Análisis

Maduro no es Chávez

Javier Bernabé Fraguas

Es la segunda vez en la historia reciente de Venezuela que la oposición puede ganarle unas elecciones al Gobierno. Para que este hecho esté rondando la cabeza de millones de venezolanos han tenido que pasar muchas cosas, la principal bajo mi punto de vista es una nefasta gestión económica del Gobierno de Nicolás Maduro, al que ha superado la bajada de los precios del petróleo, el control cambiario que sigue sin lograr los objetivos para los que fue creado, y un desabastecimiento de algunos productos que ha actuado como mecha para la explosión de parte de la población que tradicionalmente votaba a Hugo Chávez.

La bajada de los precios del petróleo no hubiera pegado tan duro en Venezuela si hace años el país se hubiera puesto como metas trabajar y mejorar, además del petróleo, sus ámbitos turístico, productivo agrícola y ganadero, y de energías limpias, entre otros, en los que tiene un tremendo potencial. El chavismo tiene la responsabilidad respecto a este punto en los últimos 15 años, y los presidentes Caldera, Carlos Andrés Pérez, Herrera Campins, Lusinchi y Velásquez de los 30 anteriores. La economía venezolana se ha fundamentado en la renta petrolera y hoy se demuestra que esta actitud económica es un grave error.

Parece realmente impensable que Venezuela venda crudo y compre gasolina por falta de refinerías suficientes especializadas en su tipo de petróleo más abundante, éste es el extra pesado, que alcanza un 75% de las reservas del país, y éstas son las mayores reservas petroleras del mundo; aunque según diversas fuentes estadounidenses al ritmo que van pueden durar 88 años, remarco lo de estadounidenses porque este país le ha llegado a comprar a Venezuela aproximadamente 1,4 millones de barriles diarios, convirtiéndose durante años en uno de los principales compradores.

El control cambiario se puso en marcha después del paro petrolero en Venezuela en 2002-2003, para evitar la fuga de capitales del país.

Esa medida que respondía a una coyuntura económica del momento, se fue transformando en una herramienta política que ha fomentado, a su pesar, una economía ficticia en la que existen cuatro tipos de cambio, tres puestos por el gobierno y otro por el mercado negro que distorsiona la vida económica del país. Dependiendo de la actividad y el uso que se quiera dar a las divisas esos cambios son diferentes, por ejemplo si se utilizan para la importación de productos de los comercios o de las industrias, para el consumo de viajes, o para la compra de bolívares por los turistas en las entidades oficiales. Uno de los problemas principales en este punto es que el mercado negro desequilibra los precios de los productos y genera una inflación inmanejable para el país.

En cuanto al desabastecimiento de algunos productos hay que decir que es un hecho real, y se produjo de manera importante a partir de la decisión del gobierno de regular los precios de lo que consideraba productos de primera necesidad. Esa regulación quiere decir que el productor no puede vender su mercancía a un precio mayor del que marca el gobierno. Y quizá sorprenda al desconocedor de Venezuela lo que incluye la lista de productos regulados, que va desde el pollo al papel de baño, pasando por la harina para hacer arepas, el café, el azúcar y el aceite de girasol, los pañales, las compresas, o a la gomina para el pelo (nadie todavía me ha sabido explicar el motivo de la inclusión de este último producto), por poner algunos ejemplos. Según el último número del documento de identidad que se tenga se puede intentar comprar esos productos el día que toque, y digo intentar porque dependiendo del producto, el día y la hora, las colas se pueden hacer interminables. Por ejemplo, el papel de baño es uno de los bienes más cotizados; algo realmente paradójico en el primer país del mundo en reserva petrolera.

El desabastecimiento se produce por diversas causas: creo que la primera es que el Gobierno no puede abastecer de los productos a los que regula los precios, no tiene cómo producirlos y ponerlos en el mercado para la población por sus medios; la segunda es que indudablemente hay acaparadores que aprovechan la situación para potenciar un mercado negro de estos productos y enriquecerse a costa de la ciudadanía. El gobierno ha dicho que hay una guerra económica, y que sus opositores y los grandes empresarios boicotean su gestión económica; en el caso de existir esta guerra económica, la están perdiendo claramente, y con ella el apoyo suficiente para seguir gobernando. Y el problema, se mire como se mire, radica en la incapacidad del gobierno de romper ese círculo vicioso, que ha ido minando su credibilidad y restando popularidad y apoyos entre muchos de los que votaron a Hugo Chávez, que no van a votar a Maduro.

Por mucho que intente imitarle, Maduro no es Chávez, no tiene su carisma, no tiene los apoyos ni dentro del chavismo ni entre los militares, y no tiene el apoyo popular que demostró Hugo Chávez durante toda su Presidencia de Gobierno, una por una, cada vez que ganó a sus opositores en las urnas. El chavismo sabe esto, evidentemente, y está preocupado de que esa ausencia de preocupación por la gestión económica eficaz pase factura.

El voto de los más desfavorecidos

La imagen omnipresente de Chávez, por ejemplo en Caracas, es un síntoma de esta falta de liderazgo de Maduro, la necesidad de seguir acudiendo al creador de la revolución bolivariana constantemente denota una debilidad que la oposición ha aprovechado para movilizar un voto que se le resistía hace años, el voto de parte de los más desfavorecidos de Venezuela, sin el que nadie, nunca más, va a poder ganar unas elecciones en el país.

Uno de los hechos más empobrecedores de este proceso electoral creo que es la ausencia de observadores internacionales, porque no los hay. Han viajado a Venezuela personas invitadas por grupos interesados en que estén allí, bien del Gobierno, bien de la oposición, lo que no les convierte en lo más mínimo en observadores electorales internacionales. Son acompañantes de sus invitados en el día de las elecciones y unos pocos anteriores y posteriores; y los intereses de sus invitados son claros, lo que anula la independencia necesaria y suficiente para observar unas elecciones. No estará la Unión Europea ni la Organización de Estados Americanos, que siempre que despliegan una misión de observación electoral corren con todos sus gastos, tienen presencia en todo el país (sea éste el que sea), con misiones de larga duración, minuciosas e independientes, y que hasta el momento en todas las ocasiones que estuvieron en Venezuela avalaron la limpieza de los procesos. Creo que tácticamente es un error no tener observación internacional, gane quien gane, sobre todo en un momento tan delicado para el país.

La oposición tiene grandes posibilidades de ganar, si no lo hiciera tiene otra opción en el enfrentamiento electoral de 2019, esta vez presidencial, y antes de eso la posibilidad de forzar un referéndum revocatorio contra Maduro. Pero si no ganan este domingo su moral se verá muy afectada, porque la sensación de resignación ante la situación económica, podría suponer una dejadez de sus votantes ante la movilización que necesitarían en 2019. En estos momentos todos los fantasmas de su pasado político desde 2001 deberían ir desapareciendo, porque como no lo hagan, su falta de unidad, su exceso de individualismo, su pésima gestión política y la ausencia de un programa con tintes eficaces para cubrir las necesidades de la población venezolana, podrían ser una losa muy pesada. Si cambian ese pasado opositor sus opciones se ampliarían exponencialmente. Es bastante difícil unificar posturas políticas que van desde la social democracia hasta la extrema derecha, todas presentes en la oposición venezolana; si lo lograsen el siguiente paso sería tener un programa de Gobierno integrador, social y justo, porque si no hicieran eso, no demostrarían tener interés en que la desigualdad disminuya en Venezuela. ___________

Javier Bernabé es periodista, especialista en América Latina y presidente del Instituto de Periodismo Preventivo y Análisis Internacional.

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