Qué ven mis ojos

El neoliberalismo es hacer pasar las puñaladas por clases de esgrima

“Si le das carta blanca al miserable, escribirá en ella tu sentencia.

El neoliberalismo consiste en hacer pasar las puñaladas en la espalda por una clase de esgrima. Sus jefes nos sonríen mientras afilan las tijeras, dominan el arte del engaño y la magia negra de la seducción porque nueve veces de cada diez han llegado arriba a fuerza de golpes bajos. Como ejemplo, no hay más que echarle un vistazo a la historia reciente del Fondo Monetario Internacional y ver cómo sus tres últimos mandamases están imputados por delitos de esos que a la gente normal le cuestan la cárcel, para darse cuenta de en qué manos estamos: en las mismas que vacían las cajas fuertes.

En ese territorio de la demagogia, sin embargo, nada más irritante que oír los discursos de los políticos del PP cada vez que hablan del empleo, y sobre todo cuando se acercan otras elecciones. Esta vez no se han atrevido a hablar de milagro económico a la hora de describir sus cuatro años de Gobierno, quizá porque la última vez que lo hicieron el autor del supuesto prodigio era Rodrigo Rato, de cuyo nombre ahora no quieren acordarse, pero al final vienen a decir lo mismo de otro modo, a azuzarnos al mismo perro con distinto collar, porque sí que se atreven a presumir de gestión, a asegurar una y otra vez, hablando con titulares y como quien arroja octavillas desde una avioneta, que durante la crisis que ha hecho de oro a los suyos y a todos los demás los ha mandado a galeras, el empleo ha crecido, las cuentas se han saneado y los sueldos no han caído. Será que cuando tienes la cara de cemento, la realidad rebota contra ella.

Pero el caso es que esa realidad es perseverante, se cuela entre la letra pequeña de los editoriales y las informaciones orgánicas igual que la luz por las grietas de un muro, y como nunca habrá suficiente dinero para comprarlo todo, a todos y todo el tiempo, lo que ocurre termina por abrirse paso entre lo que nos cuentan, los hechos y los números que los corroboran desmienten a los mentirosos, lo que los censores tratan de borrar se escapa de las tachaduras y lo que han dicho se vuelve tarde o temprano contra ellos, porque al final todo monstruo de Frankenstein ataca al científico loco que le dio vida. Lo contrario del hipócrita es la hemeroteca.

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Y lo que dicen los números no es sólo que la mayoría de las contrataciones que se llevan a cabo en España sean temporales, lo cual ya significa, traducido al lenguaje de la supervivencia, que quienes tienen que pasar por ese aro en llamas van a vivir en la cuerda floja y no va a haber una red debajo, sino que lo son cada vez más, que ya no son eventuales, ni siquiera de temporada, sino que se firman por horas, lo que supone un modo de nuevo esclavismo y obligan a los trabajadores a cortar el pan de cada día con una espada de Damocles, a tener obligaciones pero no derechos.

La reforma laboral del PP se promulgó para eso, para hacer de oro a los ricos y hundir al resto. El resultado de aquel golpe de estado laboral es que los contratos temporales no superan los cincuenta y un días de media y más de la mitad de los indefinidos que se venden como una estrategia de apoyo a los emprendedores, no duran ni un año.

El neoliberalismo se basa en enseñar los dientes y que quienes te ven crean que les sonríes. Es una invasión cuya táctica consiste en que los invadidos te abran personalmente la puerta de sus casas. Es una teoría según la cual los que tienen hambre nunca van a comer mejor que cuando se conformen con las sobras del banquete. Es convertir cada voto en una carta blanca, en una licencia para matar. Es sustituir lo que pasa por lo que nos cuentan. Es ese puente de plata que se ponen a sí mismos para irse de rositas después de dar el golpe. Es hacer de la gente una mezcla de bestia de carga y escudo humano. Es el fascismo de guante blanco del siglo XXI. Por cada aplauso que les des, te devolverán una bofetada.

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