Muy fan de...

Las cortinas de humo

“Que Dios no te dé todo lo que puedas soportar” es una frase de mi abuela, de muchas abuelas. Y sabia como ella –como ellas–. Vivimos en la sobredosis de información. No hemos acabado de digerir un notición cuando nos vemos abocados a enfrentarnos a otro. Yo le doy al humor para no morir en el intento y porque me ha dicho el médico que es más sano un atracón de risa que excederse con el ron de caña. Instalada en el código tragicómico me pregunto: ¿Será que nuestra vida real transcurre entre cortinas de humo? Muy fan.

Sucede lo mismo con los niños –cuando los Reyes Magos han sido generosos–, que abren una caja y sin terminar de identificar el regalo ya están abriendo la siguiente. Nos enfrentamos día a día a la actualidad por tierra, mar y aire; por televisión, radio y prensa escrita; en la redes sociales, en la peluquería y en la barra del bar. Hay tanta tela que cortar que no damos abasto. Tanto comentamos lo que pasa en el mundo que apenas nos queda tiempo para hablar de lo que nos pasa a nosotros.

Hoy todo serán resultados electorales con un toquecito de Brexit pero, tanto el primero como el segundo, estarán tapados durante un rato por la cortina de humo futbolera del España-Italia. Después, a cierta hora de la noche, una nueva cortina de humo esconderá la resaca electoral ibérica y la del referéndum británico, tras el último capítulo de Juego de Tronos.

Todo encaja. Nos zambullimos en la batalla deportiva para olvidar, por unas horas, el fuera de juego del Reino Unido, y, un poco más tarde, nos abstraemos –los frikis– con las tensiones de los personajes de George Martin, para poder pasar, durante un ratico, de las de aquellos personajes patrios cuya misión es intentar gobernar nuestro país: Hodor.

Hoy me ha dado por repasar la sucesión de cortinas de humo que fueron superponiéndose durante la semana pasada y he comprobado que tenemos cortinaje como para montar probadores en todas las tiendas de Zara, Bershka y Mango.

Vamos a ello:

El Brexit eclipsó todo el viernes. Con Cameron desencajado –la que has liao pollito–, la Bolsa desplomada, el ministro Margallo a punto de clavar la bandera en Gibraltar y el miedo generalizado al “¿Y ahora qué?”, olvidamos –un poquito– que un ministro del Interior había sido grabado “de cháchara” con el director de la Oficina Antifraude de Cataluña en busca de cosquillas ajenas.

Lo que se dijo en esas conversaciones recuperaba del baúl de los recuerdos el ochentero concepto: “cloacas del Estado”.

La charleta Mortadelofilemónica de aquel despacho se coló en la recta final de la campaña electoral poniéndolo todo “patas arriba”, según algunos. No sé yo... ¿Cuántos ciudadanos habrán cambiado su voto a raíz de este escandaloso documento? ¿Cuántos le darían vueltas, durante la jornada de reflexión, a esa frase que pide mármol: “Esto la Fiscalía te lo afina”? No sé yo...

El Brexit fue la cortina de humo para bajar el volumen informativo de la grabación del amigo de Marcelo, pero el episodio de los micrófonos había sido, a su vez, una cortina de humo del penúltimo acto del juicio por el caso Nóos.

Ese “visto para sentencia”, esas pullas de Horrach a Castro, esas conclusiones del abogado de la Infanta a lo Martes y Trece, “¡Ella no quería, oiga!”, y ese “Nada que decir, señoría” de Urdangarin y esposa, quedaron muy deslucidos.

Apenas le dimos bola a la apoteosis final, después de casi seis años desde que se abriera la pieza separada sobre el instituto de Diego e Iñaki, ese dúo tan dinámico. Qué volubles espectadores somos.

El caso Nóos, a su vez, fue cortina de humo de la vuelta a la tele de Mario Conde, recién salido del horno en libertad bajo fianza.

“Yo era el primero en Alcalá Meco que se levantaba a las seis menos cuarto para servir el desayuno a los presos”. Así de orgulloso rememoraba Conde, en El gato al agua de Intereconomía, su experiencia durante la anterior etapa en prisión. Tiembla en el cielo, Mandela, te ha salido un duro competidor en la tierra.

La salida de prisión de Conde, corrió a su vez otra cortina de humo sobre el acto de campaña de un señor que pedía el voto, sin ser él candidato ni nada de eso.

El arzobispo Cañizares –arzoavispa según mi admirado Rubén Amón– y tres coleguitas suyos: Reig de Alcalá de Henares, Munilla de San Sebastián y López de Getafe, se pasaron por el forro de la casulla la petición de la iglesia española para que no entraran en política de cara al 26-J.

El cuartero de cuerda obispal pidió el voto para los partidos que defienden la asignatura de religión y ponen obstáculos al aborto y, al tiempo, el rechazo para los partidos que utilizan la corrupción para conseguir sus fines. Adivina, adivinanza ¿para quién pidieron el voto?

Yo, bienpensada por deformación emocional, creo que lo de Cañizares y sus colegas no fue en realidad un acto intencionado de petición de voto, no. Yo estoy segura de que fue otra benevolente cortina de humo para distraernos, para intentar que los españoles no nos preocupemos por el verdadero drama nacional: “La salchipapa de Leticia Sabater”.

NOTA DE LA AUTORA: Este artículo es una cortina de humo para no hablar de los resultados del 26-J. Mientras escribo, es domingo, aún no han cerrado los colegios electorales y los posos del café no sé leerlos, yo se los echo a las plantas.

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