Estados Unidos, vade retro!), y que, sin embargo, está llenando gimnasios y estadios como nadie había hecho antes en una fase tan preliminar de unas primarias, con un discurso radical contra el establishment y los millonarios. La intención de voto a Sanders no ha hecho sino crecer desde que anunció antes del verano su candidatura.

A Hillary aún le queda además saber cuál será la decisión de Joe Biden, el actual vicepresidente. No ha anunciado aún su candidatura, pero todo indica que lo hará. Biden sería un competidor duro. Es infinitamente menos divisivo que Clinton, más conciliador, tan carismático como ella – aunque algo metepatas– y se llevaría tras de sí a buena parte de Hillarylandia, empezando por la mitad, como mínimo, de los fontaneros de la Casa Blanca. Biden cae bien a todo el mundo. Hillary Clinton no tanto. El propio Obama tendría el corazón partido entre su vicepresidente y su ex secretaria de Estado.

En el otro lado, el republicano, nadie cree que el favorito a día de hoy, el impresentable Donald Trump, vaya a lograr la nominación, por mucha gracia que hagan sus provocaciones y mucho cachondo que diga que le va a votar… Los americanos son más serios de lo que parece. Lo más probable es que el nominado sea Jeb Bush, el hermano listo de George. Y ese es otro factor que va en contra de Hillary. Es muy improbable que en Estados Unidos guste ver a dos dinastías, en este caso la de los Bush y la de los Clinton, enfrentadas de nuevo en unas elecciones presidenciales, algo que nunca antes ha sucedido.

En fin, si yo tuviera que imaginar ahora uno de los icónicos debates presidenciales americanos, los que tendrán lugar a finales de 2016, yo no veo a Hillary frente a Trump. Me imagino más bien a Biden contra Jeb Bush. Pero la historia de la carrera a la Casa Blanca recomienda no arriesgar mucho en las apuestas.

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