Muy fan de...

La vuelta al cole electoral

La vida se repite inexorablemente. Cometemos los mismos errores una y otra vez: caemos en idénticas trampas como si avanzáramos con los ojos vendados, nos enamoramos después de haber jurado que nunca más dejaríamos que nos rompieran el corazón. ¿Qué hacemos, chicos, nos tomamos lo de repetir elecciones como un rasgo inherente a la existencia, nos damos de cabezazos contra un muro o retiramos el saludo a nuestros representantes por abocarnos a la moviola? Estoy indecisa entre las dos últimas. Muy fan.

Aquí estamos, casi cinco meses más viejos que cuando fuimos al cole electoral por última vez y preparados para volver a meter el voto en la urna. No se nos vaya a afofar el tríceps si abandonamos de golpe el sano ejercicio del papeleting.

Además, sería una pena tirar la toalla ahora que estamos a punto de batir récord mundial. Si en Eurovisión cambiáramos canciones por elecciones, ganaríamos de calle, volveríamos a hacernos un Massiel:

♪Todo en la vida es 

Como una votación

La,la,la, la,la,la…♪

Decía en Twitter la periodista Raquel Marcos, cargada de ironía: “Tampoco pasa nada porque haya nuevas elecciones, qué drama, ¿no era la fiesta de la democracia?”. Tiene razón mi “casi homónima”, esto ya ha pasado de fiesta a “rave de la democracia”.

¿Será que los “responsables” –je, je– quieren que recuperemos de golpe todos nuestros años de abstinencia electoral bajo el poderío irrevocable de Paco?

Llevamos tal sobredosis deliberante que yo ya me veo acudiendo a una reunión de votantes anónimos:

– Me llamo Raquel, me enganché a votar el año pasado y aquí estoy…

– Te queremos, Raquel.

– Gracias, puedo dejarlo cuando quiera. ¡Huy, me marcho, a las ocho cierran los coles!

Me cuentan mis amigos jerezanos que, en estos días, en la tierra del misterioso Palo cortao, suena un mantra que posterga, casi todo, “hasta después de Feria”. Y así está el país entero, instalado en el recinto ferial desde hace meses y procastinando como si hubiera un mañana.

Aquellos que, se supone, se postularon para buscar soluciones a los grandes problemas del país, se han pasado estos cuatro meses bailando y cambiando de pareja ante nuestros ojos. Y alguno muy quieto, en funciones, dando golpes de compás en la mesa, observando sonriente el movimiento ajeno con la manzanilla en la mano.

Desde fuera se oía la juerga interna en sus respectivas casetas –sus tensiones de partido, sus competencias por el liderazgo, sus dimisiones– y nosotros achicharrándonos en la arena, tragando polvo y dando palmas como si fuéramos felices. Olé.

Ahora nos dirán que comienza una nueva campaña electoral. Qué arte, como si no lleváramos en ello desde 2015. Y repetirán sus soflamas, pegarán carteles, alzarán en brazos a bebés ajenos, sin pedirles permiso, nos pondrán la cabeza como un bombo a base de gritos de pitufos mitineros y lo mejor es que volverán a poner en marcha todo el ceremonial como si fuera la primera vez, como si después de haber visto la coreografía de los últimos meses, no tuviéramos suficientes indicios de lo que cada uno quiere hacer con nuestras vidas. ¿He dicho con nuestras vidas? Corrijo, quería decir con las suyas.

Ahora, en este provisional fin de fiesta, se van echando unos a otros la culpa de que volvamos a subirnos a la noria electoral que, después de darnos otras mil vueltas, podría dejarnos de nuevo en el mismo sitio. Venga, os invito a una ronda de Biodramina para el mareo.

Si algo así sucede, nos vamos a partir de risa. Si volvemos a “votar mal” y tienen que ponerse a negociar aquellos que, buscando la solución, han llegado a la disolución de las Cortes y en vez de resolvernos la papeleta han preferido que volvamos a meterla en un sobre el 26 de junio, esto va a ser un no parar.

Muy fan de... el papelón de Panamá

Decía Aitor Esteban, el líder del PNV, que el fracaso para formar Gobierno es la prueba de que a algunos líderes “les falta un hervor”. Entretanto, el paisanaje entra en ebullición, asistiendo a este espectáculo en el que hemos visto más líneas rojas que en una final del Atleti. Sería divertido que el ciudadano empezara a poner sus propias líneas rojas: o jugamos todos o rompemos la baraja. Pero no lo haremos. Nos abstendremos más o menos pero seguro que acudiremos obedientes a las urnas, otra vez, las que hagan falta, con esa ligera sensación de que de buenos somos tontos.

En fin, amigos, nos acercamos al fin de la legislatura más corta de nuestra historia que se puede resumir en un VineVine, en un gif, o en un meme. Y lo sabes. ¿Sería una señal que la primera película española premiada con un Oscar se llamara Volver a empezar?

Ánimo, ya queda menos para no se sabe qué.

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