El vídeo de la semana

Por un momento...

Se fue como llegó, repentina e inesperadamente. Y al hacerlo dejó en el aire un cierto eco de realismo dialéctico que por unos minutos nos hizo soñar con otros mundos. De hecho, alguien como un servidor que es un poco antiguo y con cierta tendencia a la ingenuidad, creyó verlo como un síntoma de que los nuevos colores políticos podrían ser capaces de provocar nuevas formas de diálogo parlamentario en el tiempo que va a venir después del 20-D. Pero en unas pocas horas se ha esfumado por la acción destructora de la vieja dialéctica.

La chispa había saltado de manera fortuita extendiéndose con el combustible de la atención mediática. La jornada de puertas abiertas en el Congreso fue el escenario y la excusa. La presencia –es ya un clásico en ese día– de la radio publica en directo, el decorado y el detonante. La vieja política y la nueva ambición de cambio se saludaron, se dieron la mano, y la radio y las cámaras oficiaron de testigos y percutores... o repercutores. Porque fue la repercusión del encuentro en directo lo que dio alas a los interlocutores, vigor a su diálogo e interés a la casualidad.

Ni Celia Villalobos ni Pablo Iglesias debían de tener anotado en agenda un encuentro público con el enemigo, por lo que cabe suponer que su intercambio verbal fue espontáneo: "Bienvenido, bienhallada, ya verás cómo es ésto, tiene que acercarse más a la gente, ya estamos cerca de la gente, no lo están, no seas demagogo, y vosotros corruptos, no me digas esto", etc, etc.

La cosa iba creciendo en intensidad y pasión, pero discurría con fluidez y energía por parte de la veterana diputada del PP y el nuevo líder de la izquierda. Los micrófonos y las cámaras actuaban de testigos pero también –me malicio que sobre todo– de estímulo para los futuros compañeros y presentes adversarios. Y los medios y la ciudadanía sorprendidos y encantados con el inesperado espectáculo del inesperado debate entre la diputada que "podría se su madre" y el profesor que visitaba el foro donde trabajará los próximos cuatro años.

Nada serio, poco más que un intercambio que empezó amable y terminó con algo de tensión, pero que al no estar preparado y ser sincero mostró a los candidatos más cerca de lo que son y cómo piensan en realidad. Aunque su nivel político y su responsabilidad sean y vayan a ser diferentes, representaban en ese momento puntos de vista que se están enfrentando ya en campaña electoral y resultó muy grato ver y escuchar cómo se enfrentaban sin barreras ni asesores.

Nunca había asistido a nada igual en todos los programas de radio que hice en el Congreso en aquellas jornadas de puertas abiertas. Cuando se encontraban los parlamentarios se saludaban, intercambiaban dos frases corteses y seguían su camino.

El pobre tío Sam

El pobre tío Sam

La ruptura de esa tradición en el encuentro entre Villalobos e Iglesias tuvo algo que ver con que estamos en campaña y acaso también con el carácter extrovertido y lenguaraz de una diputada conservadora que suele sobrepasar por la izquierda a sus conmilitantes, pero al romper reglas tradicionales y servirnos un improvisado debate permitió pensar en que nos encontrábamos ante una nueva forma más espontánea y menos encorsetada, de expresar puntos de vista en la principal cámara de representación popular; que los nuevos colores estaban impulsando ya nuevas formas, y que a dos días del días del debate político más abierto y atractivo celebrado jamás (Atresmedia lunes noche) se veía ya la voluntad general de abandonar la dialéctica formalista de siempre.

Pero no. Nada de eso. Apenas se zafó de Iglesias la señora Villalobos mostró su lado más sensible y pinchó la burbuja al afirmar que si no hay testigos Iglesias le escupe en la cara. Lo cual no se aprecia en el vídeo ni se concluye entre quienes asistieron al diálogo. Y nos pone ante esa susceptibilidad que no es sino reflejo de la falta de músculo en la discusión abierta y franca y el miedo a decir y escuchar palabras que reflejen la verdadera visión de las cosas.

Y se acabó todo, y volvimos a despertarnos sabiendo que la vieja política sigue teniendo alergia a las,nuevas formas y que si los nuevos debates son fruto de la presión de los medios las nuevas dialécticas parlamentarias tendrán que venir, si llegan de la presión y el empuje de los nuevos actores políticos. Los de siempre no selo van a poner fácil.

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