Muros sin Fronteras

Hillary navega con todo a favor (demasiado pronto)

Apenas llevamos unos metros de maratón (pre)electoral y parece que Hillay Clinton se destaca con claridad en el pelotón de los demócratas, y más después del debate de la semana pasada en Las Vegas. Es la favorita para la nominación. Así lo indican las encuestas. Era lo esperado: es la única político con peso nacional entre los aspirantes, ya que el vicepresidente Joe Biden despejó este miércoles todas las dudas: no será candidato.

En el partido se teme la fragilidad de la apuesta a una sola carta; es decir, que todo esté tan claramente y tan prematuramente decidido en favor de Hillary. Si algo se estropeara en los próximos meses, los demócratas quedarían huérfanos, con la sensación de no tener a nadie de repuesto. De ahí partió la idea de mover a Biden, por si acaso. Más que sumar nombres, se producen las primeras deserciones ante la inevitabilidad de Hillary, como la de Jim Webb, que ha tirado la toalla.

Ella trata de aprender de los errores de 2008. Entonces también partía como favorita, como ahora, pero fue derrotada por Barack Obama. Él fue capaz de generar la ilusión del cambio, el "yes we can". Ahora es diferente. La ilusión la genera un viejo senador de Vermont, que se ha convertido en un émulo de Noam Chomsky: Bernie Sanders.

Fue el único que hizo sombra a Hillary en el debate. Es el gran fenómeno de la campaña demócrata como lo fue en el Reino Unido Jeremy Corbyn. Fue el debate demócrata más visto de la historia. Sanders quedó muy bien y Hillary, mejor aún. Su presencia la beneficia: le fuerza a moverse hacia una leve izquierda, parecer humana. Hillary necesita el voto de los jóvenes.

Sanders es una rara avis en la política de EEUU, un tipo que cree en el Estado, en su papel de árbitro para evitar que el capitalismo sea, como ahora, un casino sin escrúpulos; cree que el deber del Estado es proteger a los débiles y el de los ricos pagar más impuestos. Su izquierdismo equivaldría a la socialdemocracia en Europa, una ideología que se encuentra en peligro de extinción en el viejo continente ante la mudanza de casi todos a un liberalismo de barra libre. El precio de esa barra libre la estamos pagando desde 2008. Sanders hoy parece inofensivo, pero nunca se sabe. Ella representa el sistema con todos sus defectos; él, alguien limpio, con todas sus virtudes.

En el debate demócrata hubo intercambio de ideas y propuestas, fueron educados. En el lado republicano prima el insulto y la boutade. Parece un concurso de a ver quién dice la mayor barbaridad. Son tales las ya escuchadas que un hipotético jurado lo tendría muy difícil. Los republicanos parecen caminar por la senda equivocada.

Es el efecto Donald Trump, que ha conseguido llevar a todos los precandidatos a su terreno: el jesúsgilismojesúsgilismo. En su terreno, él es el rey. Las primarias empiezan en enero y todo este circo andante viajará de Estado en Estado, de debate en debate, hasta lograr la nominación en cada partido. En las primarias manda el espectáculo sobre las propuestas, el dinero sobre los principios.

En Europa sucede lo mismo, más show que soluciones para unos ciudadanos que a la hora de la verdad cuentan muy poco. Nos hemos americanizado en los defectos sin copiar las muchas virtudes de su sistema de vida. Tenemos las fotocopias de los Trump, pero no de los Steve Jobs.

Hillary tiene tres puntos débiles: el caso de los correos electrónicos, al que Sanders no dio importancia; el caso Bengazi y su salud. En el primero, la candidata utilizó su correo electrónico privado para mensajes de trabajo.

Los republicanos la acusan de poner en riesgo la seguridad del país y de ocultar información. Fue un error, pero no parece que, salvo sorpresa, vaya a ser su tumba política. El asunto de la embajada en Libia está más que cerrado, pero los republicanos tratan de estirar el chicle para hacer ruido y generar dudas sobre su capacidad. Su salud, después de un desvanecimiento hace un par de años, parece de hierro.

La victoria de Justin Trudeau en Canadá no va a influir en EEUU, pero el tono nos indica que el clima político del vecino del norte está más cerca de los postulados de Hillary que de los de Trump o Jeb Bush. Juntos podrían trabajar bien pues tanto Hillary como Trudeau defienden medidas para frenar el cambio climático.

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Sobre el tercer Bush, que no está descartado aún, corren chascarrillos sabrosos. Uno de ellos dice que es el que más dinero recauda y quién más rápido lo gasta. Trump interpreta su personaje, una celebrity con dinero, y le va bien. A su carácter, el del jesúsgilismo, le está permitido de todojesúsgilismo: faltar a los hispanos, resultar machista y estúpido y criticar a George Bush por derrocar a Sadam Husein.

Que sea Trump quien encabece los sondeos da una idea de la crisis del Partido Republicano, perdido entre su viejo anclaje ideológico conservador pero demócrata, y la extrema derecha. Trump es un síntoma, más que un problema. Como Marie Le Pen en Francia o Mariano Rajoy en España. El nuestro no es de extrema derecha pero dice cosas, como aquella del plato y los vasos, que le dejarían en buen lugar entre los actuales candidatos republicanos.

Según los expertos, el único republicano peligroso para Hillary Clinton a largo plazo, para disputar la Casa Blanca, es Marco Rubio, ahora agazapado detrás del trumpismo reinante. Es joven y buen orador. Con él no le serviría el discurso de que los republicanos representan el pasado, lo viejo. Churchill decía que en política un día es un año y año una eternidad. Queda 12 meses y unos días.

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