Buzón de Voz

El 26J y la ‘fórmula Wallapop’

En la medianoche del 6 de junio de 1993, tras conocer que el PSOE había ganado las elecciones generales por la mínima pese a que todas las encuestas pronosticaban la victoria del PP de Aznar, Felipe González pronunció en un salón del madrileño hotel Palace una frase que lo iba a perseguir: "He entendido el mensaje de los ciudadanos: quieren el cambio del cambio". El tiempo demostró que González no había entendido nada o que interpretó mal el concepto de "cambio sobre el cambio". El caso es que en las siguientes generales, adelantadas a marzo de 1996, se produjo la derrota del PSOE (también por la mínima) después de casi catorce años en el poder. José María Aznar vio cumplidos sus deseos ("¡Váyase, señor González!") e intentó calmar a la afición exultante bajo el balcón de la calle Génova cuando gritaba "¡Pujol, enano, habla castellano!". Era consciente de que necesitaría el apoyo de Pujol, y el de Arzallus, para poder gobernar cuatro años, y se lanzó a buscarlo pese a haber demonizado a los nacionalistas hasta ese mismo instante.

Se atribuye a John F. Kennedy una reflexión ya presente en Tácito, aquello de que "la victoria tiene mil padres, pero la derrota es huérfana". No está claro qué es más difícil de administrar, si un triunfo ajustado o un fracaso inesperado. Ese es precisamente el escenario que tienen por delante ganadores y perdedores del 26J. A falta de datos precisos sobre trasvases de votos o ubicación de los abstencionistas, cabe anticipar ya una preocupación personal: Rajoy (el triunfador) no ha entendido el mensaje, mientras PSOE y Unidos Podemos aplazan a una misma fecha, el 9 de julio, el análisis de las causas y consecuencias de sus respectivas derrotas. Ciudadanos, a lo suyo, proponiendo un acuerdo de gobierno cada día del año al margen de su mejor o peor resultado electoral.

Rajoy dando botes

Mariano Rajoy tenía 137 motivos este domingo para dar botes desde el balcón de la calle Génova, al que no se asomó el pasado 20D, cuando el PP cosechó el peor marcador de su historia desde la 'refundación' de Alianza Popular en 1989. Pero dio más botes que signos de haber comprendido lo que ocurre. Si él o quienes le rodean hubieran hecho un primer análisis mínimamente autocrítico, tendrían que asumir las razones por las que todos los grupos de la oposición dijeron "no" a Rajoy después del 20D y mantienen a día de hoy su negativa a apoyarlo tras el 26J. No es una paranoia compartida por gente tan diversa como la representación de Ciudadanos, la del PSOE, la de Podemos o los nacionalistas. Es que hace tiempo que resulta obvia la imposibilidad de regenerar la política española si continúa al frente la misma persona que envió los mensajes de ánimo a Bárcenas, cobró sobresueldos en el PP o consideró a Matas, Barberá, Rus, Camps... ciudadanos ejemplares.

Aunque parezca mentira, entre 1993 y 1996 dimitían ministros por engañar en una declaración de la renta o porque un corrupto se daba a la fuga. Ahora no. Rajoy no sólo no ha prescindido de su amigo Jorge Fernández Díaz, grabado en su despacho del ministerio del Interior conspirando para ensuciar la imagen de adversarios políticos, sino que lo saca al balcón de Génova a celebrar el triunfo.

Rajoy se aferra a una victoria ajustada y pretende usarla con la autoridad de quien hubiera mantenido una mayoría absoluta. Tendría que haber dimitido la noche del 20D, pero la táctica de sentarse a esperar sin mover una ceja le ha llevado a mejorar el resultado, pese a escándalos que habrían acabado con la carrera política de cualquier primer ministro en los cinco continentes. Pretende volver a cargar la responsabilidad de una repetición de elecciones sobre los demás, como si el rechazo que provoca procediera de una epidemia colectiva y no de un ejercicio inaceptable del poder.

No termina de asumir Rajoy que vivimos en una democracia parlamentaria, y que la lista más votada es ganadora, pero en el Congreso lo que vale es la suma de escaños. Si no es capaz de reclutar un solo voto por encima de los que se le oponen (como ya le ocurrió tras el 20D), su obligación es retirarse y no bloquear el Parlamento.

