El vídeo de la semana

De igual a igual

Pide perdón Pablo Iglesias, lo cual le honra, pero no estoy seguro de que lo haya entendido.

Lo digo porque en su excusa evidencia que se considera superior al redactor al que aludió en su desafortunado comentario: “Cuando se ironiza uno no puede perder de vista la posición que tiene” que, naturalmente, no es “de igual a igual” con el periodista. No, claro. Nosotros sólo somos profesionales, él un político que aspira a ser presidente del Gobierno. Debe enfrentarse al editor o propietario de la empresa para la que trabaja el pobre “plumilla”.

Podríamos entrar en un debate para determinar posiciones poniendo en valor qué pesa más: si la legitimación del político en las urnas cada cierto tiempo o el compromiso diario y cotidiano del periodista con la comunidad a la que sirve. Quizá a eso se refiera Podemos. Pero no será aquí donde se abra esa disputa. Allá Iglesias si se considera superior a todos los demás seres humanos que no aspiramos a presidir el Gobierno. Lo relevante, me parece, es que la actitud y el comportamiento del todopoderoso secretario general de Podemos revelan además de escaso respeto al oficio de informar un desconocimiento notable de su realidad. Parece mentira en un tipo que se sirvió de la televisión como trampolín, que se mueve en el medio, y dice aspirar a unos medios de comunicación públicos libres y profesionales.

Vaya como consideración previa frente a las más que probables acusaciones de no sé qué tipo de gremialismo vergonzante que me van a caer, que soy de los que cree que el ejercicio del periodismo es la salvaguarda de un derecho fundamental, el de la información, tan necesario y esencial como el del ejercicio político, o la justicia o la garantía de seguridad. Quiero decir que el periodista no es sólo un señor o una señora que cuentan cosas, sino que su compromiso es garantizar un derecho fundamental en cualquier sistema político, incluso el que cuestiona o cuestionaba Podemos.

Forma parte esencial de este oficio el relato, la contextualización y, desde luego, la crítica. Normalmente esta última no es ejercida por los redactores que elaboran las noticias, sino por los articulistas o los colaboradores con espacio propio y diferenciado. El texto de una rueda de prensa o una información concreta puede situarse en contexto, ordenarse y orientarse al servicio de la línea editorial del medio, pero casi nunca es el redactor quien tiene esa llave.

El periodismo es, en general, un oficio precario en España, con escasa estabilidad laboral y sueldos bastante bajos para la cualificación y el esfuerzo que se exige a los profesionales. Eso puede debilitar la propia conciencia del profesional, que ante la elección entre lo que piensa y cree y lo que considera pertinente su empresa puede tender a elegir lo segundo por una cuestión eminentemente práctica. Pero eso no es la actitud general, se lo aseguro al señor Iglesias. Y permítame, en todo caso, que dude que haya desde la política demasiados argumentos contra este pragmatismo de supervivencia, dado que esa es una cualidad que a mi entender conocen y practican también en política incluso los más renovadores. Me parece más honesto el pragmatismo individual del periodista que tiene que pagar la hipoteca que el conformismo político de quienes debiéndose a los ciudadanos se ajustan a la realidad para no ser triturados en su propia casa.

El fracaso no es nuestro

El fracaso no es nuestro

La mayoría de los medios tiene una orientación que nadie desconoce, y no es difícil que los periodistas que en ellos escriben respiren por los mismos orificios. Pero, créame señor Iglesias, casi todos mis compañeros ejercen su vocación con escasa voluntad de seguidismo a pesar de los riesgos que ello conlleva. De hecho, no son pocos los periodistas con posibilidad de opinar que a la crisis permanente de este sector esencial tienen que sumar la penuria de la inestabilidad general y el añadido de alto riesgo de mantener sus puntos de vista. Y los mantienen. Incluso en el sector público, que es donde más difícil resulta hacerlo, por mucho que le sorprenda al señor Iglesias. Le aseguro que conozco a más de uno que se ha quedado en la calle por su compromiso con el servicio a la comunidad.

Insisto en valorar como notable su pública petición de excusas. Casi nadie lo hace entre los suyos, y esa diferencia es digna de mención. Pero de nuevo la forma de hacerlo revela desconocimiento y, sobre todo, una actitud displicente y soberbia que casa poco con un franco arrepentimiento. Permítame, por tanto, seguir dudando.

Dicho sea esto, y escrito, sin advertencias ni cortapisas de la dirección de un medio, este infoLibre, que no sólo no me dio jamás instrucción alguna sino que acepta y acoge unos puntos de vista que en mi caso son a menudo contrarios a su línea editorial. Y que me consta que resiste las presiones de algún sector de sus lectores para que este columnista desaparezca de su portada. Quizá alguno, quién sabe, cercano a sus posiciones, señor Iglesias.

Más sobre este tema
stats