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Caníbales

¿Dónde te has comprado esa camisa, Pablo?

Uno de los días de más calor, delante de una embajada de cuyo nombre no quiero acordarme, se cocían dos militares engalanados. Fumaban y charlaban mientras consultaban su whatsapp. Junto a ellos –a saber qué celebraba la embajada- un cura con sotana y alzacuellos hacía fotos con el iPhone. Sudando también, claro.

Por contraste, en la acera de enfrente, mujeres renqueantes peregrinaban hasta una farmacia. Entraban con dolor y salían con esperanza y paquetes de tiritas. Se sentaban en un banco, se descalzaban, se cubrían la herida y… Se levantaban, aún cojeando.

Las mujeres, a veces, no nos damos cuenta de que los zapatos que nos gustan tanto en el espejo, quietas, nos impiden la movilidad, nos afean y nos incapacitan cuando nos arrastran por la calle.

***

O cuando les cuesta sostenernos con dignidad, como en el debate de mujeres.

(¿Debate de mujeres, en serio? ¿No nos parece artificial y tramposo?)

Taconazos y un postdebate interesante, como bien señalaba Borja Cobeaga en este tuit imprescindible. Que dónde se había comprado los zapatos Andrea Levy (en Zara, hace dos años).

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Los tacones se han colado en las conversaciones serias gracias a una británica que denunció su despido. Gracias a ella han salido casos más cercanos y los medios descubren ahora que en algunos trabajos te obligan a ir incómoda porque –parece- si eres mujer trabajas con tu aspecto y no con tu cerebro.

Una semana dura el tema y nadie profundiza ni se pregunta cómo es que en los colegios se sigue imponiendo el uniforme de pantalón para los niños y de falda para las niñas.

- ¿Por qué?- preguntas.

- (…)

- Para correr, jugar, sentarse… es mucho más cómodo el pantalón.

- Si la niña lleva pantalón, se convertirá en el centro de todas las miradas y eso, te aseguro, no va a ser cómodo.

- ¿Pero qué razón objetiva hay para que el uniforme de las niñas sea de falda en un colegio laico, progresista y moderno?

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No la hay.

***

Tampoco la hay para que a las mujeres se nos juzgue por cómo vestimos y no por cómo pensamos, trabajamos, hablamos. Si nos maqueamos, somos frívolas. Si vamos con la cara lavada, perezosas. Si nos ponemos vaqueros, no resultamos serias. Si nos ponemos falda, vamos provocando.

***

Mark Zuckerberg presume de llevar siempre ropa idéntica (tejanos y camiseta) para no gastar energía en pensar qué ponerse. Lo mismo hace Obama: trajes grises y azules. Y, también, y esto es más raro alguna mujer, como Matilda Kahl: pantalón negro, blusa blanca.

Es cierto que la ropa es arte, libertad, juego, personalidad, estado de ánimo. Y es cierto también que es un elemento para el juicio, el prejuicio y el descarte. Por eso aún estamos viendo qué llevan en el bolso las políticas cuando llega el debate de los machos.

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Son cuatro candidatos:

- el de la corbata azul

- el de la corbata roja

- el de la chaqueta sin corbata

- el de la camisa sin chaqueta

Que viene el coco

Hacen monólogos, que no debate; aburren y, en general, no hablan de lo que importa: de generar riqueza, de construir futuro, de mejorar la educación, de fomentar la cultura, de defender la igualdad, de cuidar el medio ambiente.

Pero, eso sí, cuando los tertulianos bucean en las redes sociales a ver quién ha ganado el “postdebate”, nadie les pregunta dónde han comprado los zapatos.

P.D.: ésta ha sido una semana tristísima. En Orlando, en Reino Unido contra Jo Cox. Y por supuesto que son crímenes de odio, pero son también crímenes por una peligrosísima inseguridad: matan aquellos a quienes les da miedo la libertad de los demás.

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