Buzón de Voz

Rajoy juega a otro plebiscito

Caben pocas dudas de que Mario Rajoy y la cúpula del PP han decidido convertir las elecciones generales del 20 de diciembre en un plebiscito: nosotros o el caos. Este mismo sábado, el presidente del Gobierno y del partido que lo sustenta ha insistido en su monólogo: “la certidumbre política, la estabilidad, la sensatez, el sentido común y la apuesta por la seguridad siempre son rentables”. Y por si alguien no hubiera entendido la ‘indirecta’, remacha Rajoy como para tontos: “quien vota al PP sabe lo que vota, somos una cosa seria, donde hay mucha gente, mucha experiencia y muchos conocimientos”. Cuando Rajoy pilla el carril del ‘mucho’ no hay quien lo pare. Inolvidable el cierre de campaña de las autonómicas y municipales de mayo en Sevilla, cuando exclamó: “España es una gran nación y los españoles muy españoles y mucho españoles”.

El menú del día incluye por supuesto el aliño de la advertencia del apocalipsis económico si el PP no renueva su mayoría. Y como la cosa queda coja, hay que apoyarse en las muletas de agencias de calificación que refuerzan el rating de España siempre que se eviten las “turbulencias políticas”. Dicho de otra forma, siempre que la gente vote opciones que no pongan en solfa el discurso económico neoliberal basado en devaluaciones salariales y en un respeto sumiso a todo tipo de oligopolios.

Usando el BOE y los Presupuestos

Si la confianza del PP en ese discurso fuera sincera, no harían falta otras armas de convicción. Los estrategas que susurran al oído de Rajoy serán osados, pero no imbéciles. Saben que dibujar como “extremista radical” a Pedro Sánchez es complicado cuando en sus propias filas algunos lo apodan Emidio Tucci. Y saben que ubicar a Albert Rivera en el centro izquierda es tan creíble como el empeño de Pablo Iglesias en situarse en “la centralidad del tablero”.

Así que el Gobierno y el PP necesitan aplicar la máxima del Lazarillo de Tormes: “maldita la gota que se desperdicie”. Y la gota es una herramienta múltiple como esos artefactos que incluyen en un solo aparato tijeras, destornillador, abrelatas, navaja, cortaúñas y hasta linterna. Quién dijo miedo teniendo a mano el BOE o los Presupuestos Generales del Estado.

En eso están, y basten un par de ejemplos que venimos contando en infoLibre. El Gobierno no había licitado una sola carretera desde 2012. ¡Cero! Pero desde el 10 de septiembre pasado hasta hoy, Fomento ha abierto concursos por 458 millones de euros en obras de infraestructuras viales, ya sea en puros arreglos de baches o algunas carreteras que lleven a alguna parte, incluso a destinos que no sean las arcas de buenos amigos o clientes, como ocurrió con las radiales de Madrid cuyos costes seguiremos soportando los contribuyentes y no los titulares de las concesiones de los tiempos de Aznar y Álvarez Cascos. El segundo ejemplo, que hemos publicado este mismo sábado, se refiere a Educación. El Gobierno contempla duplicar el presupuesto dedicado a Formación Profesional, y lo hace a sabiendas de que la matriculación es mucho menor que la que prevé este presupuesto. ¿Qué pretende? Salvo presumir y cosechar votos bajo el pretexto de que invierte en educación para el empleo, no se entiende otra posibilidad, entre otras cosas porque en su afán de “transparencia absoluta”, el propio ministerio de Educación se niega a explicar o responder a una denuncia documentada.

Si elevamos un poco más el listón de los ejemplos, entonces Rajoy tropieza con Bruselas. Una vez que el Gobierno ha conseguido que pase casi a coste cero el escándalo de imponer unos Presupuestos al gobierno que salga de las urnas el 20-D, resulta que el equipo de comisarios de la Unión Europea advierte de que esos Presupuestos son una filfa. No salen las cuentas. No cumplen el objetivo de déficit, que es el axioma sobre el que descansa el discurso único de la austeridad desigual. (Sin olvidar que la deuda pública ha pasado en los últimos cinco años del 60% al 98% del PIB, y eso que estaba en manos de los que dan “certidumbre” y “estabilidad” a la economía). Después de todo lo que sabemos de Rato, al menos en esta campaña el PP no reivindicará como en la de 2011: "¡volveremos a repetir el milagro de 1996!" Porque entonces, como en aquella portada de Hermano Lobo, ante la proclama de "nosotros o el caos" podría escucharse "¡el caos, el caos!", una vez asumido que el poder económico-financiero gana siempre.

Los riesgos del 'plebiscito' 

El 'plebiscito' que el PP pretende el 20 de diciembre es arriesgado. Para que a Rajoy le salga bien no basta con que su número dos se ponga a bailar en El Hormiguero (y lo que nos queda por ver hasta Navidad). Ni tampoco con el inestimable refuerzo de la CEOE, la banca, las agencias de calificación y toda la flota estelar del discurso único, obviamente dispuesta también a apoyar un gobierno "estable" con Ciudadanos o con el PSOE. Rajoy necesita sobre todo una especie de amnesia colectiva que le permita que la gente comulgue una vez más con ruedas de molino. Porque olvidan el cambio fundamental que se ha producido en el ecosistema político a raíz de la crisis de 2008 y de las movilizaciones del 15-M. Se reclama (y así lo expresan reiteradamente las encuestas del CIS) una nueva forma de hacer política. Se precisan más soluciones que soflamas; más capacidad de diálogo que sectarismos; más transparencia que prepotencia; y, sobre todo, no toque usted un euro del dinero público sin explicar que se dedica al interés público y no al beneficio de una plutocracia que flota pase lo que pase.

Todo lo cual significa a su vez que el PSOE se equivoca si cree que por recuperar el símbolo del puño y la rosa ya satisface a sus votantes “promiscuos”; y que Albert Rivera tampoco acertará pensando que puede nadar en la ambigüedad calculada eternamente; y que Pablo Iglesias tiene casi imposible disputar la "centralidad del tablero" mientras fagocita a Izquierda Unida.

El estudio del CIS tras las elecciones autonómicas y municipales de mayo apunta señales que merece la pena tener en cuenta. Una mayoría clara en los feudos más poblados dudó entre votar a PP o a Ciudadanos y a PSOE o Podemos. Y otra mayoría contundente es incapaz de ver a Ciudadanos en el centro izquierda, por más que se empeñe Rajoy. Con esos mimbres, y con los que hoy aporta en esta misma página Elena Herrera sobre la opinión de expertos acerca de la realidad demográfica y su influencia en el voto, deberíamos asistir a debates de calado político mucho más sólidos que las disputas del márketing cortoplacista. Y a estrategias más decentes que la descarada utilización del BOE o de los Presupuestos Generales para intentar engañar una vez más sin ningún pudor a los votantes/contribuyentes. En una fiebre de inauguraciones o de anuncios de inversiones sin memoria económica que las sustenten.

Se diría que lo del 27-S en Cataluña no ha servido para nada. Ni siquiera el error de haber asumido el carácter plebiscitario que unas elecciones no tienen. Rajoy le ha cogido afición al plebiscito. Es algo propio de tiempos pre-democráticos. ¿O César o nada? El riesgo (para el PP) consiste en que las urnas digan: pues nada. O sea otros.

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