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@cibermonfi

Rajoy no será un “ex” lenguaraz

Mister Gutman, el gordo que lidera a los aventureros de El Halcón Maltés, es uno de los mejores personajes secundarios de la obra de Dashiell Hammett. Gutman es culto, bon vivant, inteligente... y parlanchín. En un momento dado, le dice al detective Sam Spade: “No me fío de los hombres callados. Suelen elegir el momento menos indicado para hablar, y dicen cosas poco juiciosas. El hablar es algo que no se puede hacer bien sin el debido entrenamiento”.

He recordado ese comentario de Gutman haciendo mi balance personal de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno español en la legislatura que agoniza. No creo, en absoluto, que Rajoy sea una mala persona; lo tengo por un conservador fofo, mediocre y provinciano al que su paciencia y el azar han llevado a La Moncloa cuando lo suyo hubiera sido que se quedara en presidente de una diputación. Con ese espíritu escolar que encarna como nadie Soraya Sáez de Santamaría, Rajoy se ha limitado a aplicar la agenda que deseaban sus patrocinadores del capitalismo de amiguetes español y la Europa de los prestamistas.

Abaratar el despido, rebajar los salarios y las pensiones, reducir los impuestos a los grandes bancos y empresas, recortar la sanidad y educación públicas, subvencionar los negocios privados con dinero de los contribuyentes... y, en el camino, llevarse una sabrosa comisión; a eso él y los suyos le han llamado "hacer los deberes". Exacto, los "deberes" impuestos.

El elogio de la persona callada, aquello de "qué bien administra sus silencios", siempre me ha parecido muy discutible. ¿Y si el que calla lo hace porque, en realidad, no tiene nada que decir? Tal, creo, es el caso de Rajoy. No soy de los que han echado de menos sus conferencias de prensa en esta legislatura; al contrario, cada vez que lo he visto hablar en público he sentido vergüenza ajena. Por ejemplo, enfrentado a la crisis catalana, ¿este señor no tiene otra cosa que proponer que el "cumplimiento de la ley"? Para eso, hombre, ya están los guardias. Se supone que tú, presidente del Gobierno, tienes que exprimirte la mollera.

Rajoy ha confirmado en esta legislatura la sabiduría del comentario de Mister Gutman. Ha hablado en público y sin guión tan poco que cuando lo ha hecho ha soltado bastantes sandeces. Como eso de que los españoles somos "muy españoles y mucho españoles". O aquello de que "un plato es un plato y un vaso es un vaso". O la repetición machacona de que el Gobierno "hace lo que tiene que hacer". O su ya célebre respuesta a Carlos Alsina: "¿Y la europea tampoco?"

El lenguaje corporal de Rajoy es transparente. Cuando alguien le hace una pregunta que no espera, o le replica con contundencia, se le disparan las piernas, se le desbaratan los ojos y se le escapa la punta de la lengua. Se nota que este hombre se siente a gusto leyendo el Marca, comiendo pulpo con sus paisanos, firmando un decreto que le ha preparado su vicepresidenta, en situaciones siempre previsibles. No está preparado para disimular su incomodidad ante lo novedoso o lo conflictivo. Si no dice nada es porque no le viene nada a la cabeza. Lo único que se le ocurre es dejar que pase el tiempo y los problemas se solucionen solos.

"Rajoy hace un debate consigo mismo y lo pierde"

Las sandeces y la bizquera de Rajoy han dado buen material para los humoristas, pero no tanto como la chulería y el bigote de Aznar, cuyo guiñol en Canal Plus añoramos tantos. Aznar hablaba mucho porque tenía cosas que decir. Más de la mitad, como las armas de destrucción masiva en Irak o la autoría etarra del 11-M, eran embustes, pero, indudablemente, formaban parte de una visión, la que él tenía de si mismo como líder de una derecha española, europea e iberoamericana agresiva, neoliberal y vasalla del Imperio estadounidense.

A estas alturas, parece difícil que Rajoy repita en La Moncloa. Lo único que se lo garantiza es una improbable mayoría absoluta del PP en los comicios navideños. Si el PP no la consiguiera, siguiera siendo la primera fuerza y tuviera que necesitar a Ciudadanos, los estrategas del sistema cuentan con el recambio que representa Soraya Sáez de Santamaría. Si el PSOE llegara el primero, Pedro Sánchez sería presidente con el apoyo de Ciudadanos, como Susana Díaz en Andalucía. Para eso está el naranja: marca blanca, sí, pero, sobre todo, muleta.

A Rajoy no se le recordará una sola frase brillante. La nimiedad de su pensamiento quedó retratada cuando soltó una vez: "Puede pensar lo que estime oportuno porque a lo mejor acierta". De lo que casi podemos estar seguros es de que no será un expresidente lenguaraz. No se le ocurrirá nada que decir más allá de que hoy hace sol o está nublado.

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