Plaza Pública

La responsabilidad de los socialistas

Nuestro sistema político está en crisis y eso nos obliga a extremar el cuidado a la hora de realizar un diagnóstico y proponer una terapia. No es cierto, por ejemplo, que el 26J el pueblo haya señalado al señor Rajoy como presidente del gobierno, ni siquiera lo ha hecho una mayoría del 45% de los ciudadanos, como la que obtuvo en 2011 y que le permitió gobernar, durante cuatro largos años, de espaldas al 55% restante. Lo que ha sucedido el pasado domingo 26 es que el 33% de los electores votaron al PP, encabezado por el señor Rajoy, pero ese 33% no es todo el pueblo, ni su voluntad es la de todo el pueblo. De modo que el señor Rajoy tiene un problema, que consiste en conseguir los 39 escaños que le faltan. Ese mismo problema lo han tenido todos los presidentes que le han precedido en nuestra democracia. Y todos han sido capaces de resolverlo, menos él, que, hasta ahora, ni siquiera lo ha intentado.

Que nuestro sistema político tenga dificultades para producir un gobierno después de unas elecciones, hasta el punto de tener que repetirlas, es un síntoma que apunta a un problema que va más allá de una disputa sobre las políticas, y que pone en evidencia que en este momento en España el debate es fundamentalmente sobre la política. La discusión social, mediática y política, no es sólo sobre si debe haber más becas o si es innecesario el copago sanitario, sino sobre la legitimidad de unas instituciones a las que una parte significativa de la sociedad considera ineficaces e, incluso, corruptas.

Ese proceso de degradación del sistema político tiene que ver de manera muy directa con la actuación del gobierno del presidente Rajoy. Los socialistas lo hemos dicho en los mítines de campaña, a voz en grito, lo hemos escrito en artículos y pronunciado en solemnes discursos parlamentarios. De modo que me cuesta comprender por qué determinados medios nos señalan a nosotros, y no al señor Rajoy en primera instancia, y al resto de partidos, en segunda instancia, como responsables de que pudiera haber otras elecciones si no consentimos, por activa o por pasiva, que gobierne Rajoy.

A veces hay peticiones que esconden, quizá de manera involuntaria, un verdadero insulto. Acaso alguien cree que los socialistas estábamos impostando, por poner un ejemplo, cuando afirmábamos, en los últimos mítines de campaña, y a raíz de las revelaciones sobre las conversaciones del ministro del Interior, que teníamos bastante más que serias dudas de que determinadas actuaciones policiales pudieran estar inspiradas no en la justicia, sino en el sectarismo político. ¿De verdad alguien puede pensar que los socialistas podemos abstenernos para que siga gobernando el presidente, y el partido, que ha hecho una reforma laboral que permite que haya camareras de piso trabajando en los hoteles por dos o tres euros la hora? ¿Por qué se nos pide a nosotros y no al resto de partidos que denunciaron los mismos hechos? Esa petición, en la medida en que se nos hace a nosotros solos, es ofensiva.

Algo ha hecho muy mal la derecha española cuando, 20 años después de que el señor Aznar consiguiera el apoyo de los nacionalistas vascos y catalanes para ser investido, el señor Rajoy no encuentra a nadie que quiera pactar con él. Algo ha hecho muy mal cuando el sistema político ha llegado a tal estado de bloqueo que la única forma de salir de él sea la repetición de elecciones, o que el partido de la oposición, el que configura la alternativa política dentro del sistema, termine apoyando al PP. Lo que, al final, tiene como consecuencia que esa función, la de alternativa de gobierno, la termine ocupando otra fuerza política. Eso es lo que han conseguido, en buena medida, quienes vienen hablando de la gran coalición desde hace tiempo. Sólo la perspectiva de una gran coalición ha producido, preventivamente, una alternativa política no sólo al gobierno, sino al sistema. Es la mera hipótesis de una gran coalición, mientras nuestras tasas de paro y de pobreza alcanzaban sus más altas cotas, y los medios denunciaban cada día en sus portadas la existencia de casos de corrupción, la que ha llevado a millones de españoles a buscar nuestro particular Brexit en un significante vacío.

En todo caso, alguien tiene que asumir la tarea de gobernar, a alguien deberíamos investir como presidente o presidenta de Gobierno. La lógica de las democracias parlamentarias, como la nuestra, es que quien tenga más apoyos en el Congreso se presente a la investidura; y que para asegurar el éxito de la misma haga todos los esfuerzos necesarios negociando con el resto de las fuerzas políticas, en particular con las más afines ideológica y programáticamente. Me gustaría insistir aquí en algo tan obvio como que el PSOE no es afín ni ideológica ni programáticamente al PP, y que sería un error dramático para los socialistas, y para España, que el PSOE pactara un gobierno con el PP a cambio de “dos reformitas de juguete”, como se nos anunciaba hace un mes, o se apartase a un lado, como se nos dice ahora. Los socialistas no podemos hacer algo así y no lo vamos a hacer. Aunque sí me parece razonable que contribuyamos, corresponsablemente, a una salida no convencional para una situación no convencional. Y, desde luego, la existencia de mayorías de bloqueo que impiden la conformación de un gobierno y obligan a repetir las elecciones una y otra vez, es una situación no convencional.

Nos encontramos, por tanto, frente a un bloqueo que no debería terminar en unas terceras elecciones, ni tampoco con la inmolación del PSOE. Los socialistas no debemos responsabilizarnos en exclusiva de que no haya unas terceras elecciones, sino de que cumpliremos nuestra parte para que no las haya, porque esa carga debe ser compartida por todos, pero sólo cumpliremos nuestra parte. Precisamente, es ese acto de responsabilidad compartida, para evitar algo que ninguno queremos, el que debería constituir el inicio de un cambio político y un proceso de reconciliación de la sociedad española con sus instituciones. Sólo si todos los partidos participamos en ese esfuerzo servirá para algo, pero si los socialistas vamos más allá de nuestra responsabilidad, estaremos actuando de manera irresponsable con España y con el propio PSOE. Nadie tiene derecho a exigirnos a los socialistas que vayamos más allá de donde nos corresponde, entre otras razones, porque el PSOE no es nuestro. _______________

José Andrés Torres Mora es diputado electo del PSOE y autor de 'El día que el triunfo alcancemos' (Turpial).

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