Muy fan de...

Muy fan de... la campaña de las catalanas

Llegó el día de después del tan invocado, deseado y temido 27-S. ¿Pero, qué queda de la campaña electoral? La resaca. La nuestra –después de dos semanas asistiendo a vuestras performances– y la vuestra, candidatos y candidatas. ¿Qué tomáis para afrontar esa “quincena fantástica” de mercadillo? Yo quiero fumar eso que fumáis, muy fan.

Ese lugar común, llamado “la fiesta de la democracia”, que repetimos una y otra vez –pesados que somos– para definir el día en que los ciudadanos deciden con su papeleta quién será el encargado de resolverles la ídem, ese recurrente pie de foto que acompaña la imagen de jóvenes, maduros, abuelos y tres monjas en el cole, debería empezar ya mismo a ser utilizado para definir la campaña previa.

Claro que entonces, más que de fiesta, tendríamos que hablar de fiestón, festival, rave, orgía o talent show. Los momentazos más repicados en teles, radios y prensa escrita, son aquellos que deberían concluir con un “¡Tú sí que vales!”.

Quince días en los que mucho más que el argumento, el dato, el contenido o el programa electoral, brilla la puesta en escena. Si los americanos inventaron la política show, les compramos la idea y subimos cinco más. Soy español, ¿a qué gag quieres que te gane? gag

Y aunque nos hayamos hartado de escuchar y hasta de admitir que son estas unas elecciones más decisivas y trascendentes que otras, estas elecciones que a pesar de ser “autonómicas”, sin más, se transforman en plebiscitarias, por Mas, este “Momento histórico”, “Día D”, “La madre de todas las elecciones”, “Lo Mas de lo Mas”... ¿Qué quedará en el recuerdo colectivo cuando pase el tiempo y haya quien pregunte qué pasó –no en las elecciones– en aquella campaña de 2015?

Seguramente alguien responderá...

–“Recuerdo a Miquel Iceta bailando más desatado que el negro de Boney M”.

–“Recuerdo a LLuis Rabell cantando a capela cual concursante de La Voz Cat”.

–“Recuerdo a García Albiol sustituyendo el 'Limpiando Badalona' por el 'Bailando' de Enrique Iglesias”.

–“Recuerdo a Artur Mas y Pablo Iglesias metidos en la piel roja de unos supuestos indios y lanzándose flechas dialécticas envenenadas”.

Por cierto, mi amigo Goyo Benitez “ojos verdes” preguntarse, con buen criterio, si los indios todavía no haber dicho nada de esa manía que tener hombre blanco de hacerles hablar en infinitivo...

Visto lo visto, en estas y en todas las campañas electorales, podríamos concluir que el momento “venta de la idea” es el más frívolo, vacuo y carente de fondo, en la vida política.

Y todos tenemos algo de culpa o de mérito en la cuestión. A ese juego de vistosidad al que se prestan los candidatos, conscientes de que desde los medios lo que más cachondos nos pondrá será el látigo de Pablo, el corte de manga de Mas, la irrupción de Little Sarkozy en un mitin y el swing de Iceta, jugamos sin dudarlo.

Es al concluir la campaña, en la jornada en que los ciudadanos acuden a ejercer su derecho a decidir, en ese día en que nos transforman en “los putos amos” aunque sepan, sepamos, que esto es un prometer hasta meter el voto en la urna y luego ya, si te he visto no me acuerdo, “eres maravillosa pero me importas un pito”, cuando empieza realmente el baile.

No seré yo quien critique el afán festivo de los candidatos, soy de naturaleza alegre y, oye, mucho mejor verles bailar, cantar o hacer el indio, que asistir al bochorno de una pelea por tender trozos de tela en el balcón de un ayuntamiento, con un fervor patriótico cogido con pinzas y un nulo sentido de la responsabilidad. Calienta desde arriba que luego se pegarán los de abajo y dirás esquivo: “yo no he sido”.

Muy fan de... las elecciones en 20-D

Hay que reírse, claro que sí, y ejercitar los doce músculos que, aseguran, requiere la sonrisa. La vida es ya lo suficientemente cabrona como para no permitirnos un respiro. Es imprescindible dejar un espacio libre para la carcajada, no hay cabeza sana que sobreviva a veinticuatro horas de seriedad y solemnidad.

Pero, ay, qué reto sería para los representantes de la ciudadanía tener esa misma capacidad de provocar una sonrisa con su gestión –mientras la ejercen– y dejar de empeñarse, durante su mandato, en recortarnos las ganas de vivir con sus decisiones y sus cagadas tan faltas de sentido del humor.

En fin, atrás quedaron estas elecciones, ahora comienzan las consecuencias. Pasarán más de mil años, muchos más, pero allá, tal como aquí, un vaso es un vaso y un plato es un plato. Así ha sido la campaña catalana... ¿Y la europea?

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