Caníbales

Perros y perras

La "perripandi" ya ha regresado al parque. Los perros, como los niños, se han vuelto –simultánea y contradictoriamente– más salvajes y más dependientes después de unas vacaciones pegados a sus dueños. Y encima se confirma lo que siempre hemos sabido: distinguen las palabras y el tono. Por eso nadie pronuncia la palabra “investidura”, no vaya a ser que a nuestros queridos animales les inunde la melancolía.

– La pereza, más bien –matiza una niña.

Es mi hija y sabe que no he conseguido hablar de política en todas las vacaciones. Cada vez que lo intentaba, alguien me mordía y/o arremetía contra Pedro Sánchez, ese culpable consensuado por tertulianos, periodistas, biempensantes y caraduras de todos los colores.

***

La sesión de investidura es, simplemente, una falta de respeto. Entre la desgana y la mentira, la chulería y el sarcasmo, obviando las necesidades ciudadanas. Y no, queridos compañeros de los medios, no parecía un teatrillo, sino una reunión de tuiteros despiadados (y sin límite de caracteres): a ver quién es más gracioso haciendo daño.

***

“Tenéis el gobierno que os merecéis”, nos regañaban siempre. Parece que hemos evolucionado: ya no merecemos tener gobierno.

***

La cachorrita me acompaña al quiosco la mañana siguiente. Buscábamos cromos de la liga pero hemos tenido que retirarnos porque todos los periódicos nos gritaban el mismo titular: “¡Ha sido Pedro!”.

Mi perra es lista y curiosa:

– ¿Pero el que ha fracasado no es el de barba?

– Sí.

– ¿Entonces?

– ¿Prefieres la explicación simple o la exigente?

Quiere la razonable, pero no existe.

– La simple: los que piensan que es una irresponsabilidad antidemocrática que haya terceras elecciones, creen que Pedro se tiene que inmolar en la abstención.

– ¿Pero alguien le ha votado para que gobierne Rajoy?

– No.

– ¿Y la otra?

– Es mucho más retorcida: sus compañeros le dicen que debería haber exigido al PP unos cuantos compromisos y entonces, sí, abstenerse.

– ¿Qué compromisos?

– La cabeza de Mariano, la derogación de la ley mordaza y de la reforma laboral, el compromiso con la sanidad y la educación públicas, un presupuesto de I+D que garantice que viviremos de nuestro talento y no sólo de los turistas…

– ¿Y lo ha intentado?

– No.

– ¿Debería?

– Creo que sí.

– ¿Lo habría conseguido?

– Sospecho que no.

– ¿Es el culpable de que no haya gobierno?

– Culpables son todos, y el que más quien ganó sin mayoría suficiente ni mínima autocrítica, quien pudo retirarse como hombre de Estado. Culpables son también los medios que imponen a los demás soluciones que no quieren para ellos. Culpables son los egos…

A la cachorrita le aburre que me exalte. Y le preocupa: vivimos en un barrio partidario del voto útil y me arriesgo a que la rechacen los perros de collar patriótico.

– ¡Calla y escucha! –me ordena, y yo la obedezco porque tenemos una relación igualitaria.

Delante de nosotras, tres adolescentes (dos chicas y un chico) avanzan con esos pasos torpes que sólo endereza el tiempo. Una de las chicas está celosa y/o escandalizada:

– ¿¡Pero después de tanto tiempo contigo todavía no ha cambiado su estatus en redes!?

– Ja… Y tú dices que te quiere… –remata el chico.

Y, así, en dos frases, joden la vida de su amiga.

***

– ¡Amigos, compañeros de partido…! –suspira horrorizada la perra–. ¿Sois así los dueños?

Estamos entrando en el parque y yo cambio de tema y de discurso: “Amigos y amigas, perros y perras, que diría Pedro Sánchez, aquí llega una cachorrita laica y rojiblanca. No muerde; es divertida, vagoneta y hambrona. No la juzguéis sin miraros antes al espejo”.

El verano es una farsa

Mi hija revive y deja escapar un Charmander de puro espanto.

– ¡Mamááá!

Pero se ríe. En estas vacaciones he buscado ballenas, he recuperado pelotas, he curado heridas, he despertado carcajadas, he calmado hambres, he cultivado amigos, he contado historias, he alimentado talentos, he sofocado inseguridades, he removido ColaCaos… Ha sido una legislatura intensa, llena de decisiones y aciertos, algunos errores y todos los intentos. Así que el resultado es contundente: mi hija me ha reelegido como madre. Ella cree que me la merezco. Tenemos gobierno.

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