Muros sin Fronteras

Ali, el icono incontestable

No tenemos demasiados iconos incontestables, personas que han sobrellevado durante mucho tiempo y con gran dignidad el personaje que les tocó vivir. Nelson Mandela fue uno de ellos; Mohamed Ali es otro. Ambos fueron ejemplares. Esta es la razón por la que se ha producido una extraña unanimidad en los elogios, no solo al boxeador genial y retador en un sistema blanco e injusto en los años difíciles de la lucha por los derechos civiles de los negros en EEUU, sino al hombre común que supo representar lo que millones de personas veían en él: un tipo insobornabletipo insobornable.

Ali antepuso su conciencia ético-religiosa a la llamada a las armas para luchar en Vietnam, una guerra que consideraba injusta. Fue un adelantado porque en aquellos años, hablamos de 1966, era aún una guerra bien vista por la mayoría que había comprado el discurso anticomunista de Kennedy-Johnson. Aún no se había convertido en la palanca que activó la contestación social y ciudadana en EEUU. Ser un adelantado tiene sus riesgos y un precio. Se lo hicieron pagar, pero no dobló la rodilla. Fuera del cuadrilátero era tan rápido como dentro de él.

Mohamed Ali antepuso su conciencia a las amenazas y presiones del sistema, a la cárcel, al acoso de los medios de comunicación que le acusaban de antipatriota, a la pérdida de su título de campeón mundial de los pesos pesados. Se dejó en batallas legales sus mejores años como boxeador tras retirarle la licencia, pero jamás pudieron cerrarle la boca. Ganó la testarudez, el coraje. Volvió, como había prometido en los malos tiempos, a ser campeón del mundo. Fue célebre su pelea con George Foreman en la Kinshasa de Mobutu Sese Seko. Sus seguidores gritaban “Alí, bumaye”, Alí mátalo; era el héroe de África pese a que enfrente tenía a un hombre más negro que él.

El discurso con el que abro este texto resulta emocionante. No ha perdido fuerza ni vigencia con el paso del tiempo. En él, Ali habla desde el corazón, que es la parte del cuerpo humano que menos errores comete, y cuando tropieza tiene mejor perdón que las equivocaciones del cerebro. En él afirma que el Gobierno de EEUU le ha dado dos alternativas: "ir la guerra de Vietnam o ir a la cárcel". "Hay otra alternativa", añade: "¡justicia!"

Eran los tiempos del Black Power, Angela Davis, Martin Luther King y Malcom X. Ali fue parte de todo aquello, un símbolo más de unas décadas prodigiosas, los sesenta y los setenta, en las que parecía que todo era posible, en la Luna y en la Tierra.

Este artículo de la revista The Atlantic explica bien su lucha. Se titula Muhammad Ali and Vietnam.

De los libros publicados sobre Cassius Marcellus Clay (Mohamed Ali desde 1964), hay dos obligatorios para aquellos lectores que deseen explorar en el personaje:

-El combate de Normal Mailer, un relato de aquel combate Foreman-Ali escrito con las herramientas y técnicas del nuevo periodismo, un género en el que Mailer fue un precursor y maestro.

-Rey del mundo: Muhammad Ali y el nacimiento de un héroe americano, de David Remnick, director de la revista The New Yorker.

Esta revista de culto y muy neoyorquina le ha dedicado dos piezas esenciales estos días, la primera del propio director: The Outsized live of Muhamed Ali; la otra: Ali on the Aisle de Roger Angell.

La agencia Europa Press reunió diez películas sobre el boxeador que, como dice en la entradilla del texto, estuvo 32 años luchando contra la enfermedad de PárkinsonPárkinson.

El periódico mexicano Excélsior nos presenta diez datos curiosos sobre el campeón; el más divertido es el último.

El mejor amigo del ISIS, nuestra estupidez

El diario USA Today ofrece 25 de sus frases más célebres. Mi favorita es la segunda: “Don't count the days; make the days count” (“No cuentes los días; haz que los días cuenten”).

Es difícil que un político de estos días llegue a alcanzar una estatura nacional o global. Tal vez porque sus personajes no se basan en unos principios que jamás se trafican, sino en promesas que a menudo no se cumplen. Hay excepciones, siempre las hay. Hablábamos antes de Mandela. Se podría añadir al uruguayo Jose Mujica. Si dejamos la política y nos adentramos en la literatura y en el pensamiento, surgen decenas de nombres incontestables. John Berger es uno de ellos. En España tenemos a Emilio Lledó, un sabio a quien hemos tardado en descubrir. Le ha pasado como a José Luis Sampedro y a tantos otros. Aquí somos lentos en el elogio, rápidos en el exabrupto. Así nos va.

Estas son algunas de las canciones vinculadas a la vida y obra de Ali. 

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