Sánchez sigue y sigue...

En el PSOE, Pedro Sánchez ejerce de ganador gracias a las falsas expectativas creadas por las encuestas. Mantenerse como segunda fuerza cuando estaba requeteanunciado el sorpasso de Unidos Podemos le hace fuerte, y parece seguir a su modo aquella sentencia napoleónica: "Podemos detenernos cuando subimos, pero nunca cuando descendemos". No se afronta la realidad de que el agujero en el suelo electoral socialista continúa excavándose desde 2011. "Seguimos siendo la fuerza hegemónica de la izquierda", proclamó Sánchez, pese a que la diferencia de votos con los de Iglesias (400.000) no permite hablar muy alto de "hegemonías". 

Hace bien Sánchez en rechazar la pretensión de Rajoy de cargar de nuevo la responsabilidad de la formación de gobierno a las espaldas del PSOE. Ya está bien de postureos. La derecha (PP más C's) ha sumado este domingo el 46,1% de los votos frente a un 43,8% de la izquierda (PSOE más Unidos Podemos). Pretende Rajoy seguir desgastando a los socialistas emplazándolos a un gobierno de gran coalición, haciendo oídos sordos a la opinión de barones y de bases socialistas que en cada encuesta se pronuncian en contra de tal posibilidad suicida. Basta leer al diputado José Andrés Torres Mora para entender por qué sería suicida esa hipótesis en el PSOE.

Pero la presión seguirá subiendo. No hay más que echar un vistazo este mismo martes al editorial de El País, periódico al que buena parte de la dirigencia socialista sigue considerando referente. Sostiene el diario que el resultado del 26J aboca al PSOE a "desarrollar una oposición responsable, lo que significa facilitar la gobernabilidad a quien tiene mayores posibilidades de ejercerla, que indudablemente es el Partido Popular". Dos días antes, el mismo domingo de las elecciones, El País publicaba una página de su presidente, Juan Luis Cebrián, en la que éste dibujaba al general José Julio Rodríguez como un antipatriota por ir en las listas de Podemos, al tiempo que calificaba a Zapatero como "histórico responsable de la decrepitud del partido y de alumbrar la llama que encendió la agitación independentista en Cataluña". No importan los datos, aunque demuestren que precisamente en 2004 y 2008 el apoyo a la socialdemocracia en España crecía mientras seguía mermando en toda Europa; o aunque su propio periódico denunciara en su día la evidencia de que lo que hizo crecer al independentismo no fue la reforma pactada del Estatut, sino el boicot declarado por el PP y la sentencia del Tribunal Constitucional en junio de 2010.

Cuentan desde Ferraz que Pedro Sánchez ha barajado la posibilidad de intentar de nuevo, en caso de que Rajoy fracase, lo mismo que intentó este invierno: defender el pacto con Ciudadanos y presionar a Podemos para lograr la investidura. Y cuentan también que el propio núcleo duro de la dirección socialista le ha disuadido de la idea. Es Rajoy quien tiene toda la presión y la responsabilidad de formar gobierno, y es su problema lograr o no apoyos entre quienes ha convertido desde 2010 en adversarios no sólo suyos sino de España entera.

Está convocado el Comité Federal del PSOE para el 9 de julio, y teóricamente ese es el órgano que entre congresos debe decidir la estrategia política del partido. Allí tendrán que aclararse las discrepancias entre barones que sostienen constantemente que el PSOE "debe pasar a la oposición" y a la vez que "no habrá terceras elecciones" y quienes proclaman que de ningún modo pueden los diputados socialistas facilitar un gobierno del PP. Sorber y soplar a la vez... no puede ser.

La fuga de votos de Podemos

Precisamente será también el 9 de julio cuando el Consejo Ciudadano Estatal de Podemos analice el fiasco del 26J. Esperan disponer para entonces del resultado de los estudios postelectorales que manejarán Carolina Bescansa y su equipo. Este mismo martes, Ignacio Sánchez-Cuenca avanzaba en infoLibre algunos datos muy significativos sobre este asunto: la alianza Unidos Podemos ha perdido 1.066.000 votos respecto a la suma que obtuvieron por separado Podemos y las confluencias e IU el 20D. Si se cruza ese dato con la pérdida de apoyos del PSOE, cabe concluir que buena parte de aquellos votos de IU se han ido a la abstención. La mayor pérdida de apoyos a Unidos Podemos se ha registrado en las provincias en las que IU obtuvo un mayor porcentaje de voto en diciembre. 

