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Desde la tramoya

Cinco narrativas electorales

Hay quien piensa que hay electores racionales que miden minuciosamente las propuestas electorales y deciden su voto en función de ese juicio analítico y reposado sobre las diversas propuestas para el país y sobre el partido que las defiende mejor. Tiene razón quien piensa así: hay aproximadamente un 2% del electorado que actúa de tal forma. Los sociólogos los llaman “ciudadanos de libro de texto".

Pero el 98% restante camina por lo que los psicólogos llaman “atajos heurísticos”: fórmulas para ahorrar energía que te permiten tomar decisiones sin el costoso trámite de analizar con minucia cada detalle de las propuestas y las ideas. Uno de esos atajos es acogerse sencillamente a la opción que más coincide con tus posiciones generales sobre las controversias públicas. Es el atajo del partido. “Estos son los míos, y por tanto me fío de lo que me dicen”. Otro atajo es el del líder: “Este tipo me cae bien y me inspira confianza, y por eso le voto”….

Pero el atajo más eficaz para comprender a los políticos, desde que el ser humano hace miles de años se reunía alrededor de una hoguera para contar las peripecias del día de caza, son las historias. Los relatos que explican quiénes somos, de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde vamos.

Una campaña electoral es poco más que eso: una formulación litúrgica de lo que ha de venir y por dónde debemos ir. Los cinco candidatos que compiten por la presidencia del Gobierno en las elecciones generales del 20 de diciembre, son, ni más ni menos, que los profetas de sus cinco respectivas narrativas. No hace falta estrujarse la meninge para saber qué nos van a contar.

Mariano Rajoy lleva cuatro años contando una sola cosa. España estaba en quiebra en 2011 y hoy, gracias a nuestras medidas y al esfuerzo de los ciudadanos, salimos de la crisis. Ha sido durísimo, pero lo hemos logrado, y no podemos poner en riesgo la recuperación dejándola en manos de unos alevines. Sí, se me ve mayor porque lo soy. Se me ve serio porque lo soy. Se me ve alejado porque mi misión es complicada. Trataré de mostrar mi lado más humano, pero la tarea no permite bromas ni novatos. Está en riesgo el futuro económico de España y sólo yo, que llevo manos a la obra cuatro años, sé cómo hacerlo. Es cierto que he tenido algunos problemas de corrupción, que he decepcionado a muchos y que Cataluña es un agujero negro, pero eso son minucias al lado de lo que realmente importa. “Es la economía, estúpido”, como dijo la campaña de Clinton en 1992. Ahí enfrente lo que hay son un señor que no sabe lo que quiere ni tiene principios claros, como Zapatero, otro que no tiene experiencia, y otro que es un loco comunista bolivariano. El de IU no sé ni quién es, ni me importa.

Pedro Sánchez nos cuenta que la recuperación es sólo aparente. Que en realidad un empleo pagado a 350 euros al mes no es un empleo digno y quien lo ejerce un trabajador pobre, y que en este tiempo Rajoy sólo ha gobernado para unos pocos en perjuicio de la gran mayoría formada por las clases medias y trabajadoras. Que él es un político limpio, ajeno al clientelismo y la corrupción que abundan en el PP. Que sabe cómo hacerlo porque está en el partido que más tiempo ha gobernado España. Y que tiene la formación, el equipo y las ganas para tomar la alternativa de Rajoy. Porque, ¿quién sino Rajoy o Sánchez puede ser presidente del Gobierno?

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Albert Rivera no quiere ser muy de derechas. Sabe que quizá dos de cada cuatro de sus votantes vendrán del desencanto del PP. Pero también sospecha que podría arrancarle alguno al PSOE. Por eso Rivera no quiere ser la marca premium del PP, sino un partido de centro: digamos que liberal en lo económico y progresista en lo socialpremium. Rivera lleva ya bastante tiempo tratando de situarse en ese centro mágico y virtuoso, del que el PSOE y Podemos tratarán de sacarle echándole hacia la derecha, y el PP también apartándolo a la izquierda.

Pablo Iglesias no manejó bien las expectativas y ahora sufre por haberse presentado como un presidente en potencia que sólo estaría satisfecho si "tomaba el cielo por asalto". Seguirá recurriendo al relato que le hizo popular, pero que en estos tiempos algo más relajados que los de hace un año, no suena tan atractivo. Iglesias se merendará previsiblemente el pastel de IU, lo cual es un éxito indiscutible. Lo hará con su conocida narrativa de David contra Goliat, el pueblo contra los poderosos.

Alberto Garzón va a tratar de salvar lo que pueda de IU, pero está claramente fuera del marco. En el imaginario de los medios y de la gente hay cuatro candidatos, y nadie le incluye a él en la lista.

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