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Muy fan de...

Muy fan de... lo “en serio” que nos tomamos lo poco serio y viceversa

Los candidatos han tomado la tele y nos hemos enfurruñado. No nos gusta que canten, que bailen, que jueguen. No, señores, no nos hagan show, este es un país serio, de ciudadanos que leen a Kant y analizan a fondo cada programa electoral, punto por punto, para decidir con criterio, libres de ideas preconcebidas, a quién le darán su voto. Muy fan.

Vale que estamos un poco empachados, y eso que la campaña electoral todavía no ha comenzado. Los candidatos seductores se están afanando tanto en los preliminares, que cuando llegue el momento de la consumación nos van a pillar roncando...

Es cierto, resulta cargante ver más a los cuatro componentes de Il Divo político, que a nuestras propias familias. Deberían dosificarse en la autopromoción, ni Santiago Segura con el lanzamiento de cada nuevo Torrente se hace tan omnipresente. Los ciudadanos no merecemos vivir con el miedo de que, al abrir la mampara de la ducha, en pelota picada, estén allí los cuatro señalándonos con el dedo a lo Matías Prats: “Permíteme que insista”.

Pero, ¿por qué lo que más molesta es verlos en la tele? ¿Por qué no irrita tanto su omnipresencia en la prensa o en la radio? ¿Será que nos sentimos más invadidos cuando se asoman a la pequeña pantalla, o será que durante estas apariciones les hacemos más caso y nos fijamos más en ellos? Porque para despellejar algo, hay que haberlo visto previamente. 

Claro, que somos habitantes de ese país que no veía Tómbola cuando la primera tertulia salvaje sobre las vísceras de los famosos reventaba los audímetros. Somos pobladores de ese país en el que queda bien decir: “Yo no veo la tele”. Y, cuando vamos a comentar algo, tiramos de excusa y de lugar común: “No sigo ese programa pero el otro día, haciendo zapping...” Ya es casualidad que el mando, como las varillas que detectan agua en el subsuelo, siempre nos lleve a lo más visto, se diría que somos zahoríes involuntarios de contenidos que no queremos ver.

Los periodistas nos afanamos en repetir que los políticos de hoy en día no tienen nivel, pero luego van los ciudadanos y nos meten junto a ellos en el saco de la mediocridad, para echarnos en cara que tampoco nosotros lo tenemos. Los ciudadanos nos reprochan, a los unos y a los otros, una falta de rigor y honestidad que ha fulminado nuestra credibilidad. Según el informe Digital News Report 2015, España lidera el ranking de desconfianza en las fuentes de noticias. Sólo nos ganan los americanos en escepticismo ante la prensa. Yeah.

Pero, ¿como ciudadanos quién nos examina? ¿Tenemos “nivel”? ¿Y alguna dosis de responsabilidad en este modelo de sociedad que tanto denostamos, como si no formáramos parte de ella? ¿Somos responsables de lo que vemos, de lo que leemos, de lo que escuchamos y, sobre todo, de la influencia que ejerce en nosotros aquello que consumimos? ¿La autocrítica en España, realidad o leyenda urbana? En esa curva de autocrítica me maté yo.

Estos días, mientras leo el aluvión de reproches a los políticos por sus apariciones en programas de entretenimiento en televisión, me ha dado por preguntarme por qué a algunos les molesta tanto ver a los políticos en el plano del desenfado. ¿Sentimos acaso que cuando se integran en un espectáculo, nos toman menos en serio?

Y le he echado una carrera a mi lavadora, mientras ella centrifugaba pijamas y calcetines desparejados, me he puesto a hacer lo propio con algunas dudas existenciales:

-¿Los políticos nos toman menos en serio cuando cantan o cuando nos mienten desde la tribuna de oradores del Congreso?

-¿Nos toman menos en serio cuando bailan cuando bailan o cuando pactan lo que dijeron que jamás pactarían?

- ¿Nos toman menos en serio cuando tratan de encestar un balón o cuando defienden un comportamiento dudoso de uno de los suyos, el mismo que atacaron sin matices en uno de los otros?

-¿Nos toman menos en serio cuando exprimen una naranja en públicoexprimen una naranja o cuando miran hacia otro lado, mientras algunos exprimen las arcas públicas en su propio beneficio?

-¿Nos toman menos en serio cuando se integran, con cierta naturalidad, en un programa de tele, o cuando desintegran, con todo el descaro, sus programas electorales?

Muy fan de... Franco

O quizás nos molesta más la idea de que cantando y bailando puedan conseguir votos. No el nuestro, claro, el nuestro nunca, nosotros somos seres racionales y leídos que analizamos la macroeconomía y la microeconomía al detalle, pero “los demás”, esa masa informe a la que sin duda no pertenecemos, seguro que van e introducen la papeleta en función del swing y el flow que tiene el cabeza de lista... ¡Vade retro Raffaella Carrà!

Mareada de darle tantas vueltas a la cabeza, he concluido que la soberanía del pueblo reside en el voto y en el mando de la tele. Que cada uno decide lo que vota y lo que ve. Y aunque bailen o no bailen los políticos, España es un show que hacemos entre todos.

He consultado a mi cuñado de referencia por si me había quedado pelín demagógica esta exposición de dudas y me ha dicho que sí, que he hecho una exposición de demagogia barata total, que lo que tenía que haber escrito es que todos los políticos son iguales, que se dejen de bailar y que curren, que así nos va, que ya les vale y que eso es como todo. Y se ha puesto a releer a Kant.

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