Nacido en los 50

No se habla de otra cosa

El Gran Wyoming

Sorprende la repetición en los medios, hasta casi convertirse en una verdad aceptada por todos, de que ha sido el inmovilismo de Rajoy el que nos ha traído hasta aquí cuando se trata la cuestión catalana.

En primer lugar convendría recordar que esta cuestión no es nueva, como parece que nos quieren hacer creer, sino que ha estado encima de la mesa en la carpeta de los pendientes desde tiempos inmemoriales. Incluso se llevó a cabo la proclamación del Estado Catalán, dentro de una República Federal Española, durante la Segunda República, por boca de Lluis Companys, quien más tarde fue regalado a Franco por el Führer para que lo fusilara cuando ocupó Francia, donde se había exiliado. Y lo fusiló. Como practicantes acérrimos de la ley del embudo, no conocían otra, eran grandes entusiastas de la anexión al tiempo que odiaban el “separatismo”, lo que Franco denominó en alguna ocasión como “algaradas banderizas”, expresión que siempre me ha entusiasmado.

A lo que vamos: que eso del inmovilismo cuando hay que tomar decisiones se achaca a veces a la falta de liderazgo o la baja calidad de hombre de Estado, ignorando que el inmovilismo es una estrategia que rinde beneficios al que la practica, mayores, en muchas ocasiones, que las proclamas de los exaltados. Es necesario recordar que el inmovilismo no detiene el tiempo ni la Historia sino que beneficia a la parte que goza de privilegios respecto a la otra. Un ejemplo doméstico de inmovilismo rentable es aquel del que tiene una deuda y no paga. En tal caso no le achacamos que sea un gilorio o un triste, sino un jeta, que también los produce El Señor.

Quería decir que si algo ha caracterizado la obra de Rajoy, y por extensión la de su partido, en esta cuestión catalana ha sido la acción, no la omisión. Han estado vigilantes, tal y como les ordenaba su misión histórica y su carácter profundamente reaccionario; recordemos que al provenir de una caverna profunda cualquier luz les ciega y les sume en una profunda congoja. Lejos de adoptar una actitud pasiva ante los acontecimientos que se veían venir, o mejor dicho que procuraban por todos los medios que nadie viera venir para ocultar la trascendencia de la deriva que tomaban los acontecimientos, movían ficha en cada ocasión saboteando cualquier proceso de entendimiento, negociación, avance, solución en definitiva. Es su estilo. Así, obviando la política, que es de lo que viven y a lo que se deberían dedicar, pusieron al frente de los tribunales a personal afín a sus creencias e ideología, para que les sacaran del fuego las cuestiones que por la vía política daban por perdidas. Recordemos que el PP se quedó solo en la lucha contra una reforma del Estatuto de Autonomía que habían aprobado no sólo el Parlamento de Cataluña sino también el de Madrid, y que fue ratificado, posteriormente, con un referéndum que obtuvo un 74% de los votos a favor.

Ya está, con eso quedaba resuelto. Tuvieron que meter al Constitucional para que anulara todos los procesos democráticos anteriores.

Rajoy no fue inmovilista.

Nada más conocer, ya en el año 2005, la reforma del Estatuto intervino activamente en una manifestación convocada por los suyos en la Puerta del Sol donde soltó una soflama en la que dejaba claro que aquí no se movía ni dios.

Cuando cinco años más tarde el Tribunal Constitucional dejó claro que por la vía política y la voluntad popular no había nada que hacer, mostró la senda a los catalanes del independentismo si es que querían cambiar sus relaciones con el Estado español. La masa social independentista de Cataluña, que cuenta con un sector conservador importante, no se había planteado esa vía porque, como buenos conservadores, decía, eran de lo que había y poco más. Recogieron el desafío que “muy activamente” les habían lanzado desde Madrid y comenzó la andanza que nos ha traído hasta aquí.

Yo no veo que el presidente del Gobierno haya mantenido la actitud de don Tancredo que tanto se le reprocha. Siguiendo una estrategia muy elaborada y que ha rendido sus frutos, ya que no pretendían otra cosa que derivar el debate político a la ciudadanía para dividirla y comenzar una deseada guerra de banderas, han conseguido que los ciudadanos se dividan en: los proespañoles, los procatalanes, los proespañoles a favor del derecho a decidir, los proespañoles en contra de todo, los catalanes a favor del derecho a decidir que votarían no, los catalanes independentistas, los catalanes que se sienten españoles antes que catalanes, los catalanes que sólo se sienten catalanes y reniegan de su condición española, los catalanes que se sienten catalanes y luego españoles, los catalanes que se la suda, los españoles que se la suda, los prointervención militar, los que pitan a Piqué, los que dicen que a Piqué se le pita porque celebró con mal estilo la victoria de la liga, los que dicen que es incompatible ser de izquierdas y nacionalista, los nacionalistas españoles, los que son nacionalistas españoles y no lo saben, los que creen que la liga de fútbol está amañada por el Gobierno central a favor del Real Madrid, los que creen que la liga de futbol está amañada a favor del Barça como una concesión para que no den el coñazo con la política, los que piensan que los catalanes son unos cabrones y a pesar de ello no están por su independencia, los que piensan que la independencia es mala para la economía catalana, los que son enemigos de las fronteras, los que son enemigos de las fronteras y están a favor de la valla de Melilla, los que dicen que hablar catalán es de mala educación, los que tienen un amigo catalán que les ha contado…

El objetivo está cumplido. Asistimos a la victoria de los amigos de la confrontación. Su labor ha sido activa y productiva. No ha habido inmovilismo salvo en el terreno de la política, pero es que nunca les gustó. Trabajan en otros campos, como el de la Justicia, intentando asegurarse sentencias favorables e imponiendo leyes sin debate que administrarán jueces criados a sus pechos que dan doctrina en esa fábrica de pensamiento llamada FAES.

No hay como inventar líos para ofrecerse a solucionarlos. Suele ocurrir que el constructor del laberinto vende caros los planos para salir de él. “O yo o el caos”, y saben de lo que hablan, lo fabrican ellos.

Otro día hablaremos de terrorismo.

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