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Lágrimas de padres. Esas que nunca se olvidan

Eva Matarín Rodríguez-Peral

En los últimos años se ha cuestionado la necesidad de que se incluya en los nuevos planes de estudio la asignatura de Filosofía. El argumento para quitarla del currículo educativo surge de la necesidad de priorizar en materias “más útiles” para el desarrollo del alumnado. Ésta, que se originó por la necesidad que tenemos los seres humanos de entender el mundo, de interpretarlo y de transformar la sociedad, soporta ahora su propio cuestionamiento.

Cuestionar hechos forma parte de la esencia del ser humano casi de manera permanente. Quizás después de observar el comportamiento de los gobiernos ante la mayor crisis humanitaria de la historia, a alguien le venga a la memoria alguna de las interesantes clases de filosofía que recibió en el instituto.

Estos días hemos podido ver cómo en las redes sociales se ha producido un peregrino debate acerca de si las crueles imágenes que se están difundiendo de los refugiados deben o no difundirse. La foto de un niño de tres años ahogado en una playa de Turquía ha estremecido a medio mundo. Ahora, sólo falta saber si se ha quedado en la conciencia de los lectores y telespectadores o también ha dotado de iniciativas rápidas y eficaces a los gobiernos.

Las imágenes son crueles, pero la crueldad de la realidad supera a las imágenes. El problema no son las imágenes que retratan lo sucedido y que en los próximos meses cesarán, sino la realidad de los acontecimientos.

Me pregunto si el Gobierno español es hoy capaz de mirar más allá de lo inmediato y prever lo que no previó Europa con el control y bloqueo de sus fronteras: El desastroso resultado que para la sociedad tendrá esta irresponsable falta de empatía y de humanidad.

Me siento estos días avergonzada de escuchar a ministros hablar de las bondades de su gestión por ofrecer realizar 1.500 reasentamientos de aquí a dos años, mientras rechazan a 2.988 refugiados llegados a Italia y Grecia.

El Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se atreve a pronunciar la ya famosa frase de que “la única solución es trabajar sobre las causas que producen la inmigración”, como si su gobierno no hubiera reducido el 74% del presupuesto de la Agencia Española de Cooperación al Desarrollo (AECID).

Hace unos días la periodista Pepa Bueno recordaba en la Cadena Ser a la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría que estamos ante la mayor tragedia en suelo europeo desde la II Guerra Mundial. Ésta se excusaba hablando del trabajo que hace España en materia migratoria eludiendo hablar sobre los refugiados.

¿Desconocerá la señora vicepresidenta la capacidad y trayectoria ejemplar que ha tenido España en materia de acogida de refugiados en anteriores tragedias, sin ir más lejos la tragedia de Bosnia?

Es cruel el objetivo de la vicepresidenta de restarle importancia al hecho de que somos uno de los países que menor respuesta positiva damos a las solicitudes de asilo. ¡Ni siquiera ante una crisis humanitaria de tal calibre!

La vicepresidenta también habla de luchar contra las mafias. Fondo con el que seguramente todos estemos de acuerdo. Sin embargo, disentimos en el modo y en las causas. Contradiciendo la teoría de la generación espontánea, las cosas, en este caso las mafias, no surgen de la nada. Hay variables como la de la dificultad para obtener visados, que hace que miles de personas, en su desesperación, recurran a ellas.

En estos momentos nos encontramos mostrando al mundo la mayor de nuestras vergüenzas. Esas que, de tenerlas, sólo se muestran en privado sin hacer gala de ellas. Con su gestión, el Gobierno hace que esté recayendo sobre nosotros la deshonra de mostrarnos como lo que no somos, como españoles y españolas insolidarios y desagradecidos con nuestra propia historia.

No tengo más remedio que quedarme con una reflexión que escuché estos días y que decía que “estamos ante la III Guerra Mundial. Creíamos que la III Guerra Mundial vendría de la mano de una bomba nuclear, y la realidad es que viene bajo la más perversa arma, la insolidaridad que hemos alimentado durante años en esta sociedad”.

Esos padres y madres que aparecen huyendo de sus países tendrán que llevar consigo toda la vida la imagen de sus hijos andando cientos de kilómetros para escapar de una muerte segura. Esos niños y niñas no podrán borrar de su mente las lágrimas en los ojos de sus padres. Esas lágrimas de padres que nunca se olvidan.

El Gobierno español debe reaccionar. Adaptarse a este aumento histórico de solicitudes de asilo y ofrecer un plan urgente de acogida humanitaria a refugiados presupuestado y coordinado con las comunidades autónomas y ayuntamientos que sea puesto en marcha de manera inmediata. Ante la tragedia sólo cabe actuar con humanidad y premura.

Tenemos la oportunidad de hacer que a esas imágenes del horror le sigan las imágenes del orgullo de haber sabido responder con humanidad ante la tragedia.

Esta noche volveré a encender mi televisor con la esperanza puesta en la sociedad. Una sociedad que les devuelva su derecho a ser refugiados, salvándoles así de una muerte segura en su país y poniéndole fin a esas lágrimas de padres que nunca se olvidan.

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Eva Matarín Rodríguez-Peral es secretaria de inmigración de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE

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