Plaza Pública

El pensamiento único

Nicole Muchnik

Una nueva entidad, una nueva construcción geopolítica podría estar naciendo ante nuestros ojos, para remplazar la excesivamente patituerta, eternamente inacabada, quizás nunca verdaderamente deseada por sus ciudadanos que es la Comunidad Europea. Con una moneda única usada por 19 estados europeos y 24 estados en el mundo – si bien rehusada por Inglaterra y Dinamarca; un gobierno político que las naciones, celas de sus respectivas independencias, rechazan; un ideal de partida traicionado por la avidez de unos u otros y un capitalismo mundial destructor – vamos, que en una palabra este simpático coloso con pies de barro que parece hoy derrumbar el edificio.

Pero la naturaleza – y la política – tienen horror al vacío, de manera que otra comunidad, paralela, parece delinearse con la vocación de, con disimulo, sustituir a la precedente. Para comprender qué sucede hay que mirar hacia Alemania.

El negocio de matar

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En el cenit de la crisis griega, no faltaron voces que advirtieran de la conducta exageradamente conductivista y autoritaria (si no errada) de la canciller Merkel y su ministro de finanzas Wolfgang Schäuble, que a punto estuvo de expulsar a los griegos hablando abiertamente de grexit, poniendo de tal modo en peligro todo el edificio comunitario. Paul Krugman acusó a Berlín de “pisotear la soberanía griega e impedir la recuperación económica del país”. Una Alemania que, según una entrevista de Thomas Piketty en Die Zeit es “el máximo ejemplo de país que nunca ha pagado sus deudas públicas. Ni tras la Primera ni tras la Segunda Guerra Mundial”. Las voces “Alemania Imperial” –cuando no “diktat”, “arrogancia”- eran frecuentemente oídas o leídas.

Lo que permite a Alemania atribuirse este papel preponderante dentro de la Comunidad Europea es, por supuesto, su fuerza económica. Si bien, mirando de cerca la realidad de los últimos años con, por ejemplo, un 10% de distancia entre los salarios horarios alemanes y los franceses y un salario mínimo garantizado instaurado solamente en 2015.

Sin embargo, la fuerza de Alemania tiene raíces en lo que puede llamarse el consenso o la uniformidad de pensamiento. Una gran mayoría de alemanes están orgullosos de todas las medidas tomadas para entrar en las reglas: flexibilización del mercado de empleo, reducción de los presupuestos sociales y privatización de los servicios públicos. Al contrario de lo que sucede en los países del sur de Europa, caricaturizados como inclinados a la pereza y el derroche y poco afectos al esfuerzo y la disciplina, los alemanes han hecho los esfuerzos necesarios pedidos por su ministro de finanzas. “El consenso es una de las fuerzas principales de la República Federal”, escribe Timothy Garton Ash en The Guardian. "Ahora bien, puede darse que haya demasiado consenso, algo que pude observar en Alemania, y es casi como un pensamiento único". Lo contrario de una democracia basada en el intercambio de puntos de vista.

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