Tendrán que analizar otros factores en Podemos, la propia estrategia de campaña (el catálogo de Ikea, los vaivenes entre la etiqueta comunista y la socialdemócrata...), el daño causado por las acusaciones sobre Venezuela o los efectos de la recuperación de Julio Anguita como referente. Pero lo más trascendente es el resultado de la coalición con IU, y no parece osado deducir que lo que ha ocurrido es algo que encaja en la lógica política. Quienes en diciembre consideraron que tenían poderosas razones para votar a IU y no a Podemos, ¿por qué iban a cambiar de opción a los seis meses? El electorado fiel a un partido político (923.000 votantes de IU el 20D pese a todas las crisis internas y el tsunami de Podemos) actúa como los hinchas de un equipo de fútbol. No se cambia fácilmente de equipo, y menos aún se abandona el abono en el Vicente Calderón para acudir al Bernabéu (o viceversa). El forofo, enfadado o decepcionado con su equipo, se queda en casa. Se abstiene. Alberto Garzón tiene tantos motivos (o más) que Iglesias para atender y entender el mensaje de las urnas.

Se puede aferrar el Consejo Estatal de Podemos al legítimo consuelo de defender que han logrado en dos años nada menos que 71 escaños en el Congreso. Y es cierto. Pero saben perfectamente que fue el propio Pablo Iglesias quien situó su objetivo en "asaltar los cielos" y gobernar. Deberían analizar también el fuerte rechazo que la propia figura de Iglesias genera en amplios sectores del electorado.

El pactómetro y wallapop

A la espera de los análisis más o menos autocríticos que PSOE y Unidos Podemos hagan de sus resultados, ambos coinciden en descartar su apoyo o abstención al PP para que forme gobierno. Sólo Ciudadanos sigue empeñado en buscar un acuerdo en principio imposible con PP y PSOE, sin Rajoy (aunque los vaivenes de Albert Rivera sobre el veto o no veto al presidente del PP no se agotan). 

El PP obtuvo en las grandes ciudades el mismo respaldo que en municipios más pequeños

El PP obtuvo en las grandes ciudades el mismo respaldo que en municipios medianos y pequeños

Este martes se intensificaban los comentarios sobre una posibilidad (retorcida) de desbloquear la formación de gobierno, la ya bautizada como fórmula Wallapop. Uno de los mayores éxitos publicitarios de la temporada corresponde sin duda a ese portal de Internet donde cualquier ciudadano puede vender todo tipo de artículos que le sobren al precio que pacte con un comprador. El eslogan que ha calado entre mayores y jóvenes internautas es elocuente: "¿¡Oye!, ¿Qué vas a hacer con eso, si no lo usas?"

El hombre Wallapop, el hombre del día (ya veremos si de la legislatura) se llama Pedro Quevedo, diputado de Nueva Canarias coaligado al PSOE. No habían pasado 48 horas desde el cierre de las urnas y ya tenía sobre él toda la presión política y mediática para pulsar la última tecla que permitiría un gobierno de PP y Ciudadanos con el apoyo del PNV y de Coalición Canaria. En primera votación, el sí de Quevedo supondría la mayoría absoluta de 176, y en la segunda bastaría con su abstención para que hubiera más votos a favor que en contra. El diputado canario, que en cualquier caso quedará ubicado en el Grupo Mixto, ha manifestado este martes su negativa tajante a facilitar un nuevo gobierno de Rajoy porque "sería una contradicción monumental" con lo que ha defendido estos cuatro años en su circunscripción.

Es obvio que la mayor presión puede llegar finalmente de su propio entorno y de la tentación de imitar la táctica que en su día siguieron nacionalistas catalanes y vascos (y también canarios) con los gobiernos de PP y PSOE: el apoyo o la abstención a cambio de acceder a compensaciones económicas y políticas. Habrá que estar muy atentos al uso final que Quevedo haga de su acta de diputado. 

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