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La alcachofa y poco más

No sabíamos que a Rajoy le emocionaran tanto las alcachofas. Su conmoción ante las navarras recorrió esta semana las crónicas de una campaña más bien insulsa y bastante de postureo. En especial en su reflejo en el debate a cuatro, o deb4te como le pusieron en la Academia.

Tengo dudas razonables sobre la veracidad del apasionamiento del señor Rajoy por las alcachofas y el campo, pero al menos llevó la agricultura a la campaña electoral un mísero instante de tele.

El desprecio al campo de esta clase política urbana que pugna por gobernarnos es solo uno de los grandes ausentes en este paseíllo nacional en que se convierte la campaña en segunda edición en que andamos metidos. Veo un cortejo de aves en el que pesa más la forma y los colores que el fondo y las capacidades, con una estrepitosa ausencia de compromisos y me temo que ideas en cuestiones que nos cambian la vida. Se aporta incluso alguna insultante ironía como lo que dijo esta semana Rajoy –nada menos que en Radio Nacional– sobre buscar un modelo tipo BBC para la radiotelevisión pública, cuando su gobierno se cargó el único intento serio que en esa dirección se ha producido jamás.

El debate del lunes fue revelador del desierto de ideas, propuestas y hasta realismo de los cuatro líderes nacionales. Ni una palabra sobre Salud Pública o políticas de salud que permitan ir más allá de la asistencia primaria para planificar estrategias que no sólo prevean la atención médica sino la salud global de todos; nada de políticas de protección medioambiental en cualquiera de sus vertientes, ni siquiera alguna idea sobre cómo darle brío a nuestra capacidad para generar energías limpias; de cultura, referencias epidérmicas, a pesar de que clama al cielo el IVA que soportan el cine o el teatro siempre que no sean porno; tampoco recuerdo nada relevante sobre la necesidad de un Pacto Educativo –con compromiso previo al 26, tal y como propone José Antonio Marina– para acabar de una vez con los vaivenes de la educación pública española, y subir algo su calidad; y sobre violencia machista… qué le voy a contar: lo intentó Ana Blanco, pero tuvo tanto éxito como Piqueras a la hora de hacer preguntas.

Son muy pesados los candidatos. Y reiterativos, carentes de imaginación, de voluntad de comprometerse. Me resulta escandaloso que ni la Salud, ni la Educación, ni la Cultura, ni la Tierra estén entre las prioridades de agenda de los que tienen que organizar las leyes y su aplicación, la sociedad y su bienestar.

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Más aún por parte de quienes se presentaron como alternativa a lo de siempre. Me dirán que lo ponen en sus programas, y hasta que los temas de debate los deciden los periodistas, pero esa argumentación –oída unas cuantas veces– es un lamentable reconocimiento de incapacidad. No hace falta que les recuerde que eludieron el machismo pese a los intentos de Ana Blanco, y que no aprovecharon ni una sola oportunidad para contarnos qué hay de nuevo en esas materias que serán menores para ellos, pero cruciales para nosotros. Porque no lo tienen.

Siguen jugando al cortoplacismo, a sacar ahora lo suyo y dejar para mañana lo del prójimo. Son procrastinadores de lo ajeno (que es lo de todos los demás) y no quieren o no saben darse cuenta de que hacer política tendrá que ser algún día trabajar con horizontes de futuro.

Y el futuro son más de cuatro años, de verdad. Tan cierto como que las alcachofas están muy ricas, pueden ser impresionantes, pero si se toman con vino le arrebatan el sabor hasta dejarlo en poco más que alcohol de quemar.

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