El Vïdeo de la Semana

Tres razones para la torpeza y una para la hipocresía

Será por mi natural simplicidad o el despiste tras una semana agitada, pero el caso es que no encuentro ni una sola pista para entender qué pretendía ganar el gobierno en funciones con la insólita medida adoptada a través de su delegada en Madrid. Ni los argumentos esgrimidos ni la realidad que pretende gestionar apoyaban la necesidad de prohibir la bandera independentista el domingo en el Calderón.

La resolución del juzgado número 11 de lo Contencioso-Administrativo, puso ayer tarde las cosas en su sitio, entre otras razones, como informaba infoLibre, porque “en ningún caso ha resultado probado” que la exhibición de esteladas pueda incitar a la violencia.

Entre el rigor de la ley y la impunidad de quien se la salta hay un territorio de equilibrio por el que se supone que transitan los que administran esas leyes desde la justicia y la política. Es una obviedad, pero a veces hay que recordar que si hay quien administra justicia es porque hay márgenes para hacerlo. La ley no es una plantilla ni un algoritmo, es una regla sobre la que se estipula lo que es correcto y lo que no. Pero, repito, con márgenes que tienen que ver con la realidad social, con el momento y las situaciones personales o, simplemente, el sentido común. Por eso creo que el juez ha recolocado las cosas en el lugar correcto.

Queda, eso sí, el papelón que ha hecho el gobierno con regalito a los independentistas como prueba irrefutable de torpeza política de las que hacen historia.

Al margen de las consideraciones jurídicas del auto que tumba la decisión de Dancausa, la simple observación atenta de los posibles motivos para la prohibición muestra tres torpezas principales.

En primer lugar, la supuesta intención de separar política y deporte: no es de recibo –se argumentaba por la Delegación- que un signo externo de una determinada opción política se convierta en protagonista de un evento deportivo. La “Decisión Dancausa” hizo precisamente eso, poner la bandera por encima del partido (de fútbol)

Segundo argumento: había que evitar problemas de “orden público” (qué término más feo, cuántas evocaciones de tiempos oscuros, ¿verdad?) entre los independentistas del Barcelona y los aficionados sevillistas. También aquí está claro que la decisión lo que hace es precisamente crear un clima previo magníficamente abonado para el hongo violento. Y el juez, le recuerdo, asegura que no es riguroso asociar estelada y violencia.

Y , por último, si se pretendía demostrar autoridad, tampoco aquí acompañó el éxito: lejos de plegarse, obedecer y respetar, los afectados estaban ya sacando pecho, preparando alternativas y subiendo notablemente el volumen de su tradicional victimismo, ese que tanto rédito les brinda.

No soy ciudadano de banderas y símbolos nacionales. Aunque me conmueva escuchando el himno de Asturias en el teatro Campoamor y me sienta seguro cuando por ahí fuera veo una bandera española, sé que son emociones, impulsos más de apego afectivo inconsciente que de razonada pertenencia a una tribu (con perdón) o a un grupo determinado.

Cualquiera que gestione la vida pública, cualquiera cuyas decisiones afecten al día a día de los ciudadanos, debería tener presente esa distancia entre lo racional y lo afectivo, entre el equilibrio y la emoción. El valor de la emoción es que no se somete a reglas, pero el que administra las reglas debe hacerlo sin emoción. Y yo creo que aquí hay mucha.

En los dos lados, añadiré también.

Porque frente a la torpeza de la señora Dancausa, se alza la hipocresía de quienes, conscientes y aprovechándose de que decisiones así engordan su alforja argumental, no tienen empacho en pisotear los símbolos de los demás mientras denuncian lo que se hace con los suyos.

Esos ojos

No hay fuerza moral y sí unas cuantas pizcas de miseria en lamentar que se prohíba tu símbolo (bandera estelada) y al mismo tiempo proceder sin pudor a mofarte del del vecino (himno nacional).

No me encaja, sigo sin entender que lo nuestro valga y lo del otro no. Eso, además de torpeza, es intolerable hipocresía.

Pero quién sabe, quizá los que podrán ir al estadio con su estelada en perfecto estado de revista porque la Justicia se sobrepone a la Política, tengan en consideración que esa Justicia que abre su derecho está también representada en el himno que tenían (tienen) intención de abuchear. Sería de justicia, ¿verdad?